Levantarse y pedalear

El manido ejemplo de que la economía es como una bicicleta, que guarda el equilibrio gracias al movimiento, tiene en la crisis del Covid-19 su mejor aplicación práctica. Esta vez ha sido exactamente así: la economía circulaba sin grandes contratiempos y se ha visto de pronto obligada a poner los pies en el suelo y detener la marcha.

La fase en la que ahora nos encontramos es la de recuperar el movimiento, y bien saben los ciclistas que recuperar la velocidad anterior requiere de esfuerzo. No solo se ha perdido el tiempo que hemos permanecido detenidos, sobre el que el Banco de España estima que puede provocar un retroceso del PIB superior al 12% en 2020. También vamos a perder el tiempo que tardemos en recuperar el ritmo anterior, un proceso que puede costar varios años, según auguran los expertos. El único consuelo es que no solo nosotros hemos caído. En esta ocasión se trata del tropiezo de todo un pelotón de países.

La realidad es así de dura e inevitable. El miedo se ha instalado en los bolsillos de trabajadores, familias y empresas. Incluso quien sigue cobrando su sueldo íntegro consume con cautela por miedo a lo que pueda ocurrir mañana, y el temor es mucho mayor en los afectados por un ERTE y, ni que decir tiene, entre quienes ya han perdido su empleo. Son tiempos en los que el consumidor prescinde de grandes dispendios a la hora de salir a cenar, reservar sus vacaciones, renovar su coche, invertir en inmuebles, etc., desgraciadamente, y aunque estamos lejos de lograrlo, es muy probable que superemos antes la pandemia que el clima de desconfianza en el que el virus nos ha sumido.

Y no hay otra receta: la recuperación pasa por recuperar esa confianza, que empieza por que los empleados vuelvan cuanto antes a sus puestos de trabajo y puedan sacudirse el miedo que inunda sus decisiones. Todo ello pasa, respetando como es obvio las directrices sanitarias para evitar la expansión del virus, por retomar la actividad empresarial en todos los sectores, adaptados a la nueva normalidad.

Cuanto antes funcionen las empresas antes recuperarán la confianza sus trabajadores y, lo que también es crucial, antes dejarán las empresas de ser una carga para el Estado para convertirse, de nuevo, en una fuente de riqueza y empleo para un país que está realizando el mayor de los esfuerzos de los últimos tiempos.

De nada sirve lamentarse por el terreno y el tiempo perdido, lo que toca ahora es subirse de nuevo a la bicicleta y pedalear. Simplemente pedalear. El agujero económico va a ser inmenso, pero será menor si concentramos todas las energías en salir adelante, en adaptarnos al nuevo escenario, reinventarnos y recuperar la actividad empresarial y laboral.