La Maquinista Valenciana apaga las luces de sus faros tras más de un siglo

La firma valenciana que fue pionera en equipar los faros de la costa española y llegó a medio mundo se ha extinguido tras perder 3,2 millones de euros durante la pandemia.

La empresa valenciana pionera en fabricar e instalar los equipos de óptica e iluminación de los faros españoles, La Maquinista Valenciana, se ha visto abocada a la desaparición tras más de un siglo de actividad. La pyme se declaró en concurso de acreedores el año pasado tras sufrir los efectos por el parón de su actividad durante la pandemia y los problemas para mantener un negocio que, tras la proliferación de la navegación por satélite y la geolocalización, se basaba fundamentalmente en las ventas a países en desarrollo.

La compañía declaró pérdidas de 3,2 millones de euros en 2020 con unos ingresos de poco más de 700.000 euros. Finalmente, el Juzgado Mercantil Número 5 de Valencia ha puesto fin al proceso judicial por falta de activos que liquidar y ha declarado extinguida esta histórica compañía. La Maquinista Valenciana actual era la heredera de una histórica fundición de metal fundada en 1880 por Francisco Climent en Valencia y tuvo entre sus logros algunas de las primeras máquinas de vapor construidas en España. También se dedicó a la estructura de grandes puentes y monumentos, como la estatua ecuestre del rey Jaume I, que todavía hoy domina la plaza de Alfonso el Magnánimo en la capital valenciana. A principios del siglo XX, la empresa se dedicó a producir todo tipo de equipos para la entonces próspera industria del tabaco y apostó por diversificar con el salto al sector marítimo, en el que la tradición de los muelles valencianos también garantizaba su actividad. Fue así como arrancó en el sector denominado de “las ayudas a la navegación marítima y fluvial” en 1914, al convertirse en la primera compañía española en proveer linternas y equipos para faros.

Esa actividad con el tiempo se acabó convirtiendo en la fundamental, con pausas como la Guerra Civil en que la fábrica valenciana fue incautada y destinada a la producción de material bélico y militar. Los intentos de recuperar el esplendor anterior a la Guerra y el esfuerzo de construir una nueva factoría acabaron pasando factura a la industria metalúrgica y en 1954 tendría que liquidar la mayoría de sus activos, aunque la familia Climent mantuvo la actividad con otra empresa que unos años después recuperaría el histórico nombre. En la última parte del siglo XX la compañía valenciana apostó por la internacionalización como vía para garantizar su continuidad y logró contratos en países como Indonesia, Vietnam, Guinea Ecuatorial, México o Chile. La otra cara de esos pedidos eran los largos plazos de las licitaciones en esos países e incluso los incumplimientos y retrasos en los pagos. Unos altibajos económicos ante la falta de estabilidad en los ingresos que llevaron a los herederos del fundador, Francisco Climent, a salir de la compañía en 2007 para intentar revitalizarla.