Una revolución que va mucho más allá de la tecnología

El ser humano, como mecanismo de supervivencia, trata de extraer aspectos positivos de las vivencias y experiencias que atraviesa. También está ocurriendo con esta pandemia. Todos intentamos buscarle algo bueno que dé sentido a tanto sufrimiento, también en el ámbito empresarial y tecnológico. Y si tenemos que señalar algo positivo que ha desencadenado esta crisis es que se ha consumado un cambio del que llevábamos tiempo hablando.

Desde hace cuatro años, Valencia acoge el Congreso de Tecnologías Emergentes para Ecosistemas 4.0 y, aunque a lo largo de las cuatro ediciones se han abordado distintos sectores y tecnologías, la conclusión general siempre ha ido por el mismo camino: las empresas tienen que embarcarse en la transformación digital para continuar siendo competitivas. Era este un objetivo de futuro a corto plazo, había unos cuantos años para hacerlo. No muchos, pero sí disponíamos de tiempo para que todas las firmas interiorizaran esta necesidad y se convencieran de iniciar esta transformación.

Pero llegó la pandemia y esos años -quizás cinco- con los que contábamos se convirtieron en meses, casi en días. Esta transformación digital se ha acelerado. Los procesos productivos han cambiado, las personas ya no consumen como hace nueve meses, tampoco se relacionan de la misma manera, ni siquiera trabajan igual. La transformación digital ha pasado de ser necesaria a ser imprescindible para sobrevivir. La alternativa no existe.

En estos meses hemos podido ver que las tecnologías para funcionar en este nuevo entorno existen, se pueden aplicar y funcionan. Evidentemente su implementación tiene un coste, pero la escalabilidad de las mismas permite, en la mayoría de los casos, ajustar los proyectos al tamaño de las empresas.

Otro punto importante es la transformación digital de la administración que también requiere de profundos cambios que no se basan únicamente en la implantación de infraestructuras tecnológicas. Un ciudadano más digital requiere de una administración digital y para ello los procesos deben ser analizados y rediseñados, si fuese necesario, antes de su implantación digital.

Pero me gustaría poner el foco en otro factor fundamental para culminar con éxito esta revolución: los recursos humanos. En algunos discursos o planes se está olvidando que quién tiene que implantar y trabajar con estas nuevas herramientas son las personas. ¿Están preparadas para afrontar este cambio?

Lo cierto es que nos enfrentamos a un escenario muy heterogéneo, donde en función del sector empresarial, la trayectoria y la media de edad de los empleados encontramos distintas realidades. Pero hay una verdad irrefutable: la adquisición de tecnología sin tener en cuenta las capacidades de las personas no sirve de nada. Es el momento de apostar por planes de formación para afrontar el futuro y los retos que se plantean. Todo el capital humano, tanto de la empresa privada como de la pública, directivos y empleados deben prepararse para interactuar en esta nueva realidad.

Es vital pensar en la formación de nuestros trabajadores para que nadie se quede atrás. Hay una visión generalizada sobre la idea de que la tecnología nos quitará empleos. Esto asusta y crea rechazo entre sectores amplios de la población. No se trata de quitar empleos, sino de transformar los empleos actuales en otros empleos adecuados al momento en el que vivimos y al futuro al que nos enfrentamos. La educación también está sufriendo en esta pandemia grandes cambios, pero está muy presente que debe ser el hilo vertebrador de este cambio de paradigma que supondrá la post-pandemia.

La tecnología está consiguiendo que, en este contexto de crisis sanitaria, se puedan seguir desarrollando trabajos con seguridad. Más allá del Covid-19, estas herramientas nos pueden hacer ganar calidad de vida, pueden mejorar la conciliación y la productividad. Pero esto solo ocurrirá si sabemos gestionar el cambio en todas las áreas, especialmente en la de las personas. Si los trabajadores no tienen las competencias adecuadas para convivir con esta tecnología nos enfrentaremos a problemas, deficiencias, rechazo e insatisfacción. Y no debemos olvidar que las organizaciones las vertebran las personas.

No sabemos las consecuencias que este cambio de modelo laboral va a tener en el futuro, ni si pesarán más las positivas que las negativas. Pero está en nuestra mano intentar que sean más los beneficios que los inconvenientes. Por ejemplo, en el caso concreto del teletrabajo, hay algunas voces alertando de la pérdida de comunicación en la empresa y cómo afecta la falta de relación interpersonal a la capacidad de desarrollar soluciones innovadoras y creativas. Tenemos que repensar los procesos internos de la organización para que sigan existiendo espacios para la comunicación informal y el encuentro. Es un gran reto para los líderes y los departamentos de RRHH, pero es indispensable para lograr que esta transición sea exitosa.

Porque, a fin de cuentas, estamos hablando del trabajo dentro de una organización y este concepto no debe perderse, aunque el trabajo pase a desarrollarse en la distancia, sin zonas comunes o la proximidad física. Pero, una vez más, existe la tecnología que nos permite acercarnos a pesar de la lejanía, que nos ayuda a comunicarnos. Aprovechemos todos estos recursos con sentido común y responsabilidad.

Todavía existen muchos agujeros negros que solventar para que este sistema sea realmente viable. Aspectos de salud laboral, responsabilidades de trabajadores y empleadores. Tenemos un gran punto de partida, la legislación; pero hay que saber cómo implantarla y ver cómo evoluciona. Los cambios, las crisis, los retos, las oportunidades no son ni buenos ni malos. Se producen, sin más, y está en nuestra mano saber afrontarlos y gestionarlos. Seremos nosotros, no las máquinas, los que consigamos salir de esta. Seremos nosotros, no la tecnología, los que lograremos seguir avanzando y trabajando, generando riqueza. Porque esta revolución va mucho más allá de la tecnología.