Los riesgos de contaminación de una campaña electoral permanente

Después de meses de campaña no oficial que se sumaron a las dos semanas de la oficial antes de las pasadas elecciones autonómicas del 28 de mayo, apenas unas horas después de hacerse públicos los resultados aún provisionales volvía a convocarse una nueva cita con las urnas, en este caso para unas elecciones generales. Como si del día de la marmota se tratase, sin haberse despejado siquiera la gobernabilidad de la Comunitat Valenciana se volvía a entrar en un espiral política en que todas las formaciones están más interesadas en atender a sus posibles intereses de cara a los votantes que a sus responsabilidades.

Una situación que en el caso de la Comunitat Valenciana produce la paradoja de que durante estos días resulta difícil distinguir entre quién está en un Gobierno en funciones, que parece que se dedica ya más a hacer oposición, y los ganadores de unas elecciones, que a ratos siguen más interesados en poder culpar a quienes estaban en los puestos que van a ocupar que de argumentar y explicar sus propias decisiones, fundamentales para los cuatro próximos años.

Un paréntesis que se está haciendo demasiado largo, especialmente sabiendo el inevitable parón que se produce en la Administración pública hasta que no está claro quien está al mando y a quien se rinden cuentas. Durante las semanas previas a las elecciones autonómicas se anunciaban inversiones a un ritmo febril y se urgían actuaciones ante la necesidad de garantizar especialmente todos los proyectos ligados a los fondos Next Generation con fecha de caducidad. Con actuaciones fundamentales en marcha como el inicio de gigafactoría de Volkswagen en Sagunto la continuidad institucional debería estar garantizada para evitar la incertidumbre en quien está dispuesto no sólo a realizar inversiones multimillonarias en el territorio, sino también a trabajar en él durante décadas.

Un caso paradigmático de este interregno sin control ha sido la filtración de las negociaciones de Tesla con la Generalitat Valenciana para implantar su factoría. Cualquier responsable político sabe que los globos sonda desvelando esas conversaciones suelen ser la mejor forma de asegurar que no salgan adelante, lo que además sirve para alentar todo tipo de segundas intenciones. Tampoco parece casual que también el rescate industrial estrella de esta legislatura, el de la castellonense Marie Claire, que comunicó en febrero sus dificultades para hacer frente a sus pagos en febrero al juzgado y, por tanto, a sus acreedores como la propia Generalitat, desvele que está al borde del cierre justo tras celebrarse las elecciones autonómicas. La lealtad institucional para temas capitales como las grandes inversiones que pueden marcar un antes y un después deberían estar fuera de toda duda y por encima de intereses partidistas.