La nueva vida de Marie Claire gracias a las mascarillas

La centenaria firma que emplea a 530 personas se ha lanzado al negocio del material sanitario casi obligada por el coronavirus y como estrategia para diversificar tras el tsunami de la industria textil. Una reconversión cuyo éxito dependerá de la apuesta por el ‘made in Spain’.

Todas las crisis conllevan para muchas empresas la obligación de reinventarse. Mucho más cuando se produce un parón obligado prácticamente de la noche a la mañana como el que provocó la emergencia sanitaria por el coronavirus. Y con ellas también surge la posibilidad de encontrar nuevas oportunidades y reinventarse. Ese es el caso de uno de los últimos fabricantes de medias que queda en España, la histórica firma castellonense Marie Claire. La firma textil ha visto en uno de los productos que se ha impuesto en nuestro día a día con la pandemia, las mascarillas, un instrumento para poder hacer frente a las dificultades que venía arrastrando su tradicional negocio de lencería y ropa íntima.

“Cuando se desató la crisis en los hospitales y no había mascarillas, Marie Claire se vio en la obligación de ofrecer nuestra capacidad productiva, hasta los empleados nos animaron a ello”, explica Alberto Planell, uno de los directores generales y socio junto a Silvestre González en la compañía. La empresa, al igual que otras vinculadas al textil se coordinó con la Administración valenciana para hacer frente al reto de suministrar a los hospitales y geriátricos. “Empezamos con la fabricación manual de 5.000 mascarillas al día y después también pasamos a la fabricación de batas. La industria europea de mascarillas había desaparecido, todo estaba en China y no había materias primas ni maquinaria, todo era más complicado aún”, recuerda el directivo. “Lo más difícil era la propia presión que nos pusimos todos al principio ante la necesidad que había de mascarillas. Todos los trabajadores sentíamos una responsabilidad y queríamos producir más, aunque no teníamos los medios”.

¿Cuándo decidieron que el material sanitario podía ser una alternativa para el futuro? “En abril ya vimos que venía para quedarse y podía ser una buena oportunidad para reconvertir y mantener la actividad garantizando el empleo en nuestras plantas de Vilafranca del Cid y Borriol en Castellón”. En su caso, Marie Claire contaba con la experiencia previa como proveedor acreditado de productos sanitarios, después de haber fabricado medias sanitarias. La empresa castellonense dio un paso más con la compra de máquinas para automatizar la producción de las mascarillas con una inversión de 600.000 euros en equipos. Hoy en día su capacidad de producción es de 200.000 mascarillas y cerca de 10.000 batas de protección sanitaria diarias.

“Esta estrategia nos permitió sacar al 90% de la plantilla del Erte, en un momento en que nuestro producto de temporada de verano, el baño, había sufrido mucho por el cierre del comercio”, señala el directivo. Ahora estima que unas 80 personas se están dedicando a las líneas de material sanitario del total de 530 trabajadores, la mayoría en su centro histórico en Vilafranca, y otras 60 trabajan en su canal de ventas propio en los centros de El Corte Inglés.

Precisamente ahora que las mascarillas se han extendido, la proliferación de competidores ya sea fabricantes nacionales como importadores ha cambiado las tornas. De hecho, Planell considera que ya empieza a haber sobreproducción en España. “Los chinos han vuelto a aparecer y esto es una auténtica guerra de precios. El riesgo es que al final vuelve a repetirse lo que ya pasó y vuelva a desaparecer la industria sanitaria”. Planell recuerda que una cosa es producir mascarillas, que resulta sencillo, y otra es garantizar que cumplen todos los estándares y la trazabilidad que se exigen para las quirúrgicas.

Inicialmente y en pleno estado de alarma la compra de este material sanitario por parte del Gobierno valenciano se articuló mediante contratos de emergencia adjudicados directamente. De esa forma, el fabricante castellonense se hizo con contratos por valor de 5,4 millones de euros para fabricar en total 5 millones de mascarillas y 650.000 batas, según consta en los registros públicos. Sin embargo, su producción de estas líneas se ha reducido en un tercio. Ahora la gran duda para Marie Claire y para otros productores valencianos es si en las nuevas licitaciones se valorará la producción local o primará exclusivamente el factor precio.

“Las batas nos sirven para absorber mano de obra y las mascarillas por un tema de facturación, es mucho volumen con un grado de automatización muy alto. la combinación de ambos productos es perfecta”, apunta el ejecutivo. Precisamente la apuesta por las batas busca posicionarse en un sector más exigente y con un proceso de producción en que se siguen utilizando las máquinas de coser de toda la vida, pero además de un proceso de manufactura incluye alta tecnología con ultrasonidos para garantizar que virus y bacterias no pueden colarse en la prenda. La intención de Marie Claire no es quedarse en esos dos productos sanitarios. “Tenemos en mente desarrollar pijamas sanitarios de un solo uso y otros productos que van en esa línea. Creemos que esa cultura de innovación y calidad en el sector sanitario encaja con la que la de nuestra empresa”. Eso sí, la vocación con estos productos es diversificar para garantizar la viabilidad de la fábrica, nunca reemplazar a su actividad tradicional en que las medias, con el 80% de sus ventas, siguen siendo las reinas.

Una historia de supervivencia

La vuelta de tuerca que le ha generado la pandemia sanitaria es solo el último episodio de la larga historia de supervivencia de Marie Claire. La empresa nació en 1907 para producir medias de seda aprovechando la tradición textil de Vilafranca del Cid, en el interior de Castellón muy cerca del límite provincial con Teruel con unos 2.200 habitantes. “La economía y parte del empleo de la comarca depende en buena medida de Marie Claire”, comenta Planell.

La empresa perteneció a la familia Aznar hasta la década de 1980, cuando se traspasó a un fondo británico, Hartstone, que por esas fechas compró varias empresas similares en toda Europa, aunque la familia siguió al frente de la gestión. Unos años después el fondo británico desinvirtió dando entrada a varios fondos nacionales y la familia Aznar recuperó una parte.

Finalmente en 2005 con la amenaza de las exportaciones asiáticas convertida en una realidad y “todo el mundo deslocalizando” se produjo un tira y afloja accionarial sobre el futuro de la compañía, en el que los propios directivos decidieron asumir el capital. “Nosotros en su día pudimos elegir ser distribuidores, pero elegimos ser fabricantes. Hoy en día todas las empresas huyen de la manufactura menos nosotros”, remarca Planell.

Tras las dificultades del propio sector textil y la crisis financiera, la histórica marca logró hacerse hace unos años con un contrato del gigante del consumo Reckitt Benckiser, dueño de la marca Dr.Scholl. Así se convirtió en fabricante de medias con propiedades vinculadas a la salud y la cosmética, además de asumir una antigua línea de fabricación de medias para personal sanitario. “Eso nos ha servido para contar con las certificaciones sanitarias desde el principio”. Sin embargo, el final de ese contrato en 2018 llevó a Marie Claire al borde del abismo, al reducir un 25% los ingresos y disparar sus pérdidas. Una situación que logró capear con el apoyo de un préstamo de 2,5 millones de Fininval, un fondo que el Gobierno valenciano creó para empresas en situaciones críticas y que ahora precisamente tomará como modelo para rescatar otras compañías estratégicas para la economía de la región golpeadas por la pandemia.

Pese a la reconversión sanitaria y esos ingresos, el desplome de las ventas en el comercio, donde está presente en más de 4.500 detallistas, pero también en grandes cadenas de distribución como Carrefour o los supermercados Consum, supondrá un duro golpe. “Estimamos que las ventas caerán un 20% frente a los 29 millones del último ejercicio” apunta Planell.