Gobernar para crecer en mares revueltos

Detrás de todo negocio rentable hay personas que tomaron decisiones en situaciones complejas. Cuando las aguas están en calma, gestionar es más sencillo: cualquiera puede ser capitán. Lo cierto es que la inmensa mayoría de las empresas nunca llegan a ser extraordinarias, precisamente porque la inmensa mayoría consigue llegar a ser bastante buena: y este es su mayor problema. Lograr ser competitivo en un entorno como el actual exige desarrollar una cultura por la excelencia, que ayude a desplegar las mejores herramientas y metodologías en ciclos de tiempos cada vez más cortos. Las oportunidades son cada vez más efímeras y muchas veces la diferencia está en la capacidad de tomar decisiones e implementarlas con éxito.

Y en este entorno de cambio vertiginoso y por tanto lleno de oportunidades, las limitaciones que afrontamos son muchas más veces internas que externas. Además, lo externo es para todos igual y no depende de ti. Son las personas las que nos constreñimos ante reglas y paradigmas que se han establecido como inamovibles. Es el verdadero talento que reta y cuestiona estas restricciones, el principal cuello de botella de las organizaciones, y por ende, cómo esté organizado se convierte en un factor clave del éxito empresarial. ¿Cómo somos capaces de combinar la iniciativa y el emprendimiento con el uso eficiente de los recursos?, ¿Cómo generamos un sistema que esté orientado hacia la generación de valor de manera sostenible?

Conforme la empresa crece, el empresario debe ir dejando de hacer una parte relevante de lo que le ha llevado a su éxito para “hacer hacer”, y centrarse en lo que sólo él puede ejecutar. Dar respuesta a este trabalenguas no es evidente. Refugiarse en las tareas del día a día nos permite justificarnos, y nosotros mismos somos el cuello de botella del sistema. Estructurar una visión compartida, alinear los intereses individuales con los colectivos y a partir de aquí facilitar a las personas que desarrollen los planes de acción, que aprendan a corregir y a decidir por sí mismos, que fallen pronto y por tanto, que nos resulte menos costoso el error, y nos sirva como un buen aprendizaje: a la empresa, y también a la persona. Es imprescindible crear modelos de gestión en los que el empresario genere oportunidades para los mejores, que deleguemos no las tareas, sino los resultados que esperas de ellos, y que les facilites recursos para que se puedan centrar en servir mejor al cliente, con el grado más eficiente de los siempre recursos escasos.

Del mismo modo, dirigir pensando en la estrategia se convierte en clave, visión a largo con acción a corto. Debemos pasar de la dirección del día a día que nos consume, para gobernar hacia el medio y largo plazo. Pasar del comité de Dirección, al consejo de Administración. Pasar de hacer proyectos (los pedidos de cada día) a hacer el proyecto (la empresa). Esta es la máxima responsabilidad del empresario, y sólo él la puede hacer. Cruzar este abismo del día a día se convierte en un trecho que no todos recorren. Sentirse imprescindible nos da una razón para levantarnos cada día. Buscar ser prescindible da mucho vértigo, es una mirada al abismo. Sólo unos pocos se atreven. ¿y tú?

Sin duda, desde el consejo se establecen los criterios, el marco de actuación, los valores y los principios, se da cobertura al balance de la compañía y se estructura un seguimiento de la hoja de ruta acordada con el comité de dirección a través del director general e interaccionando con el equipo directivo en lo que se aporte valor. Este equipo directivo es el que gestiona los recursos de manera adecuada en pro de los resultados buscados, siendo los que aplican los marcos determinados desde el consejo y se responsabilizan de la cuenta de resultados de la compañía. Este talento actúa en el corto y responde a los retos que cada día a día presenta el mercado, que corrige puntualmente el rumbo para coger el buen viento y las buenas mareas, pero siempre teniendo clara las coordenadas del destino acordado.

Crear este consejo, rodearte de las personas adecuadas, con criterio y experiencia, determinar las formas de relacionarse con el comité de Dirección, establecer unas pautas regladas de control y aportación de valor se convierte sin duda en todo un reto a desarrollar. Es avanzar en el desarrollo de un modelo de gobierno que permita al sistema aprovechar al máximo lo que cada uno puede dar. Dar y exigir de manera bidireccional, un balance de energías en pro de los objetivos deseados y pactados.

En este momento que vivimos, más que nunca, es necesario ser capaces de aprender a usar diferentes gorras en función desde donde estemos actuando, y no es nada fácil, ¡cuántas veces he visto autojustificaciones cuando somos jueces y parte! Separar funciones y delegar roles facilita desplegar un modelo coherente de dar y exigir. Asumir todos los papeles es la trampa más sencilla para no lograr lo que decimos que queremos lograr. Y la mejor forma de ser coherente no es decirlo, sino hacerlo. Dejar espacio para que cada uno aporte el máximo valor desde donde sólo él lo puede hacer, lo contrario es ineficiente y no admisible por el mercado, que acaba poniéndonos en el sitio que nos merecemos.

Sólo así podemos alcanzar la sana e imprescindible ambición que todo empresario, directivo, y profesional debe tener por ganar tamaño, por desarrollar la mejor marca, por atraer y desarrollar al mejor talento, por invertir en innovación, por desplegar las nuevas tecnologías, por implantarse a nivel internacional, por desplegar acciones en pro de la sostenibilidad y mejora medioambiental,... y todo eso siendo altamente eficiente y con la mejor calidad del producto o servicio a entregar, y así asegurar la mejor experiencia de un cliente cambiante y altamente exigente. Sólo es posible dar respuesta a estos retos si vamos dotándonos de las estructuras de gobierno adecuadas y por tanto de madurar en el modelo de gestión. Romper los techos de cristal y aprender a aportar valor desde otras posiciones. Sólo se vive una vez, seamos sanamente ambiciosos por ser la mejor versión de nosotros mismos, por ser excelentes como personas y así conseguiremos serlo como sociedad. Sólo así dejaremos un mundo mejor que el que nos encontramos.