Turismo residencial y vacacional tras el Covid-19: el compromiso empresarial

Las empresas tienen un compromiso específico con el entorno social en el que desarrollan su actividad, además del compromiso global con la sociedad en sentido amplio. Hoy no solo es importante el beneficio económico, sino también cómo las empresas consiguen ese beneficio y de qué forma apoyan el desarrollo social, de manera que los resultados clave de la empresa, tal como propone el modelo Europeo de Excelencia en la Gestión (modelo EFQM: Fundación Europea para la Gestión de la Calidad) se consiguen a través de resultados en empleados -satisfechos, comprometidos-, en clientes y proveedores -vinculados, prescriptores- y en el impacto social positivo de la empresa -desarrollo de criterios claros de responsabilidad social de la compañía-.

Los conceptos asociados a la Responsabilidad Social, por tanto, deben formar parte cada vez más importante del core business de las compañías, definiendo un modelo de gestión capaz de hacer compatibles los objetivos de la compañía con los de cada uno de sus grupos de interés. Es un tema que la irrupción del coronavirus, con sus implicaciones sanitaria, social y económica, ha impulsado, en mi opinión, de manera definitiva, y en el que las empresas, lógicamente, tienen un papel fundamental, pero necesitan el apoyo imprescindible de las administraciones que no siempre lo están asumiendo con la determinación necesaria.

La situación -en palabras de la CEO de TrustMakers, Sandra Sotillo- era que a final de 2019 las empresas empezaban a hablar de la refundación del capitalismo -del beneficio para los shareholders (accionistas), al beneficio para los stakeholders (grupos de interés en la empresa)-; y en marzo surge la emergencia sanitaria que hoy es ya una crisis económica y social que está cambiando el mundo, con efectos incluso mayores que la anterior crisis financiera de 2008; las empresas tienen que demostrar como conectan su negocio con el bien común, de manera que las marcas que no apuesten por las personas y la sostenibilidad a todos los niveles en esta crisis, pueden perder la confianza de la sociedad para siempre. Debemos mantener esa visión de compromiso con todos los stakeholders a largo plazo, pero haciendo énfasis en un corto plazo que tenemos que superar para que ese largo plazo siga existiendo, desde la convicción de que esta es una crisis que no afecta a los fundamentos económicos de la sociedad, lo que debería llevarnos a una salida rápida si conseguimos controlar la emergencia sanitaria.

Una industria fundamental en nuestro país es, sin duda, el turismo, muy apoyado por el sector de la construcción especialmente en la costa, constituyendo ambos auténticos motores de nuestra economía, muy afectados por la actual crisis sanitaria. El turismo en sus dos vertientes: vacacional y residencial, los dos muy importantes, aunque con intensidades diferentes por zonas geográficas, complementarios y que juntos configuran un sector muy potente e imprescindible para nuestro desarrollo económico y social. Entendido el turismo residencial como el alojamiento por periodos de tiempo largos en viviendas habitualmente propiedad del visitante, los impactos sobre el mismo de problemas que impactan sobre la salud o la economía de las personas, como el Covid-19, son, lógicamente, menores que sobre el llamado turismo vacacional, puesto que, en el caso residencial, el visitante se convierte casi en un turista cautivo en condiciones similares a los residentes en la localidad.

La duda en este caso no es si vendrá o no vendrá el turista-residente, sino cuándo podrá venir, lo que está condicionado fundamentalmente por los confinamientos y restricciones tanto en origen como en destino, así como en la disponibilidad de fechas del visitante si no fuera jubilado o empleado teletrabajando, como ocurre con muchos de nuestros turistas residenciales, empadronados o no en nuestras ciudades, en una actividad cada día más frecuente.

Lógicamente, el impacto puntual de la pandemia es mayor sobre la vertiente inmobiliaria del turismo residencial, sobre la compra de segundas residencias, básicamente por la imposibilidad de venta activa durante los periodos de confinamiento y limitaciones a los desplazamientos que estamos sufriendo, incluso a las dificultades para culminar operaciones en marcha antes del estado de alarma o tras la relativa apertura posterior, con las restricciones a la movilidad que siguen dificultando estas operaciones. Este problema se agrava para nuestro colectivo exterior más numeroso, el turismo británico, como consecuencia de un Brexit que incorpora más dudas a una situación ya de por sí muy complicada tanto para los turistas vacacionales como para los residentes por periodos más o menos largos en España con vivienda preferentemente propia -estos últimos son más de 250.000 según los datos del INE-, por su posible impacto negativo sobre los costes, la atención sanitaria pública, la estancia o los desplazamientos.

La vacuna ya está aquí y, por tanto, tenemos la solución más cerca. Empezamos a ver la luz al final de un túnel que en cualquier caso está siendo insoportablemente largo, dejando en la cuneta muchos negocios que tenían todo el sentido, pero que no han podido soportar la ruptura radical de su actividad durante todos estos meses, especialmente relacionados con el sector turístico que, contra lo que había ocurrido en el pasado, en esta ocasión fue el primero en caer y probablemente será de los últimos en salir, con apoyos muy poco evidentes por parte de las administraciones, centradas más en “salvar a las personas que a las empresas”, cuando sin empresas solventes no es posible la salvación sostenida de las personas. Aún quedan tiempos duros para el turismo que no es previsible que empiece a ver aclarándose el horizonte hasta el verano próximo, con crecimiento progresivo a partir de entonces para alcanzar la normalidad prepandemia a lo largo de 2022. Y entonces sí, estoy convencido de que volveremos progresivamente a la senda del crecimiento que no debimos perder porque en el fondo la pandemia no ha limitado, más bien al contrario, las ganas de viajar, que solo el problema sanitario y su impacto económico han cortado en este último año que no debe ser un año para olvidar, sino para construir sobre sus cenizas una sociedad más responsable, justa, prudente y solidaria, en la que el turismo seguirá teniendo un papel fundamental.