Soluciones reales para la sostenibilidad energética

A nadie se le escapa que la energía es un factor crucial en la economía. El hecho de que dos gasoductos (uno de ellos por acabar) sean cómplices en primer grado de un conflicto bélico en nuestro propio continente, es clara evidencia de que la soberanía energética debería ser prioritaria mucho antes de darse cuenta de lo que supone que el que decide sobre la llave de paso del gasoducto piense en cerrarla o abrirla a voluntad propia.

Pero este conflicto no es la única variable que incide en los incrementos desaforados del precio que pagamos por una energía que, por otra parte, se produce igual que siempre y, a la vez, incluye cada vez más, menores costes en parte de su producción. Este pasado 2021 hemos producido el 47% de nuestra electricidad con renovables. Récord sobre récord cada año. Y mejorará muy deprisa con el ritmo actual de instalación fotovoltaica y eólica. Escucharás menos en los medios que, además, hay prevista la construcción de sistemas de bombeo hidráulico que servirán de baterías en el sistema energético español. El agua es renovable y gestionable y, además, la llave del control de la energía en España.

La convivencia de un mercado energético fósil, con la introducción de nuevos procesos de producción renovable, hace que existan discordancias importantes a la hora del cálculo de los precios de la luz. Mercado marginalista, lo llaman. Por último, la miopía empresarial de seguir viendo los dividendos económicos a repartir con los inversores como única vara de medir la excelencia, que normaliza que los beneficios medios de las grandes compañías energéticas se sitúen por encima de los dos dígitos en un año económicamente complicado para el común de los mortales, hace más difícil la aplicación de las soluciones que todo el mundo conoce. En una emergencia climática declarada a todos los niveles de conocimiento, con un reconocimiento político general en los distintos niveles administrativos y una sensibilización social cada vez mayor, hay que remangarse y actuar sin despistarse en florituras.

¿Qué podemos hacer a título personal? Actuemos, entonces, como ciudadanía, construyendo proyectos de comunidad de propietarios, de barrio, de municipio, de tribu, al fin y al cabo. Generando la inercia que la movilización social supone cuando se organiza. Busquemos el equilibrio de la suficiencia. ¿Qué energía es suficiente para vivir? Gracias a esta reflexión a título personal, empezaremos a valorar mejor cómo usamos la energía para que haya para todas las personas. El momento de la gran intensidad energética que nos han proporcionado los fósiles se está acabando, pero, además, debemos darnos cuenta de que el mundo no da para que todos tengamos piscina y tres coches propios.

Necesitar poco es el primero de los cambios mentales que tenemos que transitar. Seamos conscientes de que hay recursos para todos. Busquemos el equilibrio en el reparto. La eficiencia, que empieza por una buena rehabilitación en nuestras casas y pasa por gastar solamente lo necesario con una visión de suficiencia. Gastar lo justo es el segundo.

A la vez, con menos repercusión en los medios generalistas, se abren nuevas oportunidades que han de revolucionar el mundo de la energía de una manera muy importante. Nuevas legislaciones, como el Real Decreto 244/2019 que abre la puerta a la posibilidad de compartir la energía que produzcamos de forma colectiva.

Producir energía y, además, hacerlo de forma eficiente cuando la compartimos es lo que tenemos que hacer ya. Participar en las Comunidades Energéticas Locales que se van a ir creando. Proponer su creación si no has oído hablar todavía de ello en tu barrio o municipio.

Compartir y animar a nuestras vecinas y vecinos a hacerlo también es necesario en el contexto de emergencia climática, ambiental y energética en que vivimos. El mejor canal para mejorar, hasta acabar con la vulnerabilidad energética, es la creación de proyectos comunitarios que la incluyan como variable de trabajo.

El tercero es producir tu propia energía de forma compartida. Exigir a los partidos políticos que se decanten por el modelo resiliente basado en estos principios de sostenibilidad energética será la guinda del pastel para que todas las personas y organizaciones caminemos en la misma dirección.

Podemos hacer todo esto extensivo al tejido empresarial. Formar ya a su personal con una visión de ahorro y eficiencia en sus puestos de trabajo, actualizar ya los equipamientos por otros cada vez más eficientes, una vez amortizados los presentes, y producir energía con las empresas vecinas buscando aprovechar al máximo las instalaciones proyectadas mejoraría la competitividad, sobre todo, en las empresas más intensivas en gasto energético.

Las administraciones tienen que remangarse también. Facilitación administrativa actualizando las distintas ordenanzas municipales que penalizan poner un panel fotovoltaico en un tejado cuando la fachada abunda de otro tipo de instalaciones como compresores de aire acondicionado o antenas parabólicas. Actualización de la formación a los técnicos municipales que todavía colocan la generación fotovoltaica local en el futuro.

Incentivar los procesos participativos en los cuales se traten todos estos asuntos con detalle y se planteen en serios proyectos tangibles de comunidad. Crear las estructuras para incorporar nuevos modelos de movilidad colectiva. Integrando las baterías de estos elementos de movilidad, que no solamente han de ser coches, en el sistema de almacenamiento colectivo.

Pero, sobre todo, informar de que todo esto es presente y más que posible técnicamente. Una importante campaña de comunicación que permita a todo el que lea un artículo como este, saber que no hay ninguna ciencia ficción en ninguna de las propuestas escritas aquí. Una oficina de la energía en cada municipio.

Si compartimos que la energía es crucial en nuestra misma vida, ¿por qué desconocemos tanto cómo usarla de forma responsable? Aprender es empezar.