República Dominicana: la buena vida

¿Puede haber algo que apetezca más que sumergirse en las aguas del Caribe? Si le añadimos paisajes espectaculares y ciudades Patrimonio de la Humanidad a ritmo de merengue y bachata, el resultado es República Dominicana, donde disfrutar es una forma de vida

En estos momentos la imagen que más nos puede hacer viajar desde el sofá de casa es la de una playa de arena blanca, palmeras, aguas cristalinas, etc. Y república Dominicana lo tiene todo incluido. Porque en el país caribeño se respira y se palpa esa idea de paraíso que todos tenemos en la cabeza. Kilómetros de arena -en concreto 1.600- paisajes que hacen creer en el cielo y el ritmo caribeño de la bachata y el merengue. Y si se le añade la vitamina R del ron o la mamajuana, el resultado es pura fantasía a la que no hace falta sumar la experiencia de los PCR, ya que no son un requisito ni para ir, ni para volver en los vuelos de Air Europa o Evelop! que volvieron al país en noviembre.

El primer europeo que cayó rendido a los pies de la isla fue Cristóbal Colón. Fue su preferida, ya que en cada uno de sus viajes intentó pasar por lo que él llamó La Española. Cuatro años después de aquel 1492 se fundaría la primera ciudad del Nuevo Mundo: Santo Domingo. El pequeño país de República Dominicana ocupa una posición estratégica entre el Atlántico y el Caribe, y fue considerado durante siglos como la puerta de entrada a América, por lo que fue una perita en dulce para piratas, ingleses y hasta haitianos. Después de la inestabilidad de la primera mitad del siglo XX llegaría el gran invento del Turismo para poner a la isla en la lista de deseos de todo el mundo. No hay mucho secreto de este éxito: un universo de hoteles de cuatro y cinco estrellas, la mayoría en régimen de Todo Incluido, para pasarse el día y la noche disfrutando sin preocupaciones de un entorno de lujo.

La primera capital

Hay hasta ocho aeropuertos para llegar a República Dominicana. La mayoría de los viajeros prefiere saltar del avión a la arena y por ello, eligen Punta Cana para aterrizar en la isla. Sin embargo, perderse una ciudad como Santo Domingo, la primera en ser capital de América y de muchos aspectos -primera catedral, universidad, monasterio e incluso primera vía pública del Nuevo Continente- es un error. Porque entonces no se puede disfrutar de la Ciudad Colonial, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Quien no vaya a Santo Domingo se pierde la posibilidad de sentarse a ver la vida pasar en un banco de la plaza Colón, frente a la catedral, donde dicen que descansa el Almirante que viajó más veces muerto que vivo. Para los que prefieran el modo cómodo, el tren Chu Chu Colonial hace un recorrido de 45 minutos por toda esta zona. Tampoco merece la pena perderse el ambiente del Malecón, lleno de hoteles y restaurantes donde va la gente bien a ver y ser vistos. Llegar hasta Santo Domingo supone la oportunidad para meterse en el ambiente dominicano y ver un poco más allá de la línea de setos que separa los resorts de la playa de la realidad.

Playas para perderse

Ahora sí, nos vamos a la playa. Cierre los ojos e imagínese que empieza a andar por una playa de fina arena blanca, flanqueada por interminables palmeras apuntando al cielo azul y con las olas tocando suavemente los pies. La playa parece que no se termina nunca. Es más, para recorrer completamente sus 48 kilómetros, son necesarios al menos un par de días. Enhorabuena, ha llegado a Punta Cana, donde el mar Caribe se junta con el océano Atlántico. Entre medias, las playas de Bávaro, Corales, Cortecito o Juanillo con un montón de opciones de alojamiento en los que dar rienda suelta a la buena vida. Tanto de día como de noche, porque, aunque en plan relajado, aquí las opciones para pasarlo bien son tan variadas como para no parar ni un momento. Al fin y al cabo, en los resorts de la pulsera, todo está incluido. Y hacen lo posible para que el aburrimiento no entre ni por la puerta.

Al noreste de la isla, en la península de Samaná, también hay buenas playas -Bacardí, Punta Popy y Las Galeras, entre otras- pero hay además abundante vegetación, sobre todo en el Parque Nacional de los Haitises, formado por 56 cayos y una gran porción de manglares. También aquí se pueden hacer excursiones a pie o a caballo para llegar al Salto del Limón, una cascada de 40 metros de altura rodeada de bosque tropical. Si vuelve a cerrar los ojos y se imagina en el paraíso, ha llegado directamente a Isla Saona. Las aguas cristalinas del Caribe bañan esta isla, la más grande de República Dominicana, y llegan hasta una playa de arena coralina. Es una de las excursiones más típicas y por ello, hay que pagar el peaje de las multitudes. Pero se olvida enseguida a bordo del catamarán que lleva a la isla con fiesta a bordo muy bien regada de ron. Sin tanto turisteo, una alternativa es Isla Catalina. En cualquier caso, ambas son la opción ideal para los amantes del snorkel. Para llegar a la que, dicen, es la mejor playa del mundo o al menos de República Dominicana, hay que ir hasta Bahía Las Águilas, en la península de Pedernales. Ocho kilómetros de arena tan blanca que hasta brilla, aguas turquesas para perder la mirada en el horizonte y un entorno kárstico, casi de película. Además, por su ubicación cerca de la frontera con Haití, es un nirvana para disfrutar casi en privado. En la misma península también se puede disfrutar de los manglares que rodean la laguna de Oviedo, de agua salada.

Opciones para todos los gustos

¿Y si no se quiere estar todo el día vuelta y vuelta? República Dominicana es un país con opciones para todos los gustos. Desde las impresionantes playas hasta la posibilidad de descubrir cómo se hace el tabaco en las fábricas de Santiago de los Caballeros; probar hasta cuánto sube la adrenalina en una tirolina entre los bosques tropicales o, recorrer plantaciones de café, cacao o caña de azúcar. También se puede optar por dejarse llevar y casarse. Al fin y al cabo, en el paraíso ¿qué puede salir mal?