Inversión en criptomonedas: luces y sombras del activo de moda

Ahorrar es esencial. Siempre lo ha sido y lo será. Los jóvenes españoles están comenzando a darse cuenta de ello, y las crecientes preocupaciones por la sostenibilidad del modelo actual de pensiones que supuestamente garantizará su jubilación, no hacen sino reafirmar y acentuar dicha necesidad. Esta concienciación generacional respecto a la importancia de no consumir todo lo que se ingresa, lleva a nuestra juventud a replantearse qué es ahorrar y cómo proteger el patrimonio familiar de la inflación y del latente coste de oportunidad. La respuesta a la pregunta es sencilla: rentabilizando los excedentes acumulados en una combinación de retorno y riesgo con la que podamos dormir tranquilos. Cuando este mensaje empieza a proyectarse en la mente de los nuevos ahorradores, entra un nuevo miembro en el pool de Asset Allocation: las criptomonedas.

La verdad es que el modelo empleado históricamente en España, basado en la acumulación de aportaciones por parte de un organismo público -nuestra querida Seguridad Social- para su posterior distribución a modo de reparto, está condenado al agotamiento por una cuestión demográfica muy sencilla que constituye un factor totalmente independiente de la situación de solvencia del Estado: una población en edad de trabajar que crece más despacio que la población mayor de 65 años no puede sustentar las prestaciones por jubilación que requiere el segundo grupo durante mucho tiempo.

Entender esto crea escepticismo en la juventud respecto a su capacidad futura de acceder a una pensión pública sin que ello pase por una disminución de la generosidad con la que se pagan o por una jubilación más tardía. Esta situación, en un contexto de tipos cero, obliga a los nuevos ahorradores a educarse financieramente y a movilizar su capital de manera privada, lo cual, a menudo significa invertir en Bolsa. Cada vez son más los que entienden que mantener el 100% de su dinero en una cuenta corriente como estrategia de ahorro predilecta es un error.

Llegados a este punto, frente a lo que debería ser una cuidadosa selección de los activos, personas y vehículos a través de los cuales buscar rentabilidad a nuestros excedentes, lo que hallamos en la práctica es una movilización sorprendentemente grande de flujos de capital hacia el que hoy por hoy es el activo de moda: las criptomonedas.

El hecho de que se produzca un trasvase de fondos hacia una nueva opción de inversión nunca debería ser algo negativo, puesto que generalmente se traduce en una mayor libertad para el inversor y en una diversificación del riesgo más completa. El problema surge cuando se invierte en lo que no se conoce. Las criptomonedas son, probablemente, el activo más demandado desde el desconocimiento.

Son muchos los que se lanzan a buscar aquello que ha sacado un retorno acumulado cercano al 9.000% en los últimos cinco años (x91) frente al también satisfactorio, aunque menos extraordinario rendimiento del 140% del S&P 500 Total Return -renta variable norteamericana- y al 110% del MSCI Word ACWI (renta variable mundial); y en el proceso se olvidan de la segunda derivada de toda planificación patrimonial: el riesgo. Y es que esta revalorización tan atractiva tiene como contrapartida la exposición a exageradas fluctuaciones. En otras palabras, se trata de una revalorización extraordinaria que va acompañada de caídas extraordinarias.

Esto es lo que comprobamos cuando observamos los cinco últimos años de negociación. Bitcoin, la reina entre las criptomonedas, la más asentada en el mercado, y la más madura hasta la fecha, ha sufrido un total de cuatro grandes correcciones de las cuales dos superan el -70%, mientras que la espada de la renta variable, el S&P 500, solamente ha soportado dos retrocesos importantes en el mismo periodo que en ningún caso rebasan el -40%. Un activo que saca estas cifras es, como mínimo, para tomar en serio, puesto que, de incluirse en nuestro portfolio de inversiones, puede llenar de incertidumbre nuestros planes y arruinar nuestras expectativas de preservación y retorno del capital a futuro en un abrir y cerrar de ojos.

Además, si reflexionamos sobre las consecuencias que podría tener la recanalización descontrolada e imprudente de los flujos hacia el mercado crypto, podríamos llegar a pensar en varios escenarios negativos con respecto a la conciencia ahorradora de la juventud española: por un lado, si al inversor le sale bien la jugada, es fácil que se malacostumbre a unas rentabilidades desorbitadas e inconsistentes y se cree unas expectativas de retorno irreales que lo lleven a ningunear otros activos y a sobreexponerse a la afilada volatilidad de este mercado; y por otro lado, si la cosa sale mal, las importantes pérdidas sufridas en tan poco tiempo pueden provocar, en algunos casos, daños patrimoniales difícilmente recuperables para el inversor y grabar en su mente una mala experiencia en su intento de educarse financieramente y gestionar su dinero de manera autónoma; e incluso si el desastre es masivo, pueden quedar en el recuerdo popular y alejar a las nuevas generaciones de ahorradores definitivamente de los mercados de valores, dañando todavía más su reputación.

Las criptomonedas en sí no son algo nocivo. Ningún activo lo es a menos que haya sido diseñado o comercializado para estafar a la población. El peligro reside una vez más en sobreexponerse a lo que no se comprende, y comprender un activo no es solamente conocer sus características técnicas -la tecnología que hay detrás, en este caso-, pues hemos de recordar que el precio lo fija un mercado, y que detrás de Oferta y Demanda hay sentimiento humano. Una buena planificación patrimonial siempre ha de ser personalizada y estar enfocada en la construcción de riqueza a largo plazo, y para ello hay que gestionar el riesgo de forma que no nos destruya el progreso alcanzado hasta la fecha. El riesgo siempre se gestiona, incluso cuando ganamos, y si no estamos seguros de poder hacerlo nosotros, hemos de buscar a alguien que nos ayude.