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La pelea del corcho por seguir a flote

España ocupa una privilegiada segunda posición mundial en este subsector forestal al que, no obstante, se le abre un negro horizonte por la falta de regeneración en la población alcornocal. Además, ahora sus tapones, que absorben el 80% de la producción, no tienen vinos que encorchar

El blanco que una familia norteamericana descorchó la pasada Nochevieja, el tinto que hoy regará una boda en Japón y el champán que un aficionado guarda como oro en paño para la final de la Copa del Rey de fútbol de este 2020 tienen algo en común: llevan tapón de corcho 100% español. De hecho, nuestro país ocupa una privilegiada segunda posición a nivel mundial en este subsector forestal -sólo superado por nuestro vecino Portugal-, con una facturación anual que alcanza los 350 millones de euros y la generación de 2.000 empleos directos que se elevan a 3.000 en la época de saca. A punto de comenzar la de este año, el sector mira al horizonte con incertidumbre y, aunque confía en mantenerse a flote gracias a las rentas de ese coliderato mundial en extracción corchera, dos negros nubarrones amenazan su futuro: la población alcornocal viene sufriendo en los últimos años falta de regeneración y, además, desde que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas y en nuestra economía, le falta su principal cliente: el sector del vino.

Los tapones del sector corchero español no tienen, hoy por hoy, botellas que encorchar. De hecho, las ventas de esta industria han caído en torno a “un 20, un 30% respecto a lo que sería habitual en esta época”, según afirma el presidente del Clúster del Corcho ASECOR, Joaquín Herreros de Tejada. Sobra decir que la culpa de este descenso es del Covid-19 y también, que el desplome en la cuenta de resultados anual de ese socio preferente, el vino, lastrará las cifras de las aproximadamente 150 empresas corcheras que hay en nuestro país -20 de volumen significativo y el resto, pequeñas empresas-.

¿Cómo será realmente ese impacto? Reconoce Herreros que le cuesta realizar “vaticinios”. “La incertidumbre es grande”, dice el también director de calidad DIAM Corchos, una de las empresas punteras de la bautizada como Ciudad del Corcho, San Vicente de Alcántara (Badajoz), para enfatizar que, “en lo emocional, cada uno tenemos la idea de cómo quisiéramos que fueran las cosas, pero no podemos tener certezas” salvo la de que “va a ser un año difícil”.

En ello coincide el director del Instituto Catalán del Corcho (Icsuro), Albert Hereu, quien, no obstante, se aferra a la “cuestión menos negativa” para mirar al futuro. Así, afirma que, siendo España uno de los países más castigados por la pandemia, al tratarse el corcho un sector eminentemente exportador y no depender tanto de la demanda interna, hay confianza en que las exportaciones hacia otros países amortigüen el impacto del coronavirus en las cuentas del sector.

Por lo pronto, en el corto plazo, Herreros vislumbra que, en los dos o tres próximos meses, “habrá un repunte artificial de la actividad” en las bodegas y, de su mano, en las empresas fabricantes de tapón de corcho, “porque habrá que liberar los medios acumulativos para dar cabida a los caldos de la próxima campaña”. No obstante, el cierre durante casi dos meses del canal Horeca y las restricciones en su nueva normalidad, han dejado mucho vino almacenado, y aunque es cierto que la comercialización en las grandes cadenas de distribución ha crecido durante el estado de alarma, los nuevos índices de consumo en el hogar no contrarrestan ni de lejos la pérdida que supone el cierre de hoteles, restaurantes y bares.

Bache en el horizonte

Más allá de este escenario inmediato, al corcho español se le presenta otro gran problema. Según Joaquín Herreros, nuestro territorio suma unas 500.000 hectáreas con presencia significativa de alcornoque, pero el 1% de la población que cada año muere no es reemplazada. De hecho, se puede decir que el sector vive hoy de las rentas; concretamente está recogiendo los frutos de una “importante repoblación llevada a cabo en la década de los noventa del siglo pasado, con fondos europeos, sobre unas 90.000 hectáreas”. Así, afirma el presidente del Clúster del Corcho ASECOR, “ahora vamos a subir un peldaño, vamos a tener un poco de aire” en el sector, porque está comenzando a descorchar esos alcornoques plantados hace 30 años -periodo estimado en el que puede iniciarse la saca o extracción cíclica del corcho-. Ahora bien, como no se ha sostenido el reemplazo de los árboles muertos, “se vislumbra un bache enorme en el horizonte”.

“Las instituciones deben actuar ya, ayudar y empujar a los propietarios y apoyar la I+D emprendida en el ámbito del alcornocal”, reclama Herreros, para atajar un problema que “anticipamos ahora y que está en nuestra mano evitar”.

Internamente, el sector ya trabaja en un proyecto de irrigación racional de la superficie alcornocal que permita adelantar la primera saca aproximadamente a la mitad de tiempo actual, a unos 15 años. Además, se ha volcado en investigaciones para favorecer la llegada de medios tecnológicos que aligeren el laborioso y muy manual trabajo de los sacadores, así como de prevención, atenuación y erradicación de la seca, un pseudohongo que se agarra a la raíz del árbol y “lo acaba secando”, y de la llamada culebrilla en el corcho, una plaga insecticida que degrada la calidad del producto sacado.

Esperando esa implicación institucional que le ayude a mantenerse a flote, el sector comienza en estos días la temporada de saca con buenas expectativas. Según subraya Herreros, en Extremadura ya han realizado las gestiones pertinentes para garantizar que, en estos inicios de la desescalada, “y dentro de la anormalidad que todos vivimos, la campaña pueda desarrollarse con normalidad”, y los temporeros que lleguen a la dehesa extremeña y que se estima sumen unos 30.000 jornales -número de sacadores por días trabajados-, tengan garantizados sus desplazamientos y estancia.

Se dan las “condiciones técnicas idóneas para una buena saca”, afirma el presidente de ASECOR, en una Comunidad de cuyo alcornocal salen aproximadamente 25.000 toneladas de corcho, el 36% de la producción total española que tiene a Andalucía a la cabeza (50%). Por lo que respecta a Cataluña, territorio que ocupa el tercer puesto nacional en producción de corcho y que presume de una potente industria transformadora en tapón, también se da un escenario “inmejorable” y se augura “una campaña larga de saca”, según Hereu.

En total, del alcornocal español salen al año unas 70.000 toneladas de corcho en bruto, del que más de un 80% acaba siendo tapones, mientras que el 20% restante se destina a pavimentos, aislamientos o artículos de regalo y decoración. De ese volumen de producción, el 80% es exportado, siendo Portugal el principal destino.

Tapón igual a calidad

El tapón de corcho representa calidad para el 97% de quienes beben vino en el país más consumidor del mundo, EEUU. Artífice de que haya dejado atrás a sus competidores sintéticos y de que su valor vaya en aumento es InterCork, una iniciativa de empresas e instituciones catalanas del sector y de la asociación portuguesa Apcor. Según explica el director de uno de los organismos implicados, el Instituto Catalán del Corcho (ICSuro), Albert Hereu, esta unión se ha materializado en “campañas de comunicación” enfocadas a “bodegas, prescriptores y consumidores” -la última, un concurso de diseño de tapones para vino y cava, Enodesign Experience-, con las que han buscado y buscan que el tapón de corcho sea entendido como carta de presentación ante un cliente al que habla, no solo de la calidad del producto que guarda y preserva en la botella, sino también de sostenibilidad ambiental –se trata de un producto que es 100% natural, reciclable y reutilizable, así como de vertebración territorial y de marca España, dado que la mayor producción mundial de corcho se da en la Península Ibérica, y, además, en zonas rurales en las que genera empleo y fija población.

Más allá de estas campañas, organismos como el ICSuro trabajan también en otros frentes para fortalecer al sector como ejemplo de bioeconomía circular. Así, acaba de lograr una nueva Ley Vitivinícola Catalana que insta a potenciar el tapón de corcho “para el envasado del vino como elemento de calidad e innovación”.