En busca de soluciones que nos lleven a una transformación digital sin fecha de caducidad

El frenético avance de las tecnologías hace que la transformación digital sea un proceso constante y necesario desde hace ya más de 30 años. Tanto la vida y la forma de comunicar de las personas como el modo de operar de organismos de la talla de la UE o de empresas de cualquier tamaño, ha cambiado sobremanera desde que la tecnología es un factor indispensable para nuestras vidas.

Pero esta constante introducción de diferentes novedades tecnológicas tiene como consecuencia, en muchos casos, tremendas inversiones de dinero. Por ello, adoptar soluciones que puedan evolucionar ampliando sus funcionalidades, mejorando su operatividad y gozando de una extensa vida útil es, sin duda, la opción más rentable para poder estar actualizado.

El viaje que las empresas realizan en el proceso de transformación digital afecta a todas sus áreas a nivel operativo, pero también supone un cambio cultural entre los trabajadores que constantemente abandonan su zona de confort para adaptarse a los diferentes cambios que las nuevas tecnologías traen. Pero esta innovación continua es un camino necesario para las empresas, que deben estar siempre al tanto de las cada vez más exigentes demandas por parte de los clientes.

La Unión Europea tiene en cuenta desde hace décadas, como un elemento clave, la transición digital para su desarrollo económico y su autonomía estratégica. La UE ve este proceso como un fuerte activo para ofrecer soluciones a muchos retos a los que se enfrenta, como son la creación de empleo, la promoción de la educación, el aumento de la competitividad y la innovación, la lucha contra el cambio climático y la facilitación de la transición ecológica y de una mayor sostenibilidad, entre otros.

Para poder adaptar nuestras sociedades y economías a la era digital, la UE está determinada a crear un espacio digital seguro para los ciudadanos y las empresas que sea inclusivo y accesible para todos. Para ello, la Unión ha formado el Itinerario hacia la Década Digital, un programa que establece las metas e hitos que quiere alcanzar para el año 2030. Este proyecto se articula en torno a cuatro ámbitos: capacidades, empresas, servicios públicos e infraestructuras, todas ellas con las capacidades y la educación digital en primer plano.

Nunca hay que olvidar que la transición digital no servirá de nada si no va de la mano de la creación de protocolos y sistemas de ciberseguridad eficientes. El uso tanto en nuestro trabajo como en la vida diaria de cada vez más dispositivos electrónicos conectados a la red, además del almacenamiento y utilización de servicios en la nube, hace que tanto nuestros datos como nuestra propia identidad esté expuesta a posibles amenazas de ciberatacantes. Según un estudio de Barracuda Networks, cada mes se detectan más de 1,2 millones de amenazas solo en España.

Desde personas individuales, pasando por empresas de cualquier tamaño hasta grandes infraestructuras, todos somos potenciales blancos para los ciberatacantes. El año pasado, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se sumó a la larga lista de instituciones que habían sido víctimas de un ataque de este tipo en España, en la que también se encuentran el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), el Instituto Nacional de Estadística (INE) y a los ministerios de Justicia, Economía y Educación.

Los ciberatacantes cuentan con una infinidad de recursos para entrar en cualquier brecha de seguridad que exista, pero uno de los ataques más comunes a este tipo de organizaciones es el llamado ransomware. Esta estrategia es un tipo de malware que bloquea el acceso a los propietarios a su sistema o datos personales, para extorsionarlos exigiéndoles un pago para poder recuperarlos.

Se trata de una práctica de secuestro de datos que lleva haciéndose y sofisticándose unos 40 años. Algo en lo que coinciden todos los encargados de ciberseguridad y de TI es que la mejor estrategia para no caer en un ataque de malware es la protección previa, lo que recalca, una vez más, la importancia de contar con un protocolo de ciberseguridad lo suficientemente fuerte.

El coste de una buena infraestructura de ciberseguridad que cree un espacio digital seguro que se suma de esta manera al de la implementación de las propias soluciones. La transformación digital es una necesidad a la orden del día, ya que hace que los organismos sean más competentes y puedan sobrevivir al futuro, por lo que se nos plantea la siguiente pregunta: ¿cómo hacer frente a la transición digital de la manera menos costosa y más eficiente posible?

Si una cosa está clara es que la transformación digital es continua, y que la aparición de nuevas funcionalidades y herramientas tecnológicas serán necesarias para afrontar los retos del futuro. Por ello, la buena elección de herramientas que realmente marquen la diferencia y obtengan buenos resultados, mediante una investigación previa, es necesaria. Además, cada vez se aboga más por desarrollos automáticamente actualizables que mejoren la escalabilidad, ahorren en instalación y aplanen la curva de adaptación.

La implementación de tecnologías cada vez más potentes es, como ya hemos mencionado, algo importante para que las organizaciones se mantengan actualizadas y puedan prosperar, pero por ello nunca hay que dejar en un plano secundario al capital humano.

Un factor más que relevante en la aplicación de una transformación digital eficiente es la comunicación y formación de los empleados, a los que hay que dotar de recursos para que entiendan y se puedan implicar en la gestión del cambio y la transición digital de las organizaciones, una transición que no tiene fecha de caducidad.