Por qué es importante blindar la seguridad de la Inteligencia Artificial

La Comisión Europea ha tildado de “Década digital” a los próximos 10 años señalando que la Inteligencia Artificial (IA) tendrá un impacto más que significativo en la forma en que las personas nos relacionamos y trabajamos. Durante el pasado año asistimos desde nuestras casas a una demostración casi diaria de cómo la IA contribuía a la lucha contra el Covid pero, aunque la pandemia ha puesto el foco en sus innumerables beneficios, la IA es una realidad que nos acompaña día a día desde hace mucho tiempo haciéndonos la vida más fácil: estudiando comportamientos para reducir el número de accidentes de tráfico, creando soluciones para mejorar la medicina, luchando contra la delincuencia o revolucionando nuestra forma de comprar o relacionarnos con nuestra entidad bancaria.

Afortunadamente, Europa se está posicionando como la región del mundo con un mayor acercamiento ético a la IA y su desarrollo normativo en torno a esta cuestión es cada vez mayor. Por eso, desde hace unos meses, contamos con un nuevo Reglamento Europeo sobre Inteligencia Artificial.

Lejos de querer entrar en un análisis exhaustivo de esta normativa, es importante que sepamos que la Comisión ha diseñado un reglamento que afecta al suministro y utilización de IA para lograr un entorno más confiable y seguro, sujetándonos a todos los proveedores a distintos niveles de obligaciones y prohibiciones en función de los riesgos que se planteen para la salud, la seguridad y los derechos fundamentales de las personas en la UE. Además, propone un régimen sancionador con multas que pueden alcanzar los 30 millones de euros o el 6% del volumen de negocio total anual mundial.

Para todos los proveedores de IA, este reglamento es una garantía para el desarrollo de nuestro trabajo. Si bien es cierto que, desde el punto de vista de las personas y las compañías, es un sistema que ofrece muchas garantías de privacidad y de protección de la información. Adicionalmente, para que el ecosistema de confianza sea todavía más sólido, la ley debería también poner el foco en dar orientación y asesoramiento a las empresas para que puedan aplicar la IA con rigor y cumplir todas esas garantías de privacidad y protección de datos.

Yendo un paso más allá, me atrevería a afirmar que tiene que ser una normativa muy elástica que acompase su desarrollo e incluso se adelante a los cambios constantes que esta tecnología va experimentando. Precisamente porque van surgiendo nuevas aplicaciones que generan situaciones no reguladas previamente, algunas de las cuales pueden suscitar debates de tipo ético como por ejemplo cuando la IA debe tomar o asesorar decisiones como ocurre en el campo de la conducción autónoma o la medicina, respectivamente.

Que los pequeños debemos apoyarnos en los grandes no es ningún secreto. El reparto de los fondos Next Generation, con el foco puesto en la digitalización, hace prever una fuerte oleada de datos de empresas y ciudadanos. Sin embargo, esta avalancha no debe hacernos temer por la seguridad de dichos datos, ya que, a nivel tecnológico, están cada vez más seguros y, en ese sentido, nosotros somos partidarios de trabajar con las grandes nubes que existen, como la de Microsoft, porque incorporan sistemas de seguridad que no están al alcance de la mayoría de las empresas de menor tamaño.

Esta nueva normativa no sólo no impide avanzar a la IA, sino que facilita un desarrollo más armónico y seguro, porque la protección de datos -y más aún la de los datos personales sensibles- debe existir y se debe reforzar. No obstante, no debemos perder de vista que la IA aplicada sobre personas trabaja con datos anonimizados, de forma que realmente no conoce la identidad de la persona sobre la cual realiza el análisis de comportamiento.

Para todos aquellos que todavía miran con cierto temor los avances en materia de IA, es importante que conozcan que esta tecnología no se mueve en absoluto en un entorno opaco porque siempre necesita ser asistida y dirigida por la aplicación de criterios expertos desarrollados por personas que den sentido a lo que hace. Por eso, una cosa es que no se entienda bien cómo funciona un algoritmo desde el punto de vista matemático o computacional, y otra es que no se comprenda cómo funciona desde el punto de vista humano, social, de la salud o de negocio. Lo primero puede ser más habitual, pero lo segundo rara vez ocurre y es lo realmente importante.

La UE tiene previsto inyectar 2.000 millones de euros al año y movilizar inversiones adicionales del sector privado y de los estados miembros para alcanzar una inversión de 20.000 millones de euros al año en el transcurso de esta década. Se trata de unas inversiones absolutamente necesarias tanto desde el punto de vista competitivo, ya que prácticamente todos los bloques fuera de la UE están invirtiendo en IA, como desde el punto de vista de la mejora del bienestar de muchísimas personas aplicándola a ámbitos como la medicina, el gran consumo, el funcionamiento de las máquinas, etc.

A pesar de que en ocasiones parezca que la IA esté sólo reservada al ámbito privado y que las administraciones no deben ocuparse de estas soluciones, confío en que en los próximos años asistiremos a un vuelco en esta cuestión y veremos un aumento sustancial de su aplicación en el sector público para mejorar el bienestar general de una sociedad cada vez más expuesta a problemas medioambientales y con mayores índices de longevidad.

Desde nuestra área de conocimiento, asistiremos en sectores como el retail o la banca, con soluciones que busquen la máxima personalización del trato con el cliente, las ofertas y el asesoramiento comercial que se le realiza, de manera que los clientes sean fieles a su marca porque se acostumbren a una relación cercana en la que se tengan muy en cuenta sus gustos, preferencias y lo que realmente les aporta valor.