La Sanidad merece soluciones más allá de los pulsos y lemas políticos

La pandemia del coronavirus ha puesto de relieve como algo tan básico y que se da por hecho como la salud puede poner patas arriba a la sociedad y a la economía. Y también ha servido para retomar de nuevo la confrontación entre los partidos políticos, sobre todo de izquierdas, para abanderar la defensa de la Sanidad pública. Un ruido que vuelve a dejar en el fondo los problemas estructurales que arrastra el sistema público y que también el coronavirus ha vuelto a hacer evidente.

Una situación que los planes de la Conselleria de Sanidad para crear a toda prisa una empresa pública que asuma las concesiones privadas en distintas actividades sanitarias ha vuelto a dejar al descubierto. No sólo eso, si no que el proyecto de Ana Barceló amenaza con abrir un nuevo frente de discrepancia con los socios del Botànic de Compromís y Podemos en el que era hasta ahora uno de sus pilares inamovibles de su pacto de gobierno: volver a recuperar la gestión de esas concesiones bajo el lema de recuperar la Sanidad pública privatizada por el Partido Popular.

Ya antes de la emergencia sanitaria, la principal partida de la Administración autonómica valenciana era la sanitaria, con cerca de 6.700 millones de euros y cerca del 30% del presupuesto total año tras año. Un volumen que lógicamente ha engordado por los efectos del coronavirus. Eso y el carácter esencial de este servicio hace que tenga que ser prioritario buscar de forma continua fórmulas que mejoren y aporten eficiencia al mantenimiento de un sistema que con su imparable crecimiento año tras año corre el riesgo de convertirse en inasumible. Salvar a la Sanidad Pública también pasa por plantearse unas reformas ante un sistema que con la pandemia ha mostrado serias debilidades.

Por ejemplo, muchos ciudadanos han descubierto ahora la alta temporalidad del sistema sanitario público. Igual que muchos se sorprenden al conocer que a esos héroes durante la pandemia ahora se les comunica su despido o la no renovación del contrato mediante un mensaje masivo. La nueva empresa pública anunciada ahora transmite la imagen de un nuevo intento de solucionar con una tirita provisional una enfermedad crónica. Y a diferencia del coronavirus, en que se puede esgrimir que nadie estaba avisado ni preparado, en este caso el Botànic ha tenido seis años para planificarlo porque los propios socios del Gobierno pusieron blanco sobre negro en su pacto lo que iba a suceder.

Fuera de la apelación política al frentismo, también hay ejemplos de que es posible encontrar fórmulas de colaboración. Un ejemplo es el acuerdo para que unas 20 grandes empresas con personal médico propio puedan vacunar a partir del 8 de junio a sus plantillas y acelerar la que todos coinciden en que es la solución al mayor problema existente ahora sobre la mesa.