Ana M. Serrano

Aquella tarde dorada

Jules Gund nació en Uruguay, en una hacienda cerca de Tacuarembó. Sus padres, judíos de origen alemán, se instalaron en el país hacia 1945 huyendo del régimen nazi. En Ocho Ríos, esa gran mansión rodeada de acres y una mina de bauxita, nacieron y se criaron sus dos hijos varones: Adam y Jules

Ya adulto, Jules Gund escribe, La góndola, una novela de culto aclamada por la crítica desde su publicación. Durante los años siguientes, el escritor trabaja en vano en otro libro, un libro autobiográfico que nunca llegó a publicar y cuyo manuscrito se esfumó de manera misteriosa tras su muerte. “Podría haber sido un libro bonito”. Pero ya nadie puede saberlo. Nadie podrá saberlo jamás. Ni siquiera Omar Razaghi, el joven licenciado en Literatura por la Universidad de Kansas que aspira a escribir la biografía -autorizada- de Gund.

Es en este punto cuando Peter Cameron inicia Aquella tarde dorada, una deliciosa novela sobre el amor y el destino, sobre la forma de encarar las decisiones importantes de la vida. Es 1995. Jules Gund lleva muerto varios años. En la inmensa hacienda, decadente y destartalada, vive la peculiar familia del escritor: su viuda, Caroline, su hermano, Adam, y su amante y madre de su hija, Arden.

Omar dirige una carta a estos tres excéntricos albaceas donde les explica los motivos académicos, económico e intelectuales que le empujan a escribir la biografía de Gund, solicitando al tiempo la autorización para ello. Claro que él no contaba con que la negativa de ese trío de deliciosos dementes -“No creo en las biografías de los escritores”, dice Arden- le iba a dar la vuelta a la vida por completo.

Peter Cameron construye la novela bajo el prisma de comedia romántica, tierna e inteligente, liberándola de todo andamiaje cursi o recargado. El autor marca la cadencia de la trama a fuego lento, en la forma en que fluye la vida en un sitio de Uruguay en medio de la nada.

El libro, editado originalmente en 2002, traducido al español por Araceli Arola y publicado en 2015 por Libros del Asteroide, es una obra de espacios infinitos, sabores a durazno y tierra mojada, brillantes, tan dorados como su título. Los diálogos dan forma a esos horizontes inabarcables -e inabarcados- por las miradas individuales, sí por el conjunto de todas ellas. Y sus voces. El amor y las relaciones humanas se encargan de rellenarlos. No en el sentido peyorativo del término, sino como el complemento indispensable, como remata el relleno un pastel exquisito.