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Una vuelta al cole presencial, pero con la lección aprendida del confinamiento

Estamos viviendo una de las vueltas al cole más extrañas que podíamos imaginar. Niños y padres intentamos regresar a la nueva normalidad tras el último trimestre del pasado curso, cuando el estado de alarma provocó el confinamiento de toda la población para evitar los contagios por el Covid-19. En este tiempo hemos aprendido a marchas forzadas a utilizar herramientas tecnológicas que favorecen la transmisión de conocimientos pese a la distancia... Los expertos coinciden en que esta crisis sanitaria ha conseguido que la digitalización avanzara en múltiples campos -también en el de la educación- logrando en unos meses lo que hubiera costado varios años de implantación.

No es mala cosa ese progreso, bienvenido sea como una de las pocas ventajas de esta situación dramática que nos está tocando vivir. Sin embargo, estos pasitos adelante deben de hacerse buscando el equilibrio y evitando que nadie se quede atrás. Hemos pasado en muchos casos de no haber empleado ninguna herramienta tecnológica para el aprendizaje a apoyarnos en ellas toda la jornada lectiva sin otra alternativa. El nuevo curso escolar, que se presupone y pretende presencial siempre que sea posible, debe de servir para sentar las bases de todo lo aprendido, para poner las cosas en su sitio, para equilibrar estos esfuerzos de padres y educadores, también de los alumnos. Tras ese final de curso de forzada digitalización, ha llegado el momento de cribar, de elegir las mejores herramientas -también las que mayor seguridad nos ofrezcan- para complementar la formación de toda la vida en el aula con otra a distancia.

En ese escenario tampoco estaría mal que los expertos sanitarios aclararan aspectos cruciales de la transmisión del virus. Ya al inicio de la primera oleada tuvimos la oportunidad de escuchar en repetidas ocasiones decir a María Neira, directora del departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud, que no recomendaba el uso de las mascarillas para frenar la expansión del patógeno, cuando pocas semanas más tarde se impusieron como obligatorias. Esta situación recuerda ahora a otra similar: siempre se ha hablado del peligro de que los pequeños de la casa pudieran transmitir y contagiar el virus a los abuelos, la población más vulnerable. El criterio ha cambiado aquí también de forma radical, apoyado esta vez en dudosos estudios del Institut Pasteur, que concluyen que “los niños en edad escolar no trasmiten el coronavirus”. El propio epidemiólogo que dirige este trabajo reconoce que tendría que seguir estudiando el tema al haber realizado el estudio con muy pocos casos. La población sigue reclamando información veraz y contrastada que le permita recuperar esa normalidad necesaria para todos, pero con las máximas garantías de seguridad. Fernando Simón considera que “la probabilidad de que vaya a haber brotes en los colegios es relativamente pequeña”. Ojalá sea así y el nuevo curso se desarrolle con la normalidad que todos deseamos.