Ante una subida histórica de los alimentos en Navidad

Los alimentos siempre suben en Navidad. Estamos acostumbrados a que a partir de estas fechas y especialmente desde diciembre algunos productos se encarezcan en los mercados. Lo que ya no es tan normal es que la subida se inicie tan pronto y sea tan fuerte. Basta acercarse a los mercados para comprobar que el cochinillo, el capón, el pavo, el marisco y el pescado suben más de un 30%, con casos puntuales en que el incremento es incluso mayor, de hasta el 50%. El miedo al desabastecimiento está provocando que sean cada vez más los consumidores que están haciendo acopio de cara a la Navidad y eso, unido al incremento de los precios de la materia prima, la subida de los fletes marítimos y del transporte y el fuerte incremento en los precios de la energía, ha provocado una tormenta perfecta.

Y el problema, según reconocía hace unas semanas Ignacio González, el presidente de Aecoc, la mayor organización de fabricantes y distribuidores de España, con más de 30.000 empresas asociadas, es que lo peor puede estar aún por venir. Todo indica, de hecho, que con los costes disparados, el precio de los alimentos seguirá subiendo de forma escalonada hasta las fiestas y los españoles tendrán que enfrentarse así, a la Navidad más cara en mucho tiempo. De momento, el índice del precio de los alimentos, según la FAO, ha tocado su máximo histórico en una década. Y en España la situación no es mucho mejor, con el IPC disparado.

En un mercado libre, los precios deben regularse por la ley de la oferta y la demanda. Eso es algo incuestionable y no cabe intervencionismo alguno por parte del Gobierno. Pero que desde el Ejecutivo se pongan sobre la mesa nuevas subidas de impuestos y no haya medidas viables para frenar el encarecimiento de los costes de la energía y o el transporte supone un gran problema que conviene abordar. El peso de la industria agroalimentaria española en la economía nacional y su importancia de cara al empleo hace necesario que el sector sea escuchado y tenido en cuenta a la hora de abordar nuevas decisiones. Resulta absurdo que, en lugar de eso, sigan produciéndose ataques sin sentido desde algunos ministerios, como el de Consumo.

El sector de la distribución ha demostrado una gran competitividad y resiliencia ante la crisis, garantizando en todo momento el suministro de los alimentos, incluso en los peores momentos de la crisis. Si alguien duda ahora de que su voz debe ser escuchada se equivoca. Solo mediante la colaboración empresarial será posible abordar la compleja situación a la que nos enfrentamos en los próximos meses. De momento, habrá que abrocharse los cinturones para encarar la Navidad.