Por qué la sostenibilidad puede arrollar a tu empresa

Estamos un poco cansados de escuchar constantemente la palabra sostenibilidad, con un vacío enorme cuándo profundizas. Probablemente no nos hemos parado a pensar que algo es sostenible cuando se mantiene, se puede prolongar o conservar y, desde hace un tiempo, está asociado al medio ambiente, a “ser verde”. Si dejamos de un lado el ecologismo y el activismo, en el mundo de la empresa tiene más sentido vincularlo a una gestión responsable, sea cual sea el ámbito de actuación. Una empresa sostenible debe llevar intrínseco ser más respetuoso con el medio ambiente, generar impacto positivo en las personas con las que interacciona y, sobre todo, ser rentable. Esto significa ser sostenible económicamente y asegurar la viabilidad de la compañía a través de la toma de decisiones objetivas, mediante unos órganos de gobierno adecuados. Estaríamos hablando, por tanto, de una empresa que se mantiene, se prolonga y se conserva.

Ser sostenible, o mejor dicho tener una estrategia de negocio sostenible, debe pasar por el análisis, la priorización, la ejecución, la medición y la comunicación, tanto interna como externa. Por suerte, la mayoría de las empresas así lo entienden, otra cosa es que lo puedan aplicar en ese día a día infernal al que nos estamos acostumbrando a gestionar.

Cuando no es una crisis, es un virus o es una guerra terrible, con consecuencias en un precio de la energía que ya venía castigando los costes de infinidad de sectores. O simplemente no consigo atraer o fidelizar talento porque las nuevas generaciones buscan algo diferente y no se el modo de dárselo. Tener una estrategia de negocio sostenible es, en gran medida, algo que ya se hace, o se intenta, en muchas empresas familiares y pymes con la intención de hacer bien las cosas. A veces lo único que hace falta es ordenar lo que se hace. Y para eso es importante tener información de calidad.

Que la información es un recurso valiosísimo ya lo sabemos, pero no es tanto tenerla, sino cómo ser capaz de conseguirla y transmitirla lo que debe concentrar nuestro interés. Para hacer una gestión responsable, obtener esa información pasa por una adecuada conversación con los grupos de interés de cada compañía y la identificación y priorización de las cuestiones materiales para el negocio. Independientemente del tamaño o sector, ese ejercicio lo puede y debe realizar la empresa para enfocar adecuadamente esa estrategia de negocio sostenible.

Pero la velocidad exponencial a la que va el mundo condiciona enormemente la capacidad de poder tomar decisiones en tiempo real. El largo plazo casi ya no existe y vivimos una revolución económica en la que se mide el impacto incluso de lo que hasta hace poco eran intangibles. Por todo esto es imprescindible pararse a pensar en el medio plazo y actuar en el corto. La gestión responsable es trabajar para conseguir que tu empresa transite este mundo etéreo de la sostenibilidad corporativa cuál Camino de Santiago sin final, a veces con lluvia o poca energía para caminar, y otras con la satisfacción de haber conseguido superar una etapa más.

Ser sostenible no es binario, es un proceso para el cual se necesita tener un adecuado plan de transición que aterrice las soluciones reales a los problemas o necesidades por orden de prioridad, asegurando el equilibrio entre la rentabilidad a medio plazo con la urgencia de respuesta a las cuestiones que te pueden apartar del mercado si no les das una salida rápida.

El verdadero reto es hacerlo sencillo para la empresa, cuando casi nada parece sencillo en el mundo de la gestión empresarial. El tsunami regulatorio lo llevamos viendo golpear a las grandes empresas desde hace tiempo, que lo soportan como pueden a golpe de big4 y soluciones digitales de gestión de datos, en esto último es, sin duda, donde todas las empresas acabaran.

El agua ya llega a casi todo el tejido empresarial. Si no es una de las infinitas normas y exigencias medioambientales, es la necesaria determinación por regular el bienestar de los empleados con planes de igualdad, políticas de diversidad o retribución equitativa. Por no olvidarnos de las exigentes normas de reporting del hasta ahora conocido como estado de información no financiera -pronto informe de sostenibilidad corporativa- el reglamento de taxonomía, los estándares europeos o la debida diligencia.

Y si la regulación no afecta, porque no soy aún lo suficientemente grande, resulta que el acceso a la financiación ya está condicionado por lo sostenible que soy, mis clientes me exigen pasar determinados filtros de sostenibilidad o la administración condiciona los concursos en la misma medida.

Además de hacerlo sencillo, el otro reto es que todos participemos en una necesaria colaboración para transitar por ese camino. La administración debe ser consciente que esto no va solo de regular, sino de acompañar. Ayudar a aquellos que lo tienen más complicado y premiar a aquellos que están cumpliendo con los exigentes requerimientos del mercado.

El mundo del capital, los bancos, los inversores, deben ser consecuentes con su papel de agente transformador, equilibrándolo con la oportunidad de negocio que se les presenta. Incluso el individuo, el consumidor, el trabajador, todos tenemos que aportar nuestro granito de arena, dar ejemplo, ser coherente y premiar los esfuerzos de las compañías que de verdad están evolucionando su modelo de negocio.

En definitiva, o la empresa trabaja en un auténtico plan de transición para tener un verdadero mapa de sostenibilidad estratégica que consiga generar un modelo de negocio sostenible real o amigo, te quedan los días contados. Y aunque esto suene complicado, no lo es... Solo hay que empezar, incluirlo en la agenda de prioridades y dedicarle tiempo y trabajo, como a cualquier ámbito de una empresa, y el resultado lo veremos en la cuenta de resultados más pronto que tarde.