El arte de volar en una tabla sobre la nieve

Velocidad, saltos, derrapajes y mucha adrenalina. Son algunos de los componentes básicos del ‘snowboard’, el deporte blanco que, cada vez más, arrasa en las pistas.

Para hacer snowboard -literal, “tabla sobre la nieve”- solo hace falta muchas ganas de pasarlo bien surfeando la nieve a bastante velocidad. Y obviamente, una tabla para deslizarse. La abuela de las actuales tablas de snowboard la ideó Sherman Poppen en los años sesenta del siglo pasado, cuando se le ocurrió atar dos esquís para hacer un juguete para sus hijos. Una década después se empezaron a fabricar las tablas tal y como las conocemos ahora, con superficie deslizante y agarre para los pies. Teniendo en cuenta sus orígenes, hay quien lo sigue considerando una modalidad de esquí. Pero el snowboard empezó a tener tanta popularidad que en 1988 ya entró como deporte en los Juegos Olímpicos de Nagano (Japón) en 1998. A partir de ahí, el snowboard vivió su gran boom y empezó cierta rivalidad entre palilleros -esquiadores de toda la vida- y los surferos... riders, los nuevos amos de la pista. Quizá por el sentimiento de traición, pues con frecuencia son esquiadores los que se pasan al snow y no viceversa. Dicen que quien prueba a deslizarse con una tabla, ya no vuelve a hacerlo con dos. Entre otros aspectos, porque además, se supone que la progresión en el aprendizaje es más rápida. Aunque parte del éxito del snowboard también viene de la cultura que le rodea, muy similar al del mundo skate y al de los surferos.

‘Half-pipe’ y más allá

El snowboard también ha ido evolucionando y hay varias modalidades en función de la experiencia que se va adquiriendo sobre la tabla. El nivel más básico es el de estilo libre, en el que, después de conseguir mantener el equilibrio sobre la tabla y deslizarse unos cuantos metros se empiezan a hacer saltos, piruetas y otras hazañas sobre la nieve. El jibbing va un poco más allá y consiste en deslizarse sobre cajones y barandillas. El siguiente salto es el slopestyle: una pista llena de saltos, barandillas y cajones sobre los que el rider trata de hacer en una bajada todos los trucos posibles. Meterse en un tubo en forma de U haciendo saltos y figuras es la finalidad de la modalidad half-pipe para quienes tienen un buen control de la tabla. El snowboard freeride es para los que prefieran salirse de pistas y es apto para todos los niveles, solo hay que elegir zonas más o menos extremas dependiendo de la experiencia.

Las mejores pistas para ‘riders’ en España

Aunque quien practica snowboard puede disfrutar de todas las pistas como cada vez hay más aficionados a la tabla en España, las estaciones de esquí les han proporcionado su patio de recreo con zonas especialmente habilitadas para ellos. Es el caso de Baqueira Beret, que además de contar con 167 kilómetros de pistas, ofrece dos snowparks, el de Serra -más indicado para novatos- y el de Comalada, para los que necesitan más adrenalina.

El área de snowboard de Sierra Nevada, una de las primeras que se habilitaron en España, recibe el nombre que dieron los árabes a estas cumbres, Sulayr, el monte del sol. Con saltos y barandillas, es el paraíso de los que quieren practicar freestyle.

El rincón del cielo en Cerler es un snowpark con cajones, tubos y barandillas de todos los tipos y colores -azules, rojos y negros, según su dificultad- para surfear en la nieve independientemente del nivel que se tenga. En el mismo dominio aragonés de Aramón, Formigal ofrece a los snowboarders el Terrain Park, con el área Skity para los menos iniciados. Sin dejar esta zona del Pirineo, el snowpark Sarrios de Astún cuenta con 16 módulos, cuatro de ellos son saltos y área de half-pipe.La zona central del snowpark está reservada para el jibbing. Y en el centro de la península, Navacerrada ofrece la posibilidad de hacer eslalon natural entre árboles.

Eso sí, en cualquier pista o snowpark, el casco es imprescindible para la práctica del snowboard, ya que las caídas suelen formar parte del recorrido en este deporte en el que no faltan altas dosis de adrenalina. Pero una vez que se descubre, cuesta mucha desengancharse del vértigo de las pistas.