La transición energética con renovables: de desiderata a imperativo
La Europa que heredamos tras la pandemia de Covid-19 y la guerra de Ucrania ha cambiado en muchos aspectos a la Europa en la que vivíamos hace solo cuatro años. Ambas sacudidas a nuestro modo de vida han supuesto que la lucha contra el cambio climático y la transición energética, que en 2019 eran un objetivo loable y en el que se trabajaba con una velocidad desigual según los países, en 2023 se hayan convertido en obligaciones irrenunciables, que no admiten demora, y que nos han puesto frente a un espejo que refleja una imagen que nos desagrada más veces de las que quisiéramos.
Entre las muchas enseñanzas de la pandemia, aprendimos que necesitamos producir, por ejemplo, medicamentos mucho más cerca de donde los consumimos y que no podemos depender de fábricas en la otra punta del mundo. Que tampoco podemos encomendarnos a un transporte y una logística que pueden paralizarse en cualquier momento por una pandemia, cambiar el rumbo de un barco por una decisión empresarial o geopolítica, o triplicar el precio de los productos que transportan en el tiempo que tardan en cruzar un océano.
La terrible guerra que asola a la población ucraniana ha tenido repercusiones económicas en el resto de Europa. Ya nadie discute que el Viejo Continente no puede depender energéticamente de otros países, ni nuestro bienestar doméstico ni nuestra industria se lo pueden permitir.
Y si además tenemos la amenaza real del cambio climático, que tiene en el Mediterráneo su zona cero de acción, ya tenemos los tres ingredientes que me llevan a afirmar que la transición energética es la condición sine qua non para seguir creciendo.
En primer lugar, debemos agilizar la instalación de energía renovable. Agilizar no como declaración de intenciones, sino como algo que hay que tomarse muy en serio ya, hoy mejor que mañana. En la Comunitat Valenciana se conectaron en 2022 tan solo 11 MW de energía solar fotovoltaica a la red a través de parques, frente a, por ejemplo, los 3.000 MW de Castilla-La Mancha. El hito superado en enero de las declaraciones ambientales positivas es solo el primero de los tres trámites administrativos a superar; necesitamos más foco y más velocidad.
Necesitamos activar la resolución ágil de los expedientes, dar seguridad jurídica a los promotores, y todo ello sin, por supuesto, dejar de velar por el medio ambiente para que las energías renovables se integren en el territorio de la mejor manera. O trabajamos todos en la misma dirección o pronto no habrá medio ambiente que proteger, porque el cambio climático habrá arrasado con todo.
Produciendo la energía necesaria de la manera más próxima al lugar que se consume daremos a España y a Europa la independencia energética que necesita. Una independencia energética que podemos y debemos liderar desde el sector de las energías renovables, porque además es la única garantía de poder frenar el cambio climático.
La guerra nos ha hecho ver que Europa debe producir su propia energía dentro de sus fronteras, y que mejor ejemplo que el sol, el viento o el recurso hidráulico; los tenemos en abundancia, especialmente en España.
Si en los últimos meses nuestro país ha tenido el precio de la energía más barata de toda Europa y parte de nuestra industria ha podido ser competitiva gracias a ello, es por el papel que han jugado las renovables.
De forma paralela debemos sumar esfuerzos públicos y privados para que toda esa energía renovable que debe instalarse en los próximos cinco años se nutra de una industria que produzca todo lo necesario en España y en Europa.
En la Comunitat Valenciana y en España tenemos las empresas líderes en instalación y generación de energía renovable, pero si los inversores electrónicos, los paneles solares o los componentes de un aerogenerador se fabrican en Asia, seguiremos estando al albur de los intereses geoestratégicos de terceros países. Valencia y Pekín están separados por 9.100 kilómetros, una distancia demasiado grande como para fiarles nuestro futuro.
Desde Avaesen estimamos que, en los próximos cinco años, instalando la energía renovable que necesitamos, las empresas del sector podemos generar más de 30.000 puestos de trabajo con una inversión de 7500 millones de euros, sólo en la Comunitat Valenciana. Pero estas cifras se quedan casi pequeñas, en comparación de todo lo que una transición energética en tiempo y forma puede afianzar.
Ya tenemos el ejemplo de la gigafactoría de Volkswagen, o las inversiones que una industria valenciana líder mundial como Power Electronics van a hacer; pero no son los únicos. La energía es un eje transversal común a cualquier sector productivo. Por ello, unos costes energéticos contenidos, no gracias a la subvención ni a restar hoy de la factura para que paguen nuestros hijos la deuda mañana, sino gracias a un sector energético con una cadena de producción y de valor completa, son esenciales para nuestra sociedad.
Es cierto que a decenas de miles de personas les preocupa, con razón, cómo van a calentar sus casas en este mes de febrero. Pero también debe preocuparnos el poder fabricar un paracetamol en España o en Europa a un precio razonable, hoy no lo hacemos. Y ahí las renovables tienen mucho que aportar.
Es tiempo de elevar el debate a la altura del momento que estamos viviendo. Es un momento de necesidad, pero también de oportunidad, podemos liderar el cambio y liderar la transición energética porque estamos preparados. El resto de actores del tablero también deben estarlo.