Cuando la digitalización es aliada de la sostenibilidad

Hasta hace poco era complicado saber si había una relación directa entre la digitalización y la sostenibilidad porque no existían estudios que lo hubieran analizado. Hoy, gracias al Informe Digitalización, Sostenibilidad y Centros de datos, elaborado por Afi, tenemos la certeza no solo de que la digitalización es condición necesaria para alcanzar la sostenibilidad medioambiental, sino que además se puede cuantificar.

Desde hace años sabemos que los procesos de transformación digital han sido un factor determinante del crecimiento económico. En España, la contribución de la economía digital al PIB sumó 3,3 puntos porcentuales en 2020, hasta alcanzar el 22% del total del producto interior bruto.

Ahora además se ha calculado hasta qué punto la digitalización facilita la descarbonización de la economía, al ayudar a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera. ¿Qué es más sostenible, leer un libro en papel o uno digital? ¿Desplazarse a una reunión de trabajo o conectarse a una videoconferencia? En nuestro día a día tenemos ejemplos palpables de cómo el uso de servicios digitales es más sostenible que sus alternativas tradicionales, y hoy podemos medir el impacto de estas decisiones.

El informe sostiene que, en términos macroeconómicos, la digitalización exhibe una relación de U invertida con las emisiones de CO2 per cápita. Las economías mundiales siguen un patrón: en niveles de baja digitalización, las emisiones de carbono aumentan hasta que se alcanza un punto de inflexión en el que se invierte la tendencia y empiezan a descender. Para disponer de una guía que nos ayude a entender este fenómeno podemos tomar de referencia el índice DESI de digitalización: un aumento de un punto en este indicador implica una reducción de cerca de 142.000 toneladas de CO2 evitadas. Estamos ante lo que suponen las emisiones anuales del sector financiero en España.

Llevándolos a términos de PIB per cápita, podemos ver una relación directa entre el aumento de este índice y las emisiones de CO2: a partir de 14.000 dólares de PIB/cápita disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los servicios digitales facilitan a los usuarios elegir: pueden así evitar desplazamientos o consumir bienes sin repercusiones negativas en su huella ambiental. Por ejemplo, añadir un día más de teletrabajo por semana ahorraría la emisión de unas 406 toneladas de CO2 en una ciudad como Madrid. Cada pago electrónico deja de emitir 0,8 gramos de CO2. Si solo se utilizara la tarjeta de crédito en vez del efectivo, la suma ascendería hasta las 9.000 toneladas de CO2 al año. Y en el caso de las videoconferencias, su aportación frente a las reuniones presenciales representa una rebaja en la huella de carbono de un 94% y en el uso de energía en un 90%.

Y en cuanto al potencial de los procesos de digitalización en sectores productivos de nuestro país (manufacturero, transporte, energía, etc.), sus efectos reducirían en 4,8 millones las emisiones anuales de CO2. Los data centers son el sistema nervioso central de la economía digital. Hablamos de una infraestructura física para el despliegue y conexión de los servicios digitales. El streaming, la nube, la industria 4.0 o el e-learning son algunos de los servicios que requieren una infraestructura troncal digital conectada. Los centros de datos son ese mundo físico donde se interconectan empresas y usuarios para prestar o recibir servicios digitales.

La elevada concentración de infraestructuras tecnológicas y de telecomunicaciones que requieren los servicios digitales convierte a los centros de datos en consumidores intensivos de energía eléctrica. Hablamos de servicios que no se detienen nunca y requieren máxima seguridad en el suministro. Bajo estas circunstancias, el sector ha estado siempre muy enfocado en la eficiencia energética y, por tanto, su contribución a un consumo responsable y con estándares de sostenibilidad es parte integral de la gestión operativa.

El compromiso con el entorno y el consumo energético de los data centers lo demuestran los datos de la EIA (Agencia Internacional de la Energía): “Las rápidas mejoras en eficiencia energética han ayudado a limitar el alza en la demanda de energía de los data centers y de las redes de comunicaciones, que representaban cerca del 1% del uso global de electricidad en 2019”. Todo ello a pesar de que “el tráfico global de internet creció casi el 40% entre febrero y mediados de abril de 2020, producido por un alza del streaming de vídeo, las videollamadas, el juego online y las redes sociales. Este incremento supone el máximo crecimiento de la demanda de servicios digitales de la última década: desde 2010, el número de usuarios de internet en todo el mundo se ha duplicado, mientras que el tráfico mundial de internet se ha multiplicado por 12”.

Los compromisos del sector de centros de datos especializados con objetivos de sostenibilidad se aprecian en proyectos de modernización de la infraestructura, procesos de auditoría y certificación, diseño de los edificios, el suministro de energía renovable, el reciclaje de calor o la renovación de sistemas de refrigeración, por poner algunos ejemplos.

A esto le sumamos que las empresas alojadas en los centros de datos han aumentado su exigencia sobre el desempeño sostenible de sus recursos IT como parte de su responsabilidad corporativa. Esta circunstancia ha incentivado aún más el compromiso por parte de los proveedores de centros de datos de una gestión responsable de los recursos.

Así, la digitalización está transformando sectores económicos al completo y su despliegue depende de la capacidad de los grandes centros de datos, una infraestructura compleja, indispensable y especializada para habilitar las innovaciones, servicios y tecnologías digitales que dependen del procesamiento en la nube y de la interacción y comunicación de múltiples datos de múltiples fuentes en tiempo real. Sin digitalización, no hay sostenibilidad, pero sin centros de datos, ninguna de las dos es factible hoy por hoy.