Cerámica y química superan como motores regionales al automóvil

Las horas bajas de la automoción, tradicionalmente la segunda mayor industria por su aportación a la economía valenciana tras la agroalimentaria, se dejan notar en los datos macroeconómicos. El azulejo y la química ya aportan más riqueza en términos de Valor Añadido Bruto

Durante muchos años algunos han resumido la economía valenciana con tres palabras: turismo, naranjas y Ford. Un tópico que en el caso de la industria de la Comunitat Valenciana tenía una base real: los dos mayores sectores por su peso económico durante las últimas décadas han sido el agroalimentario y el del automóvil, con la factoría de la multinacional estadounidense en Almussafes como principal puntal.

Sin embargo, el último informe del Observatorio sobre Gobierno, Estrategia y Competitividad de las Empresas (GECE), impulsado por CaixaBank y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), revela que otros dos sectores industriales han rebasado a la fabricación de automóviles por su peso en términos de Valor Añadido Bruto (VAB). Se trata de uno de los grandes actores industriales tradicionales de la Comunitat Valenciana, el azulejo de Castellón, y de un sector que en los últimos años ha crecido de forma continua y sostenida sin hacer mucho ruido, el químico.

El agroalimentario sigue liderando de forma indiscutible el sector industrial, con el 12,5% del VAB total de la industria valenciana según refleja el Análisis de los sectores de mayor peso en la generación de valor y de sus niveles de competitividad publicado por el Observatorio GECE. Según los datos oficiales recopilados por el Ivie, la industria supuso el 15,1% del VAB en 2019, por detrás de construcción e inmobiliario y del sector público, aunque ligeramente por delante del comercio.

En segundo lugar, por peso económico se colocó la industria cerámica, con el 11,9% del VAB. Los fabricantes azulejeros de Castellón, que sufrieron muy duramente la anterior crisis financiera y del ladrillo de 2008 con caídas de su negocio de hasta casi la mitad, han sabido remontar en esta última década de la mano de las exportaciones y un proceso de concentración que ha supuesto sanear sus balances y mejorar la rentabilidad a muchas empresas. Pese a su importancia desde hace medio siglo en la economía autonómica, precisamente ese fuerte recorte por los efectos del tsunami inmobiliario en España había reducido su peso frente al automóvil.

En el caso del automóvil, la evolución de esta industria durante esta última década ha ido de más a menos. La decisión de Ford en 2012 de trasladar a Valencia la producción de la fábrica que cerró en Gante (Bélgica) así como la llegada de nuevos modelos relanzó las inversiones y la producción de la factoría y, con ella, a buena parte de su potente sector auxiliar. Así, según recoge el Plan Estratégico de la Industria Valenciana 2018-2023, en 2014 el VAB autonómico de los fabricantes de vehículos y material de transporte era ligeramente superior al de cerámica. Sin embargo, la incertidumbre sobre el sector por su electrificación que ha frenado el mercado y también la decisión de Ford hace dos años de reducir su peso en Europa, sumado al Covid y ahora a los problemas de suministro de los semiconductores de silicio básicos para los chips, ha girado a la baja su aportación.

No sólo las baldosas han adelantado al automóvil. La química, que en 2014 estaba aún mucho más lejos del sector del motor, con cerca de un 30% menos de peso en su aportación económica, también ha protagonizado un sorpasso en términos de peso económico y se sitúa en el 9,5% del total industrial, frente al 9,2% de la fabricación de coches. Se trata además de un sector transversal, que a su vez es un proveedor de muchas otras industrias, como en el caso de los fabricantes de esmaltes, fritas, colores y tintas cerámicas que son una de las grandes industrias auxiliares de la cerámica y también cuentan con un fuerte peso en Castellón.

El comercio exterior valenciano corrobora este cambio de liderazgo industrial. El año pasado el automóvil acumuló una caída en sus ventas a otros países del 20%, frente al crecimiento del 10% de la alimentación en general, incluyendo la producción agrícola, y de la cerámica, que aumentó sus exportaciones un 4,3%. En el caso de la química, aunque las exportaciones se redujeron en 2020, en lo que va de año crecen un 6,4%, frente al estancamiento de la fabricación de coches, que se mantiene estancado según los datos acumulados hasta abril. en lo que va de año también la cerámica mantiene un fortísimo ritmo de crecimiento exterior, del 30%, que se explica en parte por el parón obligado por el confinamiento, mientras que la alimentación se incrementa otro 7,8%.

Intensidad tecnológica y competitividad

El análisis del Observatorio GECE se centra especialmente en el grado de intensidad tecnológica y la competitividad de estos sectores. Sorprendentemente, en el caso de la automoción el VAB aportado por las empresas altamente competitivas es muy inferior a la aportación de esas compañías tanto en la industria química, como en cerámica y alimentación, sectores que tienen un nivel tecnológico en su conjunto más bajo.

Según explica Alejandro Escribá, investigador del Ivie y catedrático de la Universitat de València que ha dirigido el informe, el automóvil tiene una intensidad tecnológica elevada dentro de la industria valenciana, en un nivel medio-alto, frente a los de las nuevas tecnologías y farmacéuticas, que estarían por encima.

“En la industria química valenciana el porcentaje de empresas altamente competitivas es más alto que el del automóvil, pero eso ocurre porque Ford con nuestro índice de competitividad no se incluye en las altamente competitivas, sino en el siguiente nivel, el de empresas sólidas, no estaría en el 25% más competitivo. El peso de Ford es tan grande en el sector de automoción que eso marca el análisis. porque además es una industria con menos empresas, pero de más tamaño”, comenta Escribá.

El investigador considera que en el caso de la evolución de la industria del automóvil, además de la coyuntura del Covid, está viviendo otros problemas estructurales de fondo, ligados a los cambios en la movilidad que la pandemia ha acelerado. “Está sujeto a muchas incertidumbres con los cambios en la sostenibilidad, las infraestructuras para la electrificación, incluso en los hábitos del consumidor y en las tendencias del mercado en un sector con unos costes fijos muy elevados”, apunta.

Según el investigador del Ivie, aunque en el caso de la química es un sector con presencia histórica en la Comunitat Valenciana, están detectando un aumento en la competitividad de sus empresas, desde fabricantes de pinturas a proveedores de Mercadona. “No solo están creciendo en ventas, están mejorando todos su ratios de rentabilidad y productividad, que está creciendo con fundamentos sólidos y además es un segmento de media-alta tecnología”. Según Escribá, este es uno de los motivos que ha permitido también a este sector contar con más músculo para enfrentarse a una crisis como la del Covid y aprovechar las oportunidades. Una tendencia que se ha acentuado en algunos casos con la pandemia para los fabricantes de productos vinculados a segmentos sanitarios o los higienizantes.

Productividad, una de las claves

En el caso de la alimentación, aunque ha sido un sector beneficiado en la emergencia sanitaria, también ha visto caer la rentabilidad con el desplome de la hostelería. En la cerámica, según el informe las empresas altamente competitivas representan una cuarta parte del sector y contribuyen a generar el 52,1% de su valor añadido y el 41% del empleo del sector. Las empresas azulejeras altamente competitivas facturan de media casi el doble que las empresas de alta competitividad de la industria valenciana. Uno de sus principales puntos fuertes es la productividad de la industria (91.000 euros por empleado), situada por encima del promedio de las empresas altamente competitivas españolas en su conjunto y un 28% por encima del promedio de las altamente competitivas de la industria manufacturera valenciana, lo que se refleja en los salarios y en la capacidad para atraer y retener capital humano, según el estudio.

Respecto a la industria de tecnología alta, el peso aún es bajo en la Comunitat Valenciana. Aunque aumenta todos los años, según el análisis del Observatorio Gece crece más despacio de lo que debería y frente a otras regiones. “Es como si cogieses el tren a medias”, resume Escribá.

El catedrático lo atribuye por un lado a la estructura tradicional y el propio empresariado valenciano, con menor tendencia a apostar por soluciones disruptivas. También a un mercado de capital y de inversores menos desarrollados, pese a la existencia de algunos importantes mecenas e instrumentos de apoyo. Y, por último, a la menor presencia de escuelas de negocio y a que los ecosistemas de gobierno empresarial están menos desarrollados.