La cara menos amable de la transición ecológica para la economía valenciana

La posilidad de que la mayor fábrica de la Comunitat Valenciana, la instalación de Ford en Almussafes, vea en peligro su continuidad más allá de 2030 se ha hecho real en los últimos meses. Detrás de la guerra abierta por la propia multinacional entre la factoría valenciana y la alemana de Saarlouis, se encuentra una realidad que muestra hasta que punto las decisiones tomadas para acometer la transición ecológica y el cambio climático pueden tener un impacto directo negativo en la economía valenciana, frente a los mensajes triunfalistas que daban por hecho que la transformación verde iba a traer automáticamente una mejoría en todos los niveles. En el caso de Ford, el paso de los coches movidos por los motores de combustión a las baterías eléctricas no sólo supondrá cambiar de tecnología, sino también una criba en la que alguna de sus factorías tiene que perder.

La realidad de que la factoría de Ford se encuentre en el alambre y con ella uno de los sectores industriales más potentes de la región viene a mostrar que más allá del discurso ecologista impulsado desde el propio Gobierno valenciano la economía regional puede ser una de las grandes perdedoras en esta reconversión medioambiental. Y es que frente al anunciado crecimiento que iban a traer las nuevas actividades verdes, pocos tuvieron en cuenta que los compromisos medioambientales tenían una cara B. Especialmente en una región en que su producto más vendido durante décadas eran los vehículos de combustión que se alimentan con hidrocarburos y que tiene entre sus empresas con mayor facturación a una refinería.

Una de los ámbitos en los que más se ha reflejado el abismo entre las buenas palabras y los hechos ha sido el de las energías renovables. La Comunitat Valenciana se quedó muy lejos de los objetivos previstos para 2020, y no por falta de interés inversor. En el último año apenas se instalaron 40 megavatios de potencia fotovoltaica en toda la región pese a que desde los estamentos públicos no se dejan de glosar las bondades de esta energía y su potencial en el territorio valenciano. Una alabanza de un futuro más verde que sin embargo no deja de retrasarse ante años de atasco en la tramitación y los nuevos impedimentos que surgen, como la decisión de muchos ayuntamiento de suspender directamente las nuevas autorizaciones.

Tampoco deja de sorprender que mientras se anuncian distintos proyectos multimillonarios para optar a los fondos europeos una inversión de más de mil millones de euros en un sector básico para la competitividad y la logística, siga en el limbo por el pulso político entre los partidos de izquierda. O que se prefiera que el sector cerámico tenga que recurrir a traer arcillas a miles de kilómetros de distancia en barco o cientos de kilómetros en camión, con la huella de carbono extra que supone, ante el bloqueo a las licencias de nuevas explotaciones.