Restricciones e impuestos: una combinación letal para el sector

Pronto culminará un año que, al margen del alto coste personal y emocional que ha tenido en nuestras vidas, ha sido nefasto para la economía española en general y para la industria alimentaria, y, sobre todo, la restauración, en particular. Pero dentro de lo que ya se ha perdido a causa del covid, sería bueno no darle la puntilla a ambos sectores en el apenas mes y medio que falta para que concluya 2020, e intentar que la Navidad suponga el inicio de la recuperación con el aliento de la vacuna en perspectiva.

Nadie cuestiona que la salud es lo primero, pero a la hora de valorar la posibilidad de mantener o endurecer las restricciones a la movilidad o de limitar aún más las reuniones familiares durante las fiestas navideñas, habría que tener en cuenta al menos dos cuestiones. La primera, considerar que ciudadanos merecen, después de un año tan duro, poder reunirse con sus seres queridos; en la medida de los posible, claro. Y la segunda, atender al peso que el sector que la industria alimentaria tiene en la economía española. Solo en Navidad, y poniendo como ejemplo únicamente a dos sectores: el cava y los dulces navideños, conviene recordar que facturan conjuntamente más de 700 millones de euros. A ellos se suman todos los demás: pescados y mariscos, cordero, jamón serrano e ibérico... del que dependen miles de puestos de trabajo.

Por otra parte, no parece muy razonable que en un momento en el que el sector necesita respirar se estén planteando subidas de impuestos, por ejemplo, a las bebidas azucaradas y edulcoradas, o a alimentos considerados “insanos”. En este sentido conviene recordar que las autorregulaciones de la industria alimentaria para mejorar la calidad y seguridad de sus productos, en forma de notables inversiones en I+D, siempre han ido más lejos de las exigencias legislativas en la materia. Además, es más que sabido que preservar un óptimo estado de salud depende de muchos factores y no solo de un grupo de alimentos.

En cuanto a la hostelería, no se entiende muy bien como no se han tomado medidas a nivel estatal, como sí han implementado en Cataluña o en países vecinos como Portugal, para que los restauradores no tengan que seguir pagando el 100% de los alquileres en un momento en el que se está abriendo con un aforo limitado o, directamente, no abriendo. No se puede demonizar a un sector que ha hecho las cosas bien en lo relativo a medidas de seguridad e higiene, tanto de empleados como de clientes. Es tremendamente injusto hacer de la hostelería el chivo expiatorio de esta pandemia. Desde un primer momento, los restauradores, ya adelantándose al Ejecutivo, propusieron medias o recomendaciones de contención de virus deberían haber sido tenidas más en cuenta.