‘Private equity’: un faro al que apuntar en medio de la tempestad

A diferencia de una gema, cuyo reflejo produce una indudable atracción puntual gracias a la luz emitida por factores exógenos, algunas estrategias de inversión generan su propia luz, quizá más tenue en ocasiones, pero siempre brillante, segura, y permanente.

Durante los últimos años, el escenario económico global se ha visto seriamente afectado por diferentes eventos de distinta naturaleza, tanto por motivos puramente económicos y financieros en su origen, como por otros (guerras, covid, ...) que lógicamente han acabado alterando significativamente la economía y ,por tanto, el comportamiento del universo de activos invertibles.

En este escenario, a diferencia de los activos más tradicionales como son la renta variable y la renta fija, y dentro de las denominadas “Inversiones Alternativas”, encontramos que las inversiones en Private Equity ,en los últimos 25 años, han obtenido retornos significativamente superiores al del resto de activos de inversión, tanto tradicionales como alternativos. Es cierto que, al mismo tiempo, han conllevado de media, una volatilidad, es decir un riesgo, considerablemente menor en comparación a la mayoría de activos.Lógicamente, este nivel de riesgo depende de la estrategia en cuanto a la selección de estas empresas, y de la estructuración de las operaciones.

En cuanto a este último punto, es posible acceder al capital de estas empresas tanto de forma directa, como a través de un fondo, o de un fondo de fondos. Si bien en el caso de acceder a través de un fondo de fondos, con una cartera correctamente diversificada, no hemos sido capaces de encontrar ningún antecedente en Europa en el que se haya perdido capital, si atendemos al último informe publicado por Bain, encontramos que el riesgo de no recuperar el 100% del capital invertido a través de una inversión directa sería de un 20%, mientras que el mismo riesgo a través de un fondo, quedaría reducido al 12%.

Por tanto, a nivel de riesgo, no existen antecedentes de ningún fondo de fondos en Europa, correctamente diversificado, que haya perdido nunca capital en los últimos 30 años.

Por otro lado, y en cuanto a la estrategia de selección de las empresas objetivo de inversión, además de criterios obvios como puedan ser el sector o la región geográfica donde operen de forma habitual, existen otros muchos criterios importantes a nivel de diversificación, entre los que destaca particularmente el tamaño de la empresa. A diferencia de los mercados públicos, en los que el tamaño de las empresas es generalmente grande, en los mercados privados este tamaño varía significativamente, pudiendo ser desde una empresa de “capital semilla”, es decir, una empresa en su fase más embrionaria, hasta una empresa consolidada y global que facture miles de millones de forma anual.

Considerando el amplio elenco de empresas invertibles según su tamaño, es fácil entender que todas ellas responderán a dinámicas muy diferentes entre sí. Si bien aquellas empresas en sus fases más iniciales podrían representar un mayor potencial de retorno, lo cierto es que conllevan un riesgo mucho mayor, al no haber demostrado aun su viabilidad y capacidad de crecimiento y consolidación de forma clara. También es verdad que la inversión en este tamaño de compañías en Europa se desarrolla en un entorno menos eficiente frente al mercado estadounidense, presentando claras diferencias en su rentabilidad entre ambos continentes.

En el otro extremo nos encontramos con empresas muy consolidadas, con tamaños por encima de los 1.000 millones de euros. Éstas responden a unas dinámicas de comportamiento diferentes, y generalmente carecen de la posibilidad de generar un crecimiento significativo en un periodo corto de tiempo (4 o 5 años), tanto por vía del aumento de la cifra de negocio, como a través de la optimización de la estructura de costes necesaria.

Estas empresas tienden a generar retornos a través del uso de la deuda, gracias a su capacidad de generación a través de la emisión de obligaciones, o a la oferta de otras instituciones financieras atraídas por su tamaño. Por tanto, y de forma general, el perfil de estas empresas suele conllevar un nivel de deuda muy superior al de empresas de menor tamaño, en el entorno de 6 veces con relación a su beneficio anual (6 veces deuda/ebitda). Sin embargo, se prevé un impacto negativo en el corto y medio plazo de estas empresas (tanto públicas como privadas), a consecuencia del entorno macroeconómico mundial, caracterizado por una disminución de la deuda disponible en el entorno del 50% y un agresivo aumento del precio de ésta desde niveles negativos, o tipo 0 en el primer trimestre del 2022, hasta niveles en torno al 4% en la actualidad.

En último lugar, encontramos el segmento bajo y medio del mercado, es decir, aquellas empresas en el entorno de los 50 a 100 millones de euros de tamaño, en base a negocios consolidados, con elevadas tasas de crecimiento anual, y con capacidad de seguir creciendo, pero a su vez, con una capacidad de endeudamiento mucho menor que la anterior, con niveles en el entorno de las 2 veces deuda/ebitda.

Analizando los resultados de las distintas estrategias a lo largo del último año 2022, podemos comprobar como las mejores gestoras especializadas en este segmento han sido capaces de generar retornos netos para sus inversores sobre el 15% anual, o incluso superior. De igual forma, parece lógico esperar cierta contracción de los múltiplos a medida que el consumo global se reduzca a consecuencia de la traslación de los efectos del tipo de interés al público en general, por lo que, si la expectativa de ingresos a nivel general es menor, y los costes de financiación suben, es de esperar que aquellas inversiones en empresas con elevados componentes de deuda puedan sufrir en el corto y medio plazo. Sin embargo, una cartera bien diversificada (entre 15-17 fondos), con capacidad de llegar a los mejores gestores en las distintas geografías y sectores, enfocadas en el segmento bajo y medio de mercado, se antoja como esa luz propia, segura y permanente capaz de guiar el rumbo de una cartera hacia retornos superiores, a través de cualquier ciclo, y muy en particular, en entornos como el actual.