Adolfo Utor, presidente de Baleària: “Dudo mucho que esta pandemia cambie la historia de la movilidad”

Adolfo Utor, presidente de Baleària, atiende a ‘elEconomista’ en la Marina de Dénia, donde se encuentra la sede de la naviera. Lo hace con la empresa a punto de revertir por completo el ERTE al que se acogió para superar los efectos de una pandemia que podría suponer unas pérdidas de entre 40 y 70 millones para la firma

El dirigente, aunque comprensivo con las medidas tomadas por el Gobierno ante el Covid-19, se muestra crítico con la disyuntiva adoptada entre salud y economía. “Muchos sectores han contenido el virus trabajado a pleno rendimiento”, afirma. Sobre su impacto en los sectores del transporte y el turismo opina que no traerá grandes variaciones a futuro. “Dudo mucho que esta pandemia cambie la historia de la movilidad”, asevera.

¿Cómo ha sufrido la pandemia una empresa de transporte marítimo como Baleària?

Estábamos muy tranquilos a principios de marzo. Habíamos consolidado el tráfico de Canarias e íbamos también muy bien con nuestros trayectos en el sur de España y en Baleares, ya a las puertas de Semana Santa. Estábamos en ventas a futuro por encima del año pasado, optimistas y con la expectativa de acudir a inversiones. Y ocurrió esto. Cuando vimos la gravedad de la situación tratamos de cuidar la caja, la liquidez, porque los ingresos cayeron de forma estrepitosa. En ese sentido no nos asustaba porque esta vez no hemos tenido estrés de caja, ni se ha cerrado el grifo del crédito. Inicialmente quisimos evitar un ERTE, y así lo anunciamos. Pero al prolongarse la situación tuvimos que hacerlo. Aplicamos un ERTE que afectó al 30% de la plantilla pero con un complemento salarial hasta el 100% de los salarios, que ha supuesto un esfuerzo importante, pero que consideramos que lo teníamos que hacer, porque los empleados son los que nos tienen que sacar de esta situación.

¿Tardaron en ver la luz al final del túnel?

Nosotros nos preparamos de inmediato para la remontada. Nos esforzamos para que nuestros barcos fueran considerados un medio de transporte seguro, y así lo certificamos. Renfe lo está haciendo ahora con certificación de Aenor. Nosotros ya lo tenemos hecho, obtuvimos el sello Global Safe Site de Bureau Veritas para nuestros barcos y estaciones marítimas. También nos esforzamos por tener una relación con las administraciones públicas lo más fluida posible. Durante toda la pandemia hemos seguido trabajando en el transporte de mercancías en todos nuestros mercados -alimentos, medicamentos, material sanitario, etc.- que nos ha servido para tener una experiencia de la gestión del Covid-19. No hemos tenido contagios. Solo hemos registrado dos y en EEUU, dos tripulantes de Miami. Hemos demostrado que nuestra actividad económica es compatible con el virus y que ahora podemos llevarla a cabo con seguridad en la nueva normalidad.

¿Puede ser la pandemia una oportunidad para el transporte marítimo frente al aéreo?

Toda crisis comporta una oportunidad, y el transporte marítimo puede tener ahora una oportunidad en cuanto al tráfico de pasajeros. Se trata de espacios más amplios y ventilados, donde la sensación de seguridad es mayor respecto al avión, nuestro principal competidor. Y hemos querido potenciar este atractivo, unido a que nosotros trabajamos fundamentalmente con el turismo nacional. La menor presencia de turismo extranjero genera una mayor oferta este año y a mejores precios, y eso es una oportunidad para nosotros.

¿Se han planteado aplazar inversiones en la renovación de su flota?

Nosotros teníamos en el horizonte distintas inversiones. Dos barcos que están entregados ya, el Marie Curie y el Hypatia de Alejandría; la remotorización de otros tres, el Jaume II, el Jaume III y el Ramón Llull, que son tres barcos de alta velocidad; e iniciamos un proyecto de remotorización de seis ferries para operar con Gas Natural Licuado (GNL). De estos seis últimos habíamos acabado con dos de ellos, otros dos estaban en curso -uno está a punto de acabar, el Bahama Mama, y el Sicilia acabará en verano-, y tenemos dos más pendientes que hemos decidido tirar adelante también -el Martín i Soler y el Heidy Lamarr-. Por otro lado, tenemos un fast ferry a GNL que está construyéndose, el Eleanor Roosevelt, con opción a un segundo -sobre el que nos decidiremos en función del resultado del primero-. Mantenemos nuestra apuesta por navegar de una forma más sostenible, que es muy ambiciosa. El proyecto conjunto de GNL -la compra de dos ferries y un fast ferry y la remotorización de seis barcos- asciende a una inversión de 380 millones.

¿Mantienen la intención de asumir la nueva terminal de pasajeros de Valencia?

Estábamos justo en el plazo de presentación de ofertas, que se vio interrumpido por el estado de alarma. En algún momento nos planteamos si era conveniente presentarnos y asumir la obligación de abordar esta inversión. Ahora se ha vuelto a abrir el plazo, y finalmente hemos decidido que sí vamos a ir adelante. Se trata de una inversión de 50 millones entre pública y privada que, si lo logramos, supondría una mejora sustancial de la estructura que actualmente tiene la compañía para atender a los pasajeros.

Entonces no han detenido nada finalmente por la pandemia...

Tuvimos algunos momentos de duda, pero finalmente decidimos no dejar de caminar, afrontar todas las inversiones previstas. Tenemos también una gran inversión prevista para la transformación digital de la empresa que también vamos a mantener.

¿Como va la ‘nueva normalidad’? ¿Cuánto tiempo prevén prorrogar el ERTE?

A final de este mes de junio yo creo que no quedará nadie ya de ERTE, con alguna precaución en el sur de España. Nuestra actividad caerá en ingresos alrededor de un 20% este verano en Baleares, pero la actividad laboral la vamos a mantener -o bien destinaremos el tiempo a la formación en caso de falta de trabajo-. Canarias no contribuirá a estas pérdidas, la actividad está siendo normal allí. Donde sí vamos a sufrir más es en el mar de Alborán, en el estrecho y en las líneas internacionales. África está yendo por detrás de Europa en la desescalada, y la operación paso del estrecho está sujeta a una gran incertidumbre este año. Si se reactiva, nuestra expectativa es llegar al 50% de los ingresos del año pasado. En Bahamas también lo vemos complicado por el momento.

¿Han calculado las pérdidas que pueden tener este año?

Hicimos una primera previsión a mediados de la crisis, una previsión muy pesimista. En el peor de los escenarios, trabajando solo con mercancías todo el verano, calculamos unas pérdidas relativas -teniendo en cuenta las pérdidas generadas y una caída de los ingresos- de hasta 100 millones. Recuperando cierta actividad, en un escenario más optimista, la previsión era de 70 millones. La realidad en el mes de junio es que hemos recuperado la actividad en las islas, sobre todo en pasajeros, pero que tenemos dificultades en el sur de España y con las mercancías, porque las islas están más vacías. Entendemos que las pérdidas relativas se quedarán entre los 40 y los 70 millones. Nuestro problema es que somos una empresa de capital muy intensivo. Para nosotros parar es tener pérdidas. Tenemos un alto servicio de deuda y tenemos que ganar dinero para no quedarnos sin caja, porque sin ingresos seguimos teniendo unas obligaciones de pago muy altas entre la financiación de los barcos y su mantenimiento. De hecho, este año íbamos a repartir un 10% del beneficio del año pasado -ganamos 29 millones de euros-, y finalmente hemos anulado el reparto.

¿Se ha pasado el Gobierno de restrictivo con la actividad económica?

Ante algo desconocido es difícil acertar. Yo entiendo las decisiones que se han tomado y los motivos por los que se han tomado. Y las respeto totalmente. Pero creo que produjo una disyuntiva que no debió producirse. No hay salud sin economía ni economía sin salud. Plantear que la salud estaba por encima de la economía fue un error y ha sido negativo para el país. Muchos sectores que han seguido trabajando a pleno rendimiento han acreditado ser capaces de contener la expansión del virus. Si se hubiera incidido más en mantener la actividad económica con las medidas de prevención adecuadas para contener la pandemia las consecuencias no habrían sido tan brutales.

¿Espera grandes cambios en el negocio de Baleària tras esta pandemia?

En materia de movilidad nos encontrábamos ya ante un gran cambio a todos los niveles provocado por la globalización y el cambio tecnológico. Pero ahora llega la pandemia y la globalización queda cuestionada, la gente ya no está tan dispuesta a recorrerse el mundo en avión por las condiciones de este medio de transporte, etc. Esto en principio nos puede venir bien. Ahora tenemos a los ciudadanos de las Islas Baleares yendo en masa de Palma de Mallorca a Formentera, porque en Formentera ahora hay sitio y porque no pueden ir a otro lugar -muchos no han ido nunca, porque es un destino copado por turistas italianos y alemanes-. Nosotros hemos lanzado tres viajes a la semana para atender esta demanda. Viajes directos, sin pasar por Ibiza. Es un fenómeno que nos viene genial para que la conozcan y vuelvan, porque nosotros atendemos el turismo de proximidad, que ahora está creciendo.

¿Prevé Baleària un gran auge del turismo de proximidad?

Creo que las compañías aéreas van a sufrir mucho. Es evidente que va a haber una caída de la demanda. Vamos hacia una recesión y a un escenario de mayor prudencia en los viajes. Pero si he de decir la verdad, yo creo que todo esto pasará. Dudo mucho que esta pandemia cambie la historia de la movilidad. Cuando se produjeron los atentados del 11-S pensamos que nadie más viajaría en avión, y entonces pasamos un tiempo de gloria en Baleària. La gente no cogía el avión y viajaba en barco, sin salir de España. Fue maravilloso para el negocio (risas). Pero a los seis meses se olvida todo el mundo. En el momento que haya una vacuna la gente se soltará. La gente olvida pronto, todo pasa muy deprisa hoy en día. Nos podemos poner trascendentes, pero yo creo que cuando salga la vacuna volveremos a lo anterior.

¿No espera al menos que gane terreno el turismo nacional frente a los largos viajes?

Ojalá. Nosotros vamos a hacer fuerza, seguiremos diciendo que el viaje es el destino, que no hay que tener prisa, que eso de subirse a un supositorio con alas y volar es antinatural, un invento del siglo pasado, mientras que navegar se navega desde que el hombre es hombre (risas). Nuestro mensaje ha cobrado fuerza y puede tener alguna permanencia. Intentaremos convencer al sector turístico de las islas de que trabaje más el turismo nacional. Ahora se ha visto que había una demanda desatendida, y que son turistas que pagan más caro los meses de julio y agosto al hacer un turismo más concentrado. Creemos que podemos tener alguna oportunidad y vamos a tratar de aprovecharla. Pero creo que olvidaremos rápido, que quedará alguna secuela, pero no será decisiva.

¿Si Trump pierde las elecciones de EEUU volverán a intentar la línea Cuba-Miami?

Lo de Cuba era un proyecto que teníamos casi hecho. Conservamos de hecho todavía las licencias OFAC para operar. Pero Cuba se resistió a poner en marcha un tráfico de pasajeros constante con EEUU y la llegada de Donald Trump lo frenó todo. Nosotros estamos allí, pusimos la pica en Flandes y seguimos trabajando para que ocurra. Somos prudentes, pero no tiramos la toalla.

¿Qué ha supuesto para Baleària el hundimiento del Pinar del Río en Dénia?

Fue un triste accidente, por suerte sin víctimas, que se agravó con el temporal y supuso una pérdida material. Pero contábamos con una cobertura y pudimos rehacernos. Para nosotros ha sido un aviso que nos ha animado a emprender el proyecto de una torre de control para monitorizar mejor nuestros trayectos, más allá de la gestión del capitán y su tripulación.