El peligroso espejo de El Prat para el puerto de Valencia y las inversiones pendientes
La paralización de una de las grandes inversiones en infraestructuras previstas en toda España, la ampliación del aeropuerto de El Prat, ha supuesto un nuevo acicate para los grupos políticos y sociales que desde hace tres años ponen piedras en el camino a la nueva terminal del puerto de Valencia. El anuncio sobre el aeródromo catalán ha dado más leña para que los detractores del puerto valenciano sigan encendiendo una polémica que desde el Ministerio de Transporte se daba por zanjada al avalar los criterios de la Autoridad Portuaria.
Quienes buscan un paralelismo en lo ocurrido con el aeropuerto de la ciudad condal recurren a la división política que ha generado en el seno de la Generalitat de Cataluña y el rechazo de ayuntamientos como el de la propia capital catalana. Una situación que comparan con la postura de dos de los socios del Botànic valenciano, Compromís y Podemos, así como el posicionamiento en contra del propio alcalde de Valencia, Joan Ribó.
Sin embargo, olvidan que a diferencia del proyecto para El Prat, la ampliación norte del puerto de Valencia ya fue aprobado en su día por los distintos organismos competentes y el dique de abrigo está construido desde 2012. Lo que ahora se pone en discusión en el caso valenciano es la inversión de una empresa privada, MSC, que se presentó a un concurso público con una propuesta para invertir 1.000 millones de euros en una terminal de contenedores en la capital valenciana.
Una infraestructura programada hace años y de la que depende el desarrollo futuro del primer puerto de contenedores de España para aspirar a situarse cerca de los grandes recintos del norte de Europa y garantizar la presencia de las grandes navieras, que curiosamente son uno de los operadores privados que está apostando por invertir en el ferrocarril como alternativa al transporte de mercancías por carretera.
El intento de utilizar el bloqueo político de El Prat como ejemplo para las infraestructuras valencianas puede poner en riesgo otras inversiones que llevan planificadas y pendientes desde hace décadas. De esa misma forma, los retrasos en ejecutar esas grandes infraestructuras hacen que muchos de sus planeamientos puedan ahora cuestionarse acudiendo a argumentos medioambientales muy generalistas, sin abordar los impactos concretos ni el coste real de poder contar o no con esos medios. Y más cuando los fondos europeos Next Generation, que cuentan con unos plazos cerrados muy concretos, pueden ser la última oportunidad para hacer frente a ese déficit de infraestructuras que después todos los partidos valencianos critican frente a Madrid.