Un divorcio político que no saldrá gratis para el ‘Botànic’

La dimisión de Mónica Oltra pone el punto final al matrimonio político que ha marcado el ciclo de Gobierno en los últimos siete años en la Comunitat Valenciana. Nadie duda que Ximo Puig y la vicepresidenta fueron los grandes impulsores y sobre todo los ejecutores del Pacto del Botànic, con el que se ha bautizado a un Gobierno de izquierdas que además con esa denominación intentaba evitar las comparaciones con los tripartitos recientes en otras autonomías.

La salida de Oltra ha vuelto a estirar la cuerda entre los dos principales socios del Gobierno valenciano al reabrir las heridas en su relación. Pero en esta ocasión el divorcio entre los encargados de pilotar la política de la Generalitat supondrá más fracturas que en ocasiones anteriores. Para empezar el adiós de Oltra tiene mucho de simbólico, por lo que supone de caída de un emblema de las fuerzas de izquierda que hicieron de la alternativa a la corrupción del PP su principal eslogan. Un argumento que siguen utilizando pese a que ahora son ellos los que tras dos legislaturas tienen que rendir cuentas de su gestión más que pedirlas a la actual oposición.

Las formas también son importantes en política y en el caso de Oltra, aunque a ella no le guste y tache las comparaciones como odiosas, lo cierto es que a muchos ha recordado precisamente lo ocurrido con algunos de los políticos del PP contra los que cargó cuando estaba en la oposición. Aferrarse al puesto, culpar a una persecución de los radicales y erigirse en mártir era un discurso que se parecía demasiado a episodios recientes de la política valenciana que ella misma ha vivido... aunque desde otro lado.

Tras sus reproches a su socio de Gobierno en su salida, también queda patente que la relación entre las fuerzas del Botànic está muy lejos del entusiasmo con que se unieron como alternativa a un posible Gobierno del PP. Las palabras de Oltra responsabilizando a Puig y los socialistas en parte de su salida por falta de apoyo son una pesada herencia para Compromís y, sobre todo, para reeditar una tercera edición del Botánic si lo permiten las urnas el año que viene. Tampoco la proximidad de las elecciones, con todos los partidos haciendo cálculos y la sombras de lo ocurrido en las últimas elecciones autonómicas en Madrid y Andalucía, anticipa que estas heridas tengan tiempo para curar.

El lastre de la imputación judicial de Oltra era un desgaste que Puig no estaba dispuesto a tener que amortizar, aunque para ello tenga que sacrificar algo de la estabilidad de la que presume cuando se refiere a la “vía valenciana” con la que trata de crear marca propia. En juego un tercer mandato en que quiere jugar cartas como los niveles de empleo o la gestión económica, con victorias como la llegada de Volkswagen y el reciente anuncio de la continuidad de Ford.