Escapadas para dos que hay que hacer al menos una vez en la vida

No importa la excusa ni la fecha en el calendario, las escapadas en pareja son para todo el año y el plan ideal para olvidarse de la rutina por unos días. En plena naturaleza o en medio de la ciudad, lo mejor de estos destinos es la compañía con la que se disfrutan.

Venecia y París suelen encabezar los ranking de las ciudades donde caer en la tentación para dejarse querer. Y según la película romántica que esté de moda, también Nueva York o la Toscana. Pero no hace falta cruzar la frontera para hacer que la chispa surja -o resurja- y terminar comiendo perdices. Tampoco es cuestión de horario ni fecha en el calendario, por lo que aquí van unas cuantas ideas para cualquier momento, incluso para los reacios a los planes edulcorados. Porque siempre cabe la oportunidad de enamorarse del destino.

De Madrid al infinito

En Madrid no habrá playa, pero lugares para perderse unos cuantos. Una buena declaración de intenciones podría empezar con un atardecer saltando de terraza en terraza, empezando por la de la azotea del Círculo de Bellas Artes a la del Riu Plaza de España. Así no habrá quien se resista para plantear una escapada a Aranjuez y perderse entre los jardines del Real Sitio, paisaje cultural patrimonio de la Unesco desde 2001. Si se prefiere algo más rural, la sierra ofrece tantas posibilidades como ganas haya de desconectar. Por ejemplo, en el bosque finlandés de Rascafría. Aunque si hay algo que contar a la pareja, mejor hacerlo en el puente del Perdón-con unas de las mejores vistas del monasterio del Paular- para que el trago sea más llevadero. Para recuperar fuerzas, lo ideal es seguir desconectados en alguno de los 31 hoteles de la región que, hasta el 21 de febrero, ofrecen descuentos y detalles para las parejas, como parte de la campaña Enamorados de Madrid de la AEHM (Asociación Empresarial Hotelera de Madrid) y la Comunidad de Madrid.

Volverse loco en Consuegra

Si hubo un enamorado que vivió mil aventuras -y desventuras- por amor fue el hidalgo más ingenioso de la Mancha. A poco más de una hora de Madrid aguardan doce gigantes sobre el cerro Calderico de Consuegra (Toledo) que hasta hace bien poco seguían moliendo. Para rematar la locura hay que sentarse a la mesa a comer unas migas de la tierra. Una forma como otra cualquier de coger fuerzas para darse después una vuelta por la Ciudad Imperial y pasar una buena noche toledana.

Salamanca: para llevar al huerto

Salamanca no necesita ni carta de presentación ni muchas excusas, bien sea para ir en busca de ranas, conchas y astronautas de piedra o para dejarse tentar por un hornazo. Allá por el Renacimiento, Fernando de Rojas estaba tan a gusto en la ciudad del Tormes que escribió La Celestina mientras estudiaba allí. Los encuentros de Calixto y Melibea los situó en el huerto más famoso de Salamanca. No hace falta ni pico ni pala, las vistas desde este jardín, con las dos catedrales al fondo, son suficientes para convencer a cualquiera. Por si acaso, hay una estatua de la célebre alcahueta cerca pero, ojo, spoiler: la historia no terminó muy bien para nadie.

Teruel: solo los tontos se enamoran

Lo cierto es que en la mayoría de leyendas sobre amantes, las cosas no les suelen ir muy bien, de ahí lo de “tonta ella, tonto él”. Nuestros Romeo y Julieta patrios no son una excepción y descansan -o eso se dice- en un mausoleo en Teruel. Pero hay mucho más que ver en esta ciudad ya que también es un museo del mudéjar al aire libre, reconocido como patrimonio de la Unesco. Para quienes sean de leyendas más antiguas, en Dinópolis proponen un viaje de 4.500 millones de años a través de la vida de los dinosaurios.

Pasión surrealista en Cadaqués

En un rincón de la Costa Brava encontró Dalí a su musa y el amor de toda una vida. Cadaqués ya no es el mismo pueblo de pescadores que conocieron el genio surrealista y Gala, pero sigue manteniendo esa esencia que hace que entre por los ojos nada más poner el pie allí. Pocos lugares dan tanto de sí para un final feliz. Imprescindible: hay que perderse por el laberinto del casco viejo y conocer un poco más de cerca a Dalí en su casa museo.

En la luna de Valencia

Aunque se haya leído Cañas y Barro, hay que ir a la Albufera de Valencia una vez en la vida. Ni siquiera el maestro Blasco Ibañez consigue describir con exactitud el espectáculo del sol poniéndose en el Parque Natural. Y hasta que se pueda ir, se puede sorprender a la media naranja con el pack de experiencias para recrear la cocina valenciana en casa que ofrece la empresa Original CV. Un plan perfecto para esperar a vivirlo en directo.