La cadena de suministro ha desaparecido tal y como nos la habían contado

El Covid-19, los tickets de Joe Biden para recuperar el consumo en su momento, la guerra de Ucrania, el incremento de costes de electricidad, la escasez de materias primas (trigo, acero), los elevados costes de los fletes Asia-Mediterráneo, etc., han generado un terremoto de múltiples réplicas en la cadena de suministro. Lo que vulgarmente se llama efecto látigo, ha tensionado procesos, personas, sistemas, empresas y a la sociedad en general, creando una absoluta falta de fiabilidad en el sistema. Además, inmersos en la constante aceleración de la digitalización, terminando de transformar el panorama que teníamos hace apenas unos meses.

Las empresas han tenido que tomar muchas decisiones en un entorno mucho más exigente y de menor certidumbre. Tenemos un entorno de más costes, menos seguro, menos fiable, menos previsible, menos controlado, más complejo, y con una invasión de más tecnologías disponibles. La complejidad se ha multiplicado. Lo que se ha llamado del VUCA al BANI. Y lo que es si cabe todavía más relevante, es que el panorama empresarial tal y como lo conocíamos en las últimas décadas, había dejado de existir, pero no lo queríamos ver. Estábamos inmersos en un cambio sistémico que ya es absolutamente palpable y que todo lo que hemos vivido nos daba señales para afrontarlo, sí o sí.

Veníamos de un modelo económico definido desde la Segunda Guerra Mundial, en el que el consumo en occidente rico crecía nutriéndose de productos baratos fabricados en Asia. La globalización se había basado en reducir la capacidad industrial en Europa y Estados Unidos, apalancándose en el desarrollo de una industria con mano de obra barata y sin demanda interna en Asia. Desarrollando así un modelo de cadena de suministro lineal, de flujo tenso, razonablemente previsible y buscando el coste por encima de todo.

Esta realidad se ha caído definitivamente, la tecnología permite que cliente y fabricante se relacionen directamente de manera omnicanal, tensionando la relación con los intermediarios y reduciendo su poder si no aportan valor. La lucha por la relación con el cliente y por dominar el canal está en todas las mesas de dirección, como el distribuidor pelea por dejar su espacio y cómo los fabricantes buscan cómo trabajar con el cliente y cómo este intenta comprar cómo y a quién quiera en cada momento. Al mismo tiempo, se va desarrollando un nuevo mercado de clase media en China, que la convierte en una nueva locomotora mundial del consumo, cambiando el centro de poder geopolítico hacia Asia-América, y dejando a Europa en un extremo residual de tablero.

En este contexto, aparecen nuevas necesidades de los clientes y el mercado, auspiciadas, entre otros factores, por el despliegue ingente de nuevas exigencias en sostenibilidad, medioambiente, impacto huella de carbono, cambio climático, etc., así como nuevas necesidades por la salud, la inmediatez, lo ecológico, etc.

Y todo esto, ¿cómo afecta a la empresa española? Competimos en un contexto completamente diferente con nuevas realidades que implican nuevas decisiones y una mayor resiliencia en toda la cadena de suministro. Es imprescindible ser consciente de esta realidad para tomar decisiones de verdadero calado en la reestructuración de la cadena de suministro a esta nueva realidad. Si Europa está en un extremo, España y las empresas españolas estamos en el extremo del extremo del mundo económico, acentuado por la falta de tamaño de nuestro tejido empresarial. Estamos lejos de los centros de consumo, lejos de las materias primas, una sociedad envejeciéndose, con alta dependencia energética del exterior y con récords de deuda pública.

En este momento, es imprescindible no sólo hacer un uso eficiente de los recursos, siempre escasos, sino además aportar un valor diferencial para no desaparecer. Lo vemos de forma muy remarcada en determinados sectores que se están concentrando y donde hay menos actores de mayor tamaño. En este entorno, las oportunidades de negocio son cada vez más breves y los clientes nos exigen cercanía, inmediatez, personalización, flexibilidad, confiabilidad y, por si fuera poco, sostenibilidad. Del mismo modo la situación ambiental del planeta afecta también a la forma de hacer negocios y las exigencias sociales y normativas en este sentido transforman el footprint operacional.

Ante esta situación, las empresas deben replantearse las acciones a llevar a cabo para adaptarse, y que pasan por acciones como enfocar muy bien la Propuesta de Valor y potenciar su diferenciación: es la clave para que las empresas sean capaces de ofrecer algo diferente al cliente y este los elija frente a la competencia (gama, precio, nivel de servicio, etc.) Este foco en el aporte de valor tiene consecuencias muy relevantes en toda la cadena de valor, no sólo haciéndola más eficiente, sino recuestionando la ubicación de los recursos (dónde fabrico, qué, dónde almaceno, cómo es la logística primaria, cómo hago la última milla, etc.) y la velocidad a la que tenemos que cambiarla (dónde tengo stock, cuánto, de qué, desde dónde me aprovisiono, etc.).

Para ello, se vuelve todavía a la transversalidad en la gestión, lo que llamamos romper silos, para ello la implantación de la cultura de gestión S&OP aporta resiliencia y predictibilidad. También la integración hacia determinados proveedores: recuperar know how fabril que se había deslocalizado, incrementando el Nearshoring y cadenas de suministro circulares y más cortas. También acercarnos al cliente final y al proveedor eliminando y reduciendo intermediarios, al mismo tiempo que disminuyendo dependencias para atener alternativas.

En definitiva, la solución pasa por redefinir el modelo de negocio con un replanteamiento de la estructura de costes e inversiones, así como despliegue de modelos de gestión ágil que va a llevar a las empresas hacia la reestructuración de la Cadena de Suministro, con un nuevo modelo acorde a la situación actual. Sin duda todo un viaje para los valientes.

Un buen marinero se demuestra cuando la mar está brava, y detrás de todo negocio rentable alguien tomó decisiones relevantes.