Navegando (sin lastres) hacia los puertos verdes

Si hay un aspecto clave para que España siga siendo en los próximos años un líder en logística marítima ese es, sin lugar a dudas, la transición energética de nuestros puertos. Convertirse en un “puerto verde” es un objetivo hacia el que ya caminan todos los centros marítimos de nuestro país y que implica un cambio de perspectiva importante. La transición supone tener en cuenta la actividad de estas instalaciones estratégicas de una manera global, no solo desde el ámbito económico -que no debe olvidarse-, sino también desde el ámbito social y el medioambiental.

El ecosistema portuario se construye sobre un equilibrio complejo en el que conviven muchos tráficos distintos (pasajeros, buques de mercancía, marinas...), donde se prestan servicios muy variados (a la mercancía, al buque, a los pasajeros, los suministros) y que tienen lugar en unas instalaciones singulares y estratégicas. Son muchos y variados los intereses a tener en cuenta, lo que nos sitúa ante un reto de una envergadura nada desdeñable.

Superarlo con éxito pasa por combinar estrategias a distintas velocidades. A corto plazo, los puertos están abordando medidas individuales y más fácilmente ejecutables, como el uso de materiales sostenibles o reciclables existentes en el mercado, energía verde, digitalizar procesos para ser más eficientes y consumir menos recursos, electrificar los muelles...

Sin duda, nos encontramos ante una magnífica oportunidad para modernizar la infraestructura portuaria de nuestro país. En los próximos meses y años, uno de los cambios que más puede afectar al día a día de la industria es que los puertos comiencen a ofrecer suministro eléctrico desde tierra a los barcos, incluyendo además instalaciones de energía renovable.

Porque cuando un buque llega a puerto es, en realidad, como si lo hubiera hecho una pequeña ciudad flotante. Ciudad que necesita de una importante cantidad de energía para poder seguir funcionando. Hasta ahora, los buques utilizaban sus motores auxiliares para satisfacer su necesidad eléctrica, algo que está empezando a cambiar. El objetivo es que los barcos tomen su energía de la red eléctrica de los puertos, lo que tiene evidentes ventajas, pues se reducen las emisiones contaminantes tanto de los puertos como de las ciudades en las que están situados, pero además se aminora considerablemente el nivel de ruido.

Este es un sistema que no es nuevo, pero que está viviendo un notable impulso en su implantación, al calor de las nuevas normativas medioambientales. Un buen diseño de este modelo puede hacer que esta transición no solo valga la pena en términos medioambientales, sino que, además, sea más rentable.

A largo plazo, el objetivo es unir fuerzas, abordar el desafío del conjunto de la industria portuaria como un objetivo compartido, no como si los distintos actores fueran competencia. Asociaciones sectoriales como PIPE o Asoport pueden -y deben- jugar un rol decisivo. Además, también es necesario que las empresas y el sector público compartan la misma visión. Abordar este cambio de paradigma de la mano de la Administración como agente facilitador puede ser muy beneficioso, pues la colaboración público-privada ya se ha dado -y con mucho éxito- en sectores portuarios como el australiano.

Según nuestros cálculos, abordar la transición energética del conjunto de los puertos españoles requerirá de una inversión de más de 4.500 millones de euros, que se destinarán mayoritariamente a la instalación de renovables, la electrificación de los muelles y la producción de biocombustibles para los barcos. Es evidente que la comunidad portuaria debe alinear sus intereses para que todo este esfuerzo resulte rentable para el mayor número de grupos de interés posible.

Por lo pronto, los puertos europeos ya han solicitado facilidades financieras para desplegar esta electrificación, así como algunas exenciones fiscales para la electricidad que consuman los puertos atracados en barcos comunitarios. También se ha puesto sobre la mesa que se establezcan algunos requisitos para que determinados buques deban hacer uso de estas instalaciones eléctricas, de tal modo que se garantice que las grandes inversiones que exige esta transición no quedan finalmente diluidas.

En España sabemos de lo que hablamos: ya hemos visto cómo algunos puertos se enfrentan a fugas de tráfico derivadas de las exigencias medioambientales en favor de competidores que no deben cumplir estas reglas. Como hemos comentado, la oportunidad es enorme, pero el camino, aunque inesquivable, no está exento de riesgos. Es imprescindible que todos los que formamos parte del ecosistema portuario naveguemos juntos este nuevo escenario. Como sector y como país.