Inés Oria

De la granja a la mesa, el plan agroecológico de la UE

Bruselas plantea alcanzar, en 2030, un 25% de superficie ecológica. El sector recela ante exigencias tan elevadas

La Comisión Europea ha presentado su estrategia De la granja a la mesa, un proyecto que, en combinación con su propuesta Biodiversidad horizonte 2030 y que se integra en las acciones previstas por el Pacto Verde Europeo, plantea objetivos concretos de reducción del uso de pesticidas, fitosanitarios y antibióticos en las plantaciones, al tiempo que establece que en 2030 el 25% de la superficie cultivada en Europa deberá ajustarse a los cánones de la agricultura ecológica.

Asimismo, De la granja a la mesa propone actuaciones en materia de bienestar animal, sobre el uso de un etiquetado homogéneo que permita mejorar la dieta de los consumidores confiriéndoles mayor capacidad de decisión en sus compras y actuaciones también en el ámbito del empaquetado.

La Comisión fundamenta sus propuestas en el hecho de que la actividad agrícola es la responsable del 40% de las emisiones en el mundo, provocando un gran impacto en la biodiversidad, en la calidad del suelo y en los niveles de contaminación de las aguas. En la Unión Europea, la agricultura y la ganadería generan el 10% de las emisiones.

Estas estrategias afectan de forma directa a la agricultura y a la ganadería, así como al sector pesquero de la Unión, en un contexto en el que se ha puesto aún más de manifiesto las fallas de los actuales sistemas alimentarios: mientras las largas cadenas arrastran la precarización de los trabajadores, las pequeñas producciones enfrentan grandes dificultades para operar en los mercados.

En este sentido, el responsable del Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans, sostiene que “la crisis provocada por la pandemia ha demostrado la importancia de restablecer el equilibrio en la actividad humana y la naturaleza”, por lo que “las estrategias sobre la biodiversidad y De la granja a la mesa apuntan a un nuevo y mejor equilibrio y constituyen un elemento crucial de la gran transición que estamos iniciando”.

Paralelamente, el comisario europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski, ya ha avanzado estos proyectos obligará a ganaderos y agricultores a realizar esfuerzos, “especialmente a aquellos de producciones intensivas”. También se ha comprometido a defender el esfuerzo presupuestario durante los debates de la PAC, proponiendo su refuerzo y la adopción de herramientas necesarias para incentivarlo.

El ministro de Agricultura español, Luis Planas, respalda estas estrategias pero reclama, igualmente, más tiempo para su debate y dotaciones económicas ambiciosas para su desarrollo. Preocupa que la comisión inicie este debate y siente estas líneas de actuación sin atender, previamente, a la falta de rentabilidad que aseguran sufrir millones de agricultores, ganaderos y pescadores. Por eso, Planas reclama una reflexión más sosegada “para conseguir el equilibrio entre el respeto medioambiental y todos los aspectos económicos que se vinculan a lograr que la actividad extractiva sea rentable desde el punto de vista empresarial”.

El sector responde

Las grandes cooperativas agroalimentarias consideran que los objetivos planteados por la Comisión Europea, así como los plazos dibujados para lograrlos, resultan demasiado precipitados y difíciles de asumir. Reclaman, asimismo, medidas tangibles y cuantitativas de impulso estructural para solventar los desequilibrios del sector, sobre todo en lo referido a la labor de productores.

Los sindicatos españoles ASAJA, COAG y UPA también observan luces y sombras y consideran que las limitaciones sugeridas, sin estar acompañadas de alternativas, suponen un duro golpe para la agricultura, la ganadería y la pesca. Así, consideran que los planes de Bruselas están poniendo en cuestión la seguridad alimentaria actual, al tiempo que se plantean sin reforzar, paralelamente, el presupuesto de la Política Agrícola Común (PAC), crucial para lograr la consecución de los objetivos planeados.

Paralelamente, el sector de la agricultura ecológica considera que los planes y proyectos presentados por la Comisión Europea resultan todavía medioambientalmente poco ambiciosos.