La biotecnología valenciana atrae 4.300 millones en un año récord

La irrupción del Covid ha llevado a cotas impensables el valor de empresas de innovación y tecnología médica. Firmas valencianas como IVI, Igenomix y Sistemas Genómicos han protagonizado operaciones de relumbrón en los últimos 12 meses en un sector que busca consolidarse con esta ola inversora

El virus del coronavirus no solo paralizó la actividad económica en todo el mundo. También supuso un importante acicate para la inversión tanto pública como privada en investigación y desarrollo de todo lo relacionado con la salud. Y una vez conseguidas las ansiadas vacunas, ese furor inversor por todo lo relacionado con la biotecnología en los mercados no se ha apagado. La mejor muestra de ello es que en los últimos 12 meses varias empresas de biotecnología valenciana han estado en el centro de una fiebre sin precedentes, al protagonizar operaciones corporativas que han sumado más de 4.300 millones de euros de valoración.

La gran campanada final fue la compra de la mayoría del grupo IVI-RMA, el conglomerado creado por el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), por el gigante inversor estadounidense KKR. Una operación que llevaba meses en el mercado y que atrajo a fondos y firmas de capital riesgo de medio mundo. Finalmente KKR se hizo con una pieza tan codiciada gracias a una oferta que supuso valorar el grupo en 3.000 millones de euros, casi el doble de los entre 1.500 y 1.800 millones que se hablaba inicialmente.

El IVI ya era la auténtica joya de la corona y el caso de éxito más envidiado por cualquier empresa vinculada a la salud en la Comunitat Valenciana. Sus fundadores, los doctores y profesores José Remohí y Antonio Pellicer, dieron con la tecla para vislumbrar en 1990 un sector de fuerte desarrollo, el de los tratamientos de fertilidad. Los dos médicos valencianos no se conformaron con extender su marca y sus clínicas al mercado español y hoy el grupo es un gigante con 86 clínicas en una decena de países y 2.500 empleados. En 2020 pese a la crisis por la pandemia su negocio superó los 288 millones de euros y para 2021 estimaba un ebitda de 135 millones.

Sus cofundadores, que mantienen una participación minoritaria y continúan al frente en la gestión, además siempre han tenido a gala mantener la actividad de investigación como uno de los pilares de este negocio. Fruto de ello y de la colaboración con otros médicos y científicos valencianos vio la luz el otro gran éxito del sector valenciano hasta la fecha. Igenomix, una compañía que nació como spin-off del propio IVI para el análisis genético especializado en tratamientos reproductivos en 2011 -su nombre original fue Ivinomics-. En julio del año pasado la compañía sueca Vitrolife valoró en 1.250 millones de euros la empresa con sede en Paterna, nada más y nada menos que 40 veces ebitda. Antes la firma ya había tenido experiencia con dos firmas de inversión, Charme Capital -de la familia italiana Montemozolo ligada a Ferrari- y el fondo EQT, que dieron relevo al IVI, cuya asociación se había convertido en un obstáculo para crecer porque precisamente sus clínicas eran la competencia de muchos de sus clientes. Igenomix hoy genera un negocio de 130 millones de euros y cuenta con 27 filiales y 650 trabajadores.

Y es que los análisis genéticos, algo que hace más dos décadas podía antojarse una quimera cuando se hablaba de desentrañar el genoma humano, es una de las disciplinas en que Valencia puede presumir de estar a la cabeza en España. Si en el caso de Igenomix fue un grupo sueco quien lo atestiguó, este mismo año uno de los gigantes europeos de los laboratorios de análisis clínicos lo ha confirmado con la compra de una de las firmas españolas más veteranas, Sistemas Genómicos. El Grupo Synlab adquirió el laboratorio valenciano por 43 millones de euros.

La firma ubicada también en el parque tecnológico de Paterna pertenecía a Ascires, un grupo familiar valenciano especializado en diagnóstico a través de imágenes. Con algo más de un centenar de profesionales el año pasado facturó 20 millones de euros después de utilizar su tecnología también para dar respuesta a los análisis del Covid.

“En diagnóstico genético con estas empresas y con otras como Health in Code, Progenie Biomolecular o Bioarray en Alicante y alguna más pequeña, estamos dando soporte desde Comunitat Valenciana al 25% o 30% de todo el diagnóstico genético que se externaliza en España”, explica Ángela Pérez, presidenta del clúster de biotecnología valenciana Bioval, para explicar el peso de la región en una tecnología puntera. Una realidad que sin embargo sigue siendo desconocida para muchos. La propia empresa de Pérez, con un largo historial como investigadora y emprendedora, es un ejemplo de esa trayectoria. Nacida como Imegen, en 2019 el fondo Alantra impulsó una fusión con otras dos firmas de análisis genético para crear Health in Code. “Esto sucede porque tiene una cantera importante de científicos y médicos que alimentan este ámbito de conocimiento, en el que por cierto no hay especialidad en Medicina”, explica Pérez. Una de las claves es la estrecha relación entre empresas e investigación, con más de una veintena de centros y universidades en la propia Bioval lo que fomenta una relación directa y ágil.

La presidenta de Bioval considera que ha habido una ventana que ha premiado con múltiplos nunca vistos en las empresas de este sector por el gran apetito inversor. “La inversión en I+D en este país va a seguir siendo un porcentaje muy bajo por cultura, pero el Covid ha sido un revulsivo a nivel mundial”, reconoce la empresaria, que también percibe un cambio por la incertidumbre que hará más difícil operaciones tan elevadas.

Aunque el segmento de la biosalud ha sido el gran protagonista de este furor inversor y representa alrededor del 40% de las 84 de empresas asociadas a Bioval, en la Comunitat Valenciana también existe un potente tejido bio ligado a la agroalimentación, que supera el 25%. En ese segmento ha habido operaciones, como la compra de la alicantina Glen Biotech, que ha desarrollado soluciones biológicas para plagas como el picudo rojo en la palmera, que ha sido adquirida por Symborg. Además las empresas tradicionales también apuestan por sus propios centros de I+D, como el gigante de los frutos secos Importaco, y que además colaboran con startups biotech como Darwin para desarrollar mejoras como añadir probióticos a sus productos. También Vicky Foods, fabricante de Dulcesol, y Health in Code han desarrollado unos batidos prácticamente a medida del consumidor, según los resultados de un test genético que marca que producto es más adecuado.

“Hemos mejorado mucho en crear un entorno con sitios donde ocurre la acción, como los parques tecnológicos y científicos, pero no recibimos el apoyo institucional necesario. No hablo sólo de dinero, debería haber más apoyo en las leyes y los incentivos”, señala la presidenta de Bioval, que pone como ejemplo las dificultades al desarrollo de BioHub VLC, un espacio que aspira a ser un polo del sector en La Marina de Valencia. Una inversión de más de 3 millones de euros que tras 5 años se hará realidad en el mes de julio a pesar de los continuos problemas para la concesión con la Administración.

El desarrollo de estos proyectos han generado también un cierto ecosistema inversor, que sin llegar al modelo anglosajón si que cuenta con casos como el de Damià Tormo, un investigador que tras éxitos como el de Biocontech (ahora Highlight Therapeutics) ha dado el salto al lado de la inversión como socio de la gestora de capital riesgo especializada Columbus que tiene en cartera una decena de participadas españolas e internacionales, como la valenciana Tyrix de terapias génicas, en la que participa Almirall.