Ley de Startups: cómo impacta en el ecosistema emprendedor español

Más de cuatro meses han pasado desde la aprobación de la Ley de Startups, que entró en vigor en diciembre del pasado año tras años de debate y decenas de enmiendas. No hay duda de que es una muy buena noticia tanto para emprendedores como para inversores, si bien es necesario analizarla y conocer bien qué cambios supone esta ley y si sus medidas son o no suficientes, ya que hay mucha desinformación y contradicciones alrededor de la misma.

La Ley de Fomento del Ecosistema de Empresas Emergentes, más conocida como Ley de Startups, es la primera de Europa orientada específicamente a la creación de un ecosistema emprendedor innovador, si bien es cierto que otros países ya tienen leyes similares o no la necesitan tanto como nosotros. Así, es la primera vez que las startups tienen un marco normativo propio en España para desarrollar su actividad, que incluye medidas de carácter fiscal y laboral, societario y administrativo.

En este sentido, destaca la creación de la Oficina Nacional de Emprendimiento (ONE), un organismo encargado de coordinar los servicios de apoyo al emprendimiento para facilitar una mayor agilidad administrativa; y las mejoras en el tratamiento fiscal de las stock options −beneficio concedido al empleado por el cual tiene la posibilidad de comprar acciones de la empresa a un determinado precio y durante un período determinado−, que son clave para atraer y retener talento.

También con este fin vinculado al talento, se ha creado un visado especial de Nómadas Digitales −profesionales de otros países que teletrabajen desde España− y la extensión de las autorizaciones de residencia a emprendedores, inversores y estudiantes extranjeros.

Por otro lado, esta ley contempla mayores incentivos para el emprendimiento “en serie”: los socios fundadores de startups que se embarquen en nuevos proyectos podrán beneficiarse ilimitadamente de los beneficios de la Ley; y el impulso del emprendimiento rural, con la puesta en marcha de proyectos piloto en entornos rurales.

De todas estas cuestiones, un punto clave es que incentiva el venture capital español, al facilitar la creación de empresas, lo cual seguramente incrementará las inversiones en startups en España. Para el sector del Corporate Venture Building -modelo que consiste en crear nuevos negocios de la mano de grandes corporaciones− también es una buena noticia, puesto que la Ley facilita y hace mucho más atractiva la creación de negocios. Otro punto interesante es que, en virtud de la Ley de Startups, se autoriza a la empresa emergente (EE) a adquirir participaciones propias (autocartera) para entregarlas a empleados clave (incentivo conocido como plan de stock options), lo cual contribuye a la atracción y retención del talento. No obstante, este cambio no viene acompañado de una modificación de la Ley de Sociedades de Capital, por la cual una S.L. tiene que vender o amortizar su autocartera en un máximo de tres años y, cuando vende participaciones propias, debe hacerlo a precio de mercado. Por otro lado, esta ley también contribuye a atraer inversión de otros países, ya que reduce la burocracia para obtener el NIF de inversores extranjeros en empresas emergentes españolas.

Con todo ello, aunque esta nueva ley supone un avance para el ecosistema emprendedor, no es fácil crear empresas en España. Por ejemplo, las rebajas fiscales que contempla la norma −los primeros 45.000 euros de ingreso tributable están exentos de IRPF− están más orientadas a inversores que a las propias empresas emergentes, ya que la mayoría de las startups no tienen beneficios durante los primeros cinco años, por lo que esta medida carece de sentido. En cuanto al visado de Nómadas Digitales, si bien es positivo, ya que atrae talento extranjero, este seguirá trabajando para otros países.

Por otro lado, es interesante ver cómo la Ley fomenta la colaboración público-privada entre universidades y empresas emergentes mediante la promoción de programas educativos en emprendimiento y habilidades digitales, una formación universitaria orientada a favorecer el emprendimiento, así como la posibilidad de que creen o participen en Empresas Basadas en el Conocimiento. Sin embargo, la universidad, de momento, continúa sin incluir el emprendimiento como una prioridad en sus planes de estudio y, aunque los jóvenes cada vez tienen más espíritu emprendedor, sigue sin existir una cultura del emprendimiento generalizada: la mayoría de ellos prefiere seguir trabajando por cuenta ajena y no invertir tiempo ni arriesgar dinero en una idea de negocio.

En definitiva, la Ley de Startups era muy esperada y necesaria, pero no es suficiente el planteamiento actual. Aunque supone un ligero avance, todavía existe un gran margen de mejora y, desde el ecosistema emprendedor español, debemos seguir apostando por una legislación aún más ambiciosa.