A vueltas con el Covid y la reforma fiscal

Desde hace meses, distintos organismos e instituciones nacionales e internacionales, y múltiples asociaciones sectoriales, reclaman que no se introduzca una reforma fiscal con grandes subidas de impuestos, al menos, mientras continúe la situación de incertidumbre generada por el Covid-19. En la Comunidad Valenciana, sectores como el cerámico, la automoción, el turismo en sentido amplio o el propio sector alimentación, han demandado ayudas en diferentes ámbitos como el laboral y prudencia a la hora de plantear la anunciada reforma tributaria.

Y es que una subida de impuestos en este momento podría suponer un freno adicional al crecimiento económico y una prolongación del plazo en el que recuperemos la tan ansiada normalidad, entendida como aquella situación que vivíamos antes del fatídico marzo. Parece que, finalmente, el Gobierno podría posponer la reforma fiscal. No obstante, no parece renunciarse al aumento de la presión fiscal a las rentas altas y a los grandes patrimonios, así que con casi toda seguridad se acabarán incluyendo de algún modo en los Presupuestos Generales del Estado de 2021.

Si refrescamos lo establecido por el acuerdo de gobierno al respecto, encontrábamos dos grandes líneas. Por un lado, una subida del 1% en el Impuesto sobre el Patrimonio prevista para patrimonios de más de 10 millones de euros. Por el otro, subidas en el IRPF. Entre ellas, una subida en la escala general del IRPF, con la creación de dos nuevos tramos en la base imponible con tipos incrementados. Por tanto, se estaría focalizando la subida en los rendimientos del trabajo -salarios y retribuciones altas-, en rendimiento de actividades económicas -rentas de profesionales por el desarrollo de una actividad económica por ejemplo- y en los rendimientos del capital inmobiliario -alquileres-, en distinto porcentajes.

Si finalmente se materializara, nos encontraríamos ante una importante subida de impuestos. Si las Comunidades Autónomas suben los tipos de su escala general en línea con el Gobierno, estaríamos ante unos marginales que superarían el 50%, es decir, de cada euro ingresado más de la mitad sería para las arcas públicas.

Otra de las medidas es un incremento de 4 puntos en el tipo de las rentas procedentes del ahorro -rentas de capital como dividendos, intereses, ganancias patrimoniales o rentas de derechos- que superen los 140.000 euros. Esto puede tener su impacto en la atracción de talento de altos directivos, profesionales de reconocido prestigio que cuenten con rentas altas, deportistas de élite o gente del espectáculo, entre otros, que en muchos casos se plantearán cambios de residencia, o simplemente obviarán a España como país de destino.

La justificación para aumentar la fiscalidad a las rentas altas, además del argumento de una mayor redistribución de renta a través del Presupuesto público, sería la importancia de corregir la brecha fiscal de 7 puntos en la presión fiscal que tiene España frente a otros países de la Unión Europea.

Y es cierto que España, con tipos similares, recauda menos impuestos que la media de los países de la UE. No obstante, sin entrar a valorar el acierto o desatino de acometer subidas de impuestos en el contexto actual, y sabiendo que la medida contrasta con las adoptadas por otros países de la UE, como Alemania e Italia, que anunciaron rebajas en impuestos, habría que analizar si una subida a las rentas altas puede ser una solución con visos de reducir la mencionada brecha.

Para ello pueden analizarse los tipos impositivos máximos o marginales de España y compararlos con el resto de países, revisando como influyen en la recaudación en cada uno de ellos. Del análisis se desprende que España cuenta con unos tipos impositivos marginales, por lo general, elevados y, sin embargo, la recaudación es inferior respecto al PIB en la mayor parte de los impuestos. Esto se debe fundamentalmente a la menor riqueza relativa y, además, a un importante número de exenciones, deducciones, tipos reducidos y demás beneficios, previstos en nuestra normativa para las diferentes figuras impositivas de nuestro sistema tributario: IRPF, IS, IVA, etc.

Además de medidas que favorezcan el crecimiento económico, parece más efectivo recortar algunos de los mencionados beneficios fiscales, o trabajar en otras líneas de medidas que permitan ir aflorando la economía sumergida, teniendo en cuenta que según los estudios realizados sobre esta cuestión, en España podría aumentar la recaudación en más de 5 puntos del PIB.

En el caso de la Comunidad Valenciana estas conclusiones son aún más claras, ya que respecto de la fiscalidad personal autonómica es, junto a Asturias, Cataluña y Extremadura, el territorio con mayores tipos marginales en la imposición personal. Con este panorama y sabiendo que la subida de impuestos también podría llegar a afectar al ámbito de la empresa, con la pretendida introducción de un tipo mínimo del 15% en el Impuesto sobre Sociedades o un gravamen mínimo sobre el 5% de los dividendos, parece de sentido común que las empresas hagan una reflexión profunda sobre algunas cuestiones.

Una de ellas es el actual método de retribución de los directivos y socios: algunos sistemas retributivos contemplan medidas como rendimientos irregulares, planes de compensación flexible y otros beneficios fiscales previstos en la normativa del IRPF, que bien planteados por las organizaciones se convierten en métodos de retención de talento de sus empleados clave. Es decir, con un mismo coste para la empresa, la renta disponible para el empleado puede ser mayor.

La otra cuestión es la estructura societaria: puede resultar fundamental revisar la estructura del grupo y vigilar anualmente que se cumplen los requisitos de empresa familiar tanto a efectos del Impuesto sobre el Patrimonio como del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones.