Antonio Lorenzo

Cámaras termográficas convierten en ‘apestados’ a los que tienen fiebre

Los accesos a la mayoría de los edificios incorporarán nuevas tecnologías que impedirán el acceso de aquellas personas cuya temperatura supere los 37,5º. Mejor quedarse en casa

Si tiene fiebre, quédese en su casa. De lo contrario, le tomarán casi por un apestado. Tal cual. Guarde reposo, ínflese a paracetamol, sude en la cama y olvídese del mundo, porque siempre habrá una cámara termográfica apuntando a su cabeza para averiguar al instante lo que hasta hace poco requería cinco minutos de termómetro en la axila. Esta tecnología, capaz cuantificar el calor de seres u objetos en movimiento, ha venido para quedarse. Estará en todas partes. Vigilará si alguien proyecta mucha temperatura y alertará si supera los 37,5º.

En todos los casos, las personas febriles tendrán el acceso denegado a cualquier oficina, tienda o recinto público. Dará lo mismo el motivo. “No distinguirá si se trata de un coronavirus, un catarro o un orzuelo”, avisa Juan Carlos Martín, director de proyectos de Dahua Iberia, una de las dos grandes compañías que se reparten el mercado mundial de cámaras termográficas. El otro gran jugador global es Hikvision. A distancia de los anteriores se encuentra Siemens Smart Infraestructure, que permite medir de forma ágil y precisa la temperatura de las personas que acceden a cualquier edificio, en su caso vinculado con los sistemas de videovigilancia y control de accesos de las empresas.

Esta nueva generación de dispositivos, cuyo negocio se ha recalentado con el coronavirus, está sujeta a normativas específicas de protección de datos desde finales del pasado abril. Todos estos sistemas deben cumplir los dictados de Protección de Datos, lo que obliga al tratamiento de la información de forma segura y confidencial. También se impide a terceros el acceso o uso no autorizado de los datos y del equipo.

Por lo pronto, la funcionalidad de las nuevas cámaras queda reducida a la identificación de la temperatura de las personas que pasan frente a sus ópticas, siempre de forma anónima y sin cruzar con otro tipo de información. Inicialmente no hacen falta más salvaguardas, ya que la mayoría de las cámaras no almacena los datos, como tampoco lo hacen los termómetros láser. “Los datos recogidos por las cámaras termográficas no van a ninguna parte. No se guardan, ni procesan, ni vinculan personas con rostros y temperaturas. Tampoco se comercializan. Al menos por ahora. Simplemente se limitan a detectar que algo o alguien tiene una temperatura más elevada de lo normal y manda un aviso al instante. Puede ser una persona o una taza de café”. Así lo explica Jesús Jurado, cofundador y responsable de operaciones e innovación de Sixphere. Esta empresa sevillana ayuda a las compañías afectadas por el Covid-19 con la puesta a disposición de dispositivos de control de temperatura para la entrada de instalaciones. “Últimamente hemos comprobado lo complicado que resulta comprar cámaras, dada la alta demanda que existe en todo el mundo. Por ahora, sus precios oscilan entre los 1.000 y 1.500 euros, mientras que Sixphere las ofrece con las mismas característica por el coste de los materiales, entre 200 y 300 euros”, apunta Jurado. En su caso, el proyecto incorpora impresoras de 3D, cuya propiedad intelectual dona Sixphere a la comunidad para su uso mediante licencia MIT.

Entre 15.000 y 300 euros

Otros sistemas automáticos de medición de temperatura de alta precisión pueden costar 15.000 euros, mientras que los termómetros láser rondan los 80 euros. Eso sí, estos últimos requieren el concurso exclusivo de una persona, con los problemas y riesgos que siempre representa.Otros expertos aseguran que los datos recabados por los sistemas automatizados de medición de temperatura personal están sometidos a las mismas cláusulas de confidencialidad y tratamiento de datos de, por ejemplo, las tarjetas de crédito. Sin embargo, no se guarda la información de las cámaras. En cuanto detecta a una persona con la temperatura generalmente igual o superior a 37,5º lanza un aviso y se borra al segundo y no va a ningún sitio, porque no existe un modelo de negocio que lo justifique, aunque podría no tardar mucho en encontrar acomodo comercial. La cuestión cambia cuando el control lo realizan las empresas sobre sus propios empleados, ya que las compañías se responsabilizan de velar por la protección de la salud de sus trabajadores, según explica Juan Carlos Martín. Las cámaras termográficas se están popularizando como en su día lo hicieron los arcos de detección de metales, las capturas en vídeo o el control de los acceso a través de la fotocopia del carnet o la toma directa de los datos. Esto último se convirtió en práctica obligada tras el atentado de las Torres Gemelas. Ahora ha tomado el relevo el coronavirus con nuevos protocolos en defensa de la seguridad y la salud colectiva.

El reguero de datos que generará la entrada de una persona a un edificio público, o el tránsito por un aeropuerto o la asistencia a un concierto o a un estadio de fútbol aumentará de forma prodigiosa con la nueva normalidad, según explica a elEconomista un consultor especializado en protección de datos personales. En todos estos sitios circulará abundante información sensible de tipo personal y sanitario. La compañía Dahua Technology, es una autoridad en materia. Suyos fueron los sistemas de medición de temperatura donados al desaparecido hospital del Ifema de Madrid. En concreto, el fabricante donó su solución térmica de monitorización de temperatura corporal en tiempo real, con el objetivo de fortalecer las medidas preventivas y de detección de contagios. El funcionamiento de las cámaras termográficas es similar en todas ellas, sin importar origen o fabricante. En el caso de las soluciones de Dahua, consiste en “un kit de monitorización térmica que cuenta con una tecnología que permite medir la temperatura excluyendo otras fuentes de calor, alertando de forma visual e inteligente sobre las temperaturas anormales que se detecten”, según explica la empresa a través de un comunicado. “Este control de temperatura se compone de un blackbody, colocado en el campo de visión de la cámara térmica, que proporciona una referencia de temperatura constante y precisa, pudiendo auto-calibrarse, algo imprescindible para mantener la alta precisión de la medición. Esta medida obtiene una precisión de más/menos 0,3 grados centígrados, y sin contacto físico con la persona.