No hay que darle alas al ‘ibérico’ de EEUU y evitar así que despegue

España debe proteger a una de las joyas de su gastronomía: los productos del cerdo ibérico, ante la incursión de Estados Unidos con la cría del mismo. Aunque la raza no se puede reservar a un país determinado, en el sector denuncian que la falta de una Indicación Geográfica Protegida (IGP), que ampare al animal de raza pura autóctono, genéticamente puro y asociado a un ecosistema único, como es la dehesa, además de una producción extensiva, está permitiendo la competencia americana. Asici, la organización que agrupa a los productores españoles de cerdo ibérico, debe velar por los intereses de nuestros ganaderos y por un producto clave para la industria alimentaria nacional.

Los grupos y empresarios españoles que se han lanzado a producir en EEUU, con la compra de empresas locales o el impulso a las mismas, son muy libres de entrar en el negocio que consideren oportuno y la libre competencia debe estar siempre garantizada. Pero una cosa muy distinta es que España no proteja con la denominación de los productos ibéricos, que debe limitarse, única y exclusivamente, a los de la Península, es decir a España y Portugal. De hecho, ambos países deberían colaborar en esa línea e impedir el avance de productos estadounidenses vendidos libremente como ibéricos.

Esta defensa del cerdo ibérico no debería tener como uno de sus ejes de actuación minusvalorar el trabajo que están haciendo los norteamericanos y, en consecuencia, caer en la autocomplacencia, alegando, como hacen desde la interprofesional del cerdo Ibérico (Asici), “que condiciones como el ecosistema, el manejo, la trazabilidad, cómo se curan nuestros jamones, donde se elaboran, cómo se elaboran. Eso nunca lo pueden hacer Estados Unidos ni estas empresas, aunque sean españoles”. Si las empresas norteamericanas que elaboran productos derivados del cerdo ibérico consiguen convencer a los habitantes de este país de 328 millones de habitantes, al que España exporta alimentos por valor de 1.838 millones de euros, de que su producto es de calidad, el daño sería irreversible. Y no solo allí, puesto que, al margen de consumirlo dentro de sus fronteras, los norteamericanos lo podrían exportar. Y es más: ¿Y si los chinos toman ejemplo y hacen lo mismo? Lo que está claro es que en Estados Unidos, como vean un filón, lo van explotar.

Tampoco parece muy lógico y alentador que Manuel Murga, español, uno de los impulsores de Acornseekers, una de las compañías norteamericanas que producen ibérico, recibiera en su día un premio al emprendimiento empresarial por parte de una institución en su ciudad, Sevilla. ¿Se imagina alguien a los franceses, con su chovinismo, haciendo algo parecido?