Las alianzas de compra como inspiraciónpara un modelo de competitividad en Europa

El dictamen “reinta años de mercado único: cómo mejorar el funcionamiento del mercado único, aprobado recientemente por el Comité Económico y Social Europeo (CESE) afirma que “el mercado interior ha sido y sigue siendo uno de los grandes éxitos políticos y económicos del proceso de integración europea”, pero, al mismo tiempo, reconoce que es necesaria “una revisión crítica y una nueva mejora, en lo que atañe no solo a lo que queda por lograr, sino también a los nuevos retos que deben afrontarse”.

A las puertas de la quinta presidencia española del Consejo Europeo, y antes de abordar los desafíos que tenemos por delante, es conveniente recordar alguno de los instrumentos que han contribuido al desarrollo económico y social de la Unión Europea a través del mercado único.

Es el caso, en mi opinión, de las llamadas Alianzas de Compra, que el dictamen del CESE menciona como un ejemplo de buenas prácticas piara la competitividad, debido a la capacidad que han mostrado algunos sectores -como es el caso del comercio minorista y mayorista- para unirse y fortalecerse. “Los sectores del comercio minorista y mayorista han adoptado el espíritu y las indudables ventajas del mercado único para presentar cada día un mejor servicio a los consumidores europeos gracias a las alianzas de compra”, afirma el dictamen.

Por eso, este importante estudio invita a apoyar este modelo en el comercio minorista como medio para mejorar el bienestar de los consumidores -al permitir a los operadores de tamaño pequeño y mediano, competir tanto en surtido como en precio y llevar así bienes de gran consumo a todos los rincones de la Unión Europeo- con un efecto favorable para la competencia a escala europea.

En España, al igual que en otros países, las centrales de compra son el ejemplo más ilustrativo que tenemos de alianzas en favor de la competitividad de las empresas más pequeñas. Estas organizaciones reflejan exactamente la idea del dictamen, porque son un elemento que asegura la competitividad en la distribución alimentaria. La variedad de formatos y modelos empresariales que tenemos en este sector en nuestro país permite contabilizar unas 300 empresas que compiten a escala nacional y regional.

Las centrales de compra y la distribución mayorista contribuyen a este equilibrio dotando de elementos de competitividad a las cadenas más pequeñas, que se extienden a lo largo de todo el territorio nacional, hasta conseguir que la gran mayoría de los españoles, vivan donde vivan, tengan una o varias tiendas donde realizar una compra completa de alimentación a unos 15 minutos de sus casas.

Esta competitividad es lo que, a lo largo de los años, ha permitido que los precios de la alimentación en España se mantengan por debajo de la media de la Unión Europea y que, además, todos los consumidores tengan acceso cercano y fácil a una alimentación completa, variada y segura.

Como decía, es la competitividad desde donde se deben afrontar los grandes retos que se presentan ante el Mercado Único Europeo. El dictamen del CESE subraya en este sentido la necesidad de crear condiciones de competencia equitativas para todas las empresas mediante “el fomento del crecimiento y la competencia leal y la creación de un entorno favorable a las empresas y a la atención de los fines sociales”. Una de las grandes preocupaciones que detecta el dictamen es “el auge de iniciativas reguladoras nacionales y autonómicas que entran en vigor antes de la publicación de las iniciativas europeas, dificultando la armonización de las normas” y el día a día de las compañías.

En paralelo, es urgente “mejorar la calidad de la legislación en Europa y en los Estados miembros (...) eliminando la legislación superflua” que, entre otras cosas, que genera fragmentación del mercado único europeo. En definitiva, el exceso y la mala calidad legislativa -así como las trabas administrativas que, en demasiadas ocasiones, encuentran las empresas para su adecuado funcionamiento- lastran la competitividad europea. El CESE pide, por tanto, que se evalúe cada reglamentación “en cuanto a su contribución a la competitividad de las empresas y al bienestar de los ciudadanos”.

Es preciso abordar en ese mismo sentido el extenso paquete normativo que configura el Pacto Verde y hacerlo desde el mismo enfoque de la competitividad. En opinión del CESE, “las inversiones ecológicas podrían propiciar un largo periodo de crecimiento en el mercado interior de la UE y, al mismo tiempo, realizar una importante contribución a la lucha contra el cambio climático”, pero, para ello, es necesario que los plazos y ambiciones se adapten a la nueva realidad en Europa.

No cabe cerrar los ojos a la difícil situación económica creada por el contexto energético y por la dificultad de acceso a muchas materias primas, que ha tenido como efecto acelerador la guerra en Ucrania y como consecuencia una inflación no vista en décadas en toda la Unión Europea. Ahora más que nunca, Europa no puede perder el tren de la competitividad empresarial en una dimensión tanto de economía interna como internacional.

La autonomía estratégica abierta -desde la conciencia de que el intercambio con otras zonas geo económicas es necesario y positivo- no puede lograrse sin adoptar un enfoque de competitividad apoyado por una legislación que facilite este contexto.

Aterrizando esta idea sobre el sector de la distribución alimentaria, tenemos en él un gran ejemplo de aplicación con éxito de elementos de competitividad -como son las centrales de compra- en beneficio del consumidor, de la creación de empleo y del desarrollo económico.