Belén Diego

Sanidad tarda meses en admitir la evidencia de contagio por el aire

Por gotículas o por aerosoles, el caso es que en julio, 239 científicos publicaban una carta pidiendo a las autoridades que reconocieran el potencial de transmisión de Covid-19 en el aire, pronto se les sumaron diversas publicaciones científicas. Cuatro meses después, el Ministerio tiene en cuenta esta evidencia

En los meses de julio y agosto la cuestión de cómo se está contagiando la enfermedad que provoca el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 era un tema candente en las publicaciones científicas de prestigio.

Aunque el debate no era nuevo, el primer paso que llamó la atención de la comunidad científica fue una carta abierta en la que 239 científicos hacían un llamamiento a la comunidad médica y a los organismos internacionales y nacionales competentes para que reconocieran el potencial del nuevo virus para propagarse en el aire. Aunque entonces la Organización Mundial de la Salud (OMS) admitió que “el contagio por este medio no puede descartarse”, la respuesta fue basante reservada, y se siguió dando por hecho, en términos generales, y de forma posiblemente equivocada, que este tipo de contagio solamente se producía en el contexto de procedimientos médicos. Es lo que argumentaba, en agosto, la prestigiosa revista British Medical Journal (BMJ), bastante más conocida entre el público general que la revista que difundió la carta en primer lugar, Clinical Infectious Diseases, en su número de julio.

La diferenciación técnica entre “gotícula” y aerosol es una cuestión de diámetro, pero lo que el editorial del British Medical Journal defendía es que el nombre que se dé al elemento propagador carece de importancia. Lo que sí hay que tener en cuenta son sus implicaciones prácticas para prevenir los contagios, que son las mismas estemos hablando de gotículas o de aerosoles: Los episodios de supercontagio tienen ciertos elementos comunes relacionados con la transmisión en el aire que serán los que se deben evitar. Toser con fuerza, hablar y cantar son algunas de las actividades que generan aerosoles o partículas de otros tamaños, pero todas potencialmente portadoras de material infeccioso.

Este planteamiento se parece al de los estadounidenses Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), que incluye partículas de mayor y menor tamaño entre los elementos potencialmente transmisores y recuerda que “los virus respiratorios pueden contagiarse por múltiples vías: por contacto, por gotículas y por el aire”. Mientras no se tengan en cuenta estas evidencias, podrán seguir dándose situaciones contradictorias como las que los editores del BMJ señalaban: Hay procedimientos médicos en los cuales se generan aerosoles, necesarios para algunos pacientes, que se están retrasando o incluso cancelando completamente, o bien se llevan a cabo en un entorno de precaución meticuloso -y carísimo, añaden-. Mientras tanto, hay pacientes de alto riesgo que están en entornos en los cuales se tose, se habla o se les atiende con una mascarilla quirúrgica como única protección.

En la rueda de prensa del día 1 de octubre Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, decía que hay evidencias sobre la transmisión por aerosoles en entornos médicos, como cuando un médico intuba a un paciente, pero no en entornos sociales normales.

A la altura de agosto, ya se habían documentado episodios de supercontagio, por vía aérea, en un centro de atención telefónica de Corea, en el ensayo de un coro en el condado de Skagit (Estados Unidos) y en un restaurante de Guangzhou (en China). “La pandemia es un momento crítico, y estas poderosas señales no deberían ser ignoradas por los políticos ni las autoridades sanitarias”, escribían los científicos.

En la carta abierta del mes de julio las recomendaciones clave sobre cómo prevenir la transmisión de la enfermedad en el aire hablaban de la ventilación, “particularmente en edificios públicos, lugares de trabajo, colegios, hospitales y residencias de mayores”. También hablaban de evitar aglomeraciones, con atención especial “al transporte público y los edificios oficiales”.

Las aglomeraciones en el transporte público han seguido produciéndose en España durante toda la pandemia. Las reuniones en espacios cerrados se han seguido celebrando sin tener en cuenta esta consideración. Los propios miembros del gobierno, incluido el ministro de Sanidad, Salvador Illa, no han tenido inconveniente en dejarse ver en actos sociales con un elevado número de personas en entornos de interior.

Las recomendaciones del Ministerio de Sanidad han seguido haciendo la distinción entre gotas y aerosoles y negando el peso de los segundos en el contagio por el aire. Eso, a pesar de que en la propia web del Ministerio hay un artículo sobre contagio por vía aérea en un restaurante de China fechado en abril.

Otra de las revistas científicas más conocidas, Science, también había publicado un artículo al respecto. Sus editores defendían que, aunque existan aspectos aún por aclarar en cuanto al papel de los aerosoles en la propagación de la enfermedad, “hay evidencias suficientemente sólidas para incluir la transmisión por el aire entre las consideraciones para el diseño de estrategias de prevención que limiten el número de infecciones en los ambientes de interior”. El artículo se publicó en mayo.

El 22 de octubre, el documento del Consejo Interterritorial para una respuesta coordinada indicaba que la inhalación de aerosoles con partículas virales en suspensión puede ser una vía de contagio de la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus.