Aerolíneas, viento a favor con un futuro lleno de retos

Desde el punto de visto financiero, después de haber perdido más de 180.000 millones de dólares entre 2020 y 2022 a escala mundial, principalmente por los efectos de la Covid-19, las aerolíneas ya pueden dar por concluido ese periodo de números rojos.

Los beneficios netos globales del sector estimados para este año ascienden a unos 10.000 millones de dólares, más del doble de lo estimado inicialmente. Como ya habíamos anticipado durante el primer trimestre del año, esta mejoría con respecto a lo inicialmente previsto se debe principalmente a una fuerte demanda creciente y sostenida para volar en todos los mercados de pasajeros (se estima que los volúmenes de los mercados domésticos ya están cerca de 100% de los niveles de 2019 y a unos 84% al nivel global), la reapertura rápida del mercado en China y unos precios del fuel más estables que en los últimos años.

Asimismo, el aumento en actividad ha permitido una mayor absorción de los costes fijos a pesar de que estos sufren presiones inflacionarias. Aunque hay aerolíneas más rentables que otras, está claro que con un margen neto a nivel global un poco por encima del 1%, hay muchos retos para el sector en el futuro.

Las aerolíneas, como muchos otros sectores, hacen frente a desafíos macroeconómicos de gran calado, como las presiones inflacionistas en sus propios costes operativos, el entorno de subidas de los tipos de interés, el todavía elevado precio del petróleo y la solidez del dólar estadounidense.

Asimismo, han surgido dificultades en materia de infraestructuras durante el año pasado, especialmente severas en periodos vacacionales, a medida que se trataba de recuperar la capacidad.

El efecto de la guerra de Ucrania y la correspondiente prohibición de sobrevolar el espacio aéreo ruso ha tenido impacto, sobre todo, en las aerolíneas europeas que vuelan hacia Asia que se tienen que conformar con vuelos más largos y costes directos más altos. Por otro lado, las aerolíneas de Oriente Medio se han beneficiado de esta situación con aumentos en volúmenes de pasajeros con destino Asia y la India.

Si a todo esto le añadimos los retrasos de entrega de aviones nuevos para atender la creciente demanda, la correspondiente necesidad de recurrir a flotas más antiguas con motores menos eficientes y con sus gastos de mantenimiento más altos, es como un palo más en las ruedas para la vuelta a la rentabilidad deseada.

Los problemas en la cadena de suministro y los retrasos en la producción que han provocado siguen poniendo trabas al duopolio de fabricantes de aeronaves: Airbus y Boeing. Los retrasos en el ámbito de los motores han sido especialmente complejos, dado que el recurso a nuevas tecnologías ha provocado algunos problemas en las puestas en servicio. Dicho esto, las carteras de pedidos de ambos actores reflejan el elevado nivel de demanda de productos (especialmente con respecto de las aeronaves más populares de fuselaje estrecho y con menor consumo de combustible, como la 737 MAX y las nuevas gamas de la A320), y aquellos que intenten realizar nuevos pedidos tendrán que esperar años.

El reto de reducir las emisiones de carbono sigue acechando al sector, y todas las partes interesadas son conscientes y reconocen la necesidad de emprender acciones inmediatas. La vergüenza de volar, la imposición de impuestos y reglamentos medioambientales y la mayor atención a los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) por parte de los inversores constituyen preocupaciones reales para el sector. Aunque la aviación representa cerca del 2,5% de las emisiones de CO2 mundiales, su trayectoria de reducción de su huella de carbono es menos clara que en el caso de otros sectores. Una opción para gestionar las emisiones actuales de carbono es la compensación, pero es algo que requiere una mayor supervisión y regulación y que se considera una solución más temporal que a largo plazo.

El objetivo a medio y largo plazo entonces está relacionado con el combustible sostenible para la aviación (SAF, por sus siglas en inglés), pero existen obstáculos significativos en términos de suministro y costes. Se están explorando alianzas interesantes por parte de algunos arrendadores de aviones y aerolíneas en relación con el SAF, y resulta necesario que se emprendan iniciativas concertadas y más colaborativas en todo el sector, así como por parte de Gobiernos en todo el mundo, para que esta opción dé lugar a una situación similar a la que aspira IATA de cara a gestionar la senda de la reducción de las emisiones de carbono.

No existen soluciones rápidas y fáciles, pero estamos observando cómo los arrendadores se fijan objetivos de sostenibilidad ambiciosos y tratan de aumentar la colaboración en la industria de la aviación para dar con soluciones relevantes.

En general, las perspectivas siguen siendo positivas para este sector, que ha capeado un revés como ningún otro y ha sobrevivido para contarlo. Su recuperación y resiliencia han sido dignas de admiración.

Aún existen obstáculos macroeconómicos en el horizonte, pero con la convicción de que la voluntad de viajar y explorar está arraigada en nosotros, estamos a punto de comenzar el siguiente ciclo de la aviación con la confianza de que el sector puede seguir prosperando y creciendo.