José Antonio Costa, director de Aimplas: “El impuesto al plástico discrimina a un material frente a otros”

El Instituto Tecnologico del Plástico (Aimplas) que forma parte de los centros de Redit ha duplicado su tamaño en cinco años para abordar retos como la economía circular. Tras superar los objetivos de su actual plan estrátegico, se plantea elaborar de foma participativa un nuevo documento para fijar sus líneas hasta 2030.

Aimplas está muy focalizado en un único material como el plástico, ¿eso supone una fortaleza o les limita?

Nos fortalece porque gracias a esa especialización somos el centro de referencia para plásticos en España y estamos camino de serlo en Europa. Esa fortaleza nos da capacidad para hacer propuestas con más valor y potencial de mercado. Pero, además, el plástico es tan versátil que el mercado es muy amplio. El sector de más consumo es el de envase y embalaje, que supone casi el 40%, luego está la construcción, que representa un 20%. También la automoción, con un 12%, y cada vez más tienen más peso las empresas relacionadas con el reciclado. Además hay segmentos con menos volumen, pero donde su valor añadido es fundamental, como en salud, aeronáutico y aeroespacial, energías renovables o la agricultura.

Parece que el plástico ahora mismo está demonizado por su impacto ambiental.

Es cierto que el plástico no goza de buena imagen de manera injusta. Contra eso tenemos que luchar. Es verdad que como se utiliza en tantas aplicaciones, al final se genera un alto volumen de residuos, que no son un problema cuando están bien gestionados, porque es reciclable y se puede introducir en la economía circular. Hay que dejar claro que la producción de plástico apenas supone entre el 5% y 6% del consumo mundial petróleo, el 85% es para energía y, además, estamos buscando alternativas para lograr materias primas alternativas.

Hace unos años el instituto austriaco Denkstatt especializado en sostenibilidad realizó un estudio para valorar qué supondría sustituir todo el plástico que se utiliza actualmente. Las conclusiones eran que se necesitaría tres veces más cantidad de materia prima, además de tres veces más energía, para fabricar esos productos. El plástico se transforma a entre 150 y 200 grados, mientras que el metal o el vidrio tienen que llegar a más de mil grados. Una de las ventajas del plástico es que es más ligero. Por esa diferencia de peso las emisiones de carbono necesarias para el transporte se triplicaría. Si se hiciera un análisis del ciclo de vida de muchos productos que se nos venden como más sostenibles nos daría como resultado que, en la mayoría de las aplicaciones, el plástico es el más sostenible..

¿Cómo se ve desde el sector el impuesto al plástico en los envases alimentarios? ¿Preocupa que los tributos medioambientales pueda suponer un giro a otros materiales?

La Administración debe decidir las estrategias para conseguir que la sociedad avance y los impuestos medioambientales pueden ser una vía, ahí no hay nada que decir. Pero deberían tratar por igual a todos los materiales y basarse en evidencias científicas. Lo que ocurre con el impuesto del plástico es que es una legislación solamente para los envases de plástico. Solo existe en España y discrimina a un material frente a otros, cuando vemos que no hay soluciones mejores en otros materiales que, sin embargo, no se ven afectados. Las empresas nos trasladan preocupación porque la aplicación del impuesto es bastante compleja y quedan flecos que no están bien resueltos. Y eso a las empresas les produce preocupación e inseguridad a la hora de ver cómo tienen que aplicar y liquidar el impuesto. También hay que decir que el plástico del mar no viene de Europa, donde existen infraestructuras adecuadas para su gestión. Según los estudios, apenas procede un 2%.

Esa preocupación medioambiental, ¿supone también un mayor impulsa a la investigación y a la innovación en el sector?

Es cierto que también es una oportunidad para desarrollar proyectos que permitan hacer el plástico más útil en economía circular. Desde Aimplas estamos trabajando en proyectos que tienen que ver con el ecodiseño para reducir las materias primas que se utilizan y hacerlo más fácilmente reciclable. También desarrollamos nuevos sistemas de reciclado, porque además del mecánico (el triturado tradicional), hay materiales complejos o contaminados más difíciles de recuperar. Desde hace años desarrollamos sistemas de reciclado químico e incluso el reciclado biológico, con microorganismo que pueden degradar el material o eliminar las capas de material que no son recuperables.

¿En qué otros retos del sector están trabajando en Aimplas?

Otra de las áreas en que está habiendo mucho interés es en nuevos orígenes de la materia prima como alternativa a combustibles fósiles que no vengan del petróleo. Estamos siendo muy activos en obtener plásticos de biomasa, de residuos ricos en azúcares e incluso de la captura de CO2. Son plásticos que además pueden ser compostables, en línea con la economía circular, uno de los grandes retos del sector. También hemos iniciado el primer proyecto aeroespacial con la Agencia Espacial Europea (ESA) para desarrollar materiales en migrogravedad. Cuando vayamos al espacio no podremos transportar todo, por eso estudiamos nuevos materiales que se puedan producir y utilizar allí.

¿Cuál ha sido la evolución de Aimplas en los últimos años?

Llevamos 15 años de crecimiento sostenido y en los últimos 5 años hemos duplicado el tamaño. En 2017 estábamos en 10 millones de euros y el presupuesto para este año supera los 20,5 millones de euros. Las claves han sido la inversión constante para ampliar las líneas de trabajo en nuestros tres productos fundamentales: proyectos de I+D, servicios de laboratorio y formación técnica especializada. Por otro lado, hemos ampliado la base de clientes. A partir de 2017 empezamos una estrategia de ampliar clientes internacionales, con incrementos de más del 20% anual. Tenemos unos 3.000 clientes activos, de los que 700 son internacionales.

¿Qué inversiones ha realizado Aimplas y tienen en marcha para ese crecimiento?

Hemos invertido 3 millones de euros de media en los últimos años y este año alcanzaremos los 3,5 millones. El papel del Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (Ivace) ha sido fundamental, es quien permite que hagamos la innovación a medio y largo plazo. En la parte de inversiones nos apoyamos en ellos tanto para nuevas infraestructuras como en la parte de contratación. Acabaremos el año en 240 personas frente a las 120 que eramos en 2017. Es otra parte esencial porque ese talento cuesta atraerlo y fidelizarlo.

¿A qué van a destinar los nuevos espacios en los que están invirtiendo?

Una parte muy importante va a tener que ver con la síntesis de polímeros. Para hacer cosas diferentes el material desde el origen tiene que ser distinto, eso nos da capacidad para hacer más cosas y las oportunidades que se abren son mucho mayores. Además, queremos seguir creciendo en lo que llamamos nuestra granja de impresión 3D.

¿En qué proyectos colabora Aimplas con centros de Redit más allá del plástico?

La colaboración real es muchísima y continua. Por ejemplo, con el centro de cerámica ITC trabajamos en descarbonización. En movilidad estamos trabajando con el Instituto de Biomecánica (IBV) que lidera un proyecto en el que colaboramos con Aidimme, ITE, ITI e Itene. Con Ainia en alimentación para envases y con Inescop también colaboramos en el desarrollo de adhesivos.

¿La gigafactoría de baterías les abre un nuevo campo de desarrollo?

Las baterías tienen componentes internos de distintos materiales, también plásticos, como membranas y otros, y en eso ya estamos trabajando. También en la propia carcasa de la batería, normalmente son metálicas y el uso del plástico permite reducir el peso y, con ello, algo esencial en el coche eléctrico: ganar autonomía. Por ejemplo, tenemos un desarrollo de unas láminas que conducen electricidad y generan calor, que aplicado a la climatización interior en el coche eléctrico podrían permitir aumentar entre un 30% y un 35% la autonomía de los vehículos.