La resistencia de la industria turística tiene sus límites

El próximo miércoles, 14 de octubre, se cumplirán siete meses desde que el Gobierno decretara el Estado de Alarma y España se viera sumida en la que probablemente se convertirá en la mayor crisis económica de los últimos 90 años. Una realidad que amenaza con destruir cientos de miles de empresas y millones de empleos. El sector turístico, el bastión sobre el que la economía española pivotó su recuperación hace una década, el primer generador de Producto Interior Bruto (PIB), emerge como el primer damnificado de una situación que ha fulminado la libertad de fronteras. Su resistencia, a prueba de bombas en crisis pasadas, es amplia, pero no eterna, y del tiempo que perdure el escenario actual, con rebrotes, cuarentenas, confinamientos y restricciones aéreas, y de las medidas que desde las Administraciones se adopten, dependerá el futuro del turismo en España y de su industria y, por ende, de la economía y el bienestar de los españoles.

Son siete meses ya en los que miles de establecimientos ni siquiera han abierto sus puertas y la mayoría de los que lo han hecho han visto cómo sus ingresos están siendo raquíticos, al menos en comparación con años pasados. El clamor de las empresas turísticas, a título individual y a través de las múltiples organizaciones que las representan, alcanza cada vez mayores decibelios. Reclaman acciones contundentes y de manera urgente más allá de los ERTE o los créditos ICO. El Gobierno, por el momento, apenas mueve ficha, a la espera de recibir la inyección europea que en todo caso no llegará hasta la primavera. Y habrá que ver cuánto de esos fondos le corresponde al turismo.

No es de extrañar que en este contexto las empresas turísticas sean las primeras en llamar a la puerta del fondo de ayuda a grupos estratégicos implementado por la SEPI. Lo más probable es que en los próximos meses se multiplique. Máxime si los confinamientos continúan. Las empresas insisten a los gobiernos que aparquen sus ideologías y gestionen con la protección de la salud de los ciudadanos y de la economía como prioridades ineludibles. Se necesita un mayor seguimiento del virus, porque la paralización de las actividades durante muchos más meses no será soportable.

El turismo tiene ante sí un reto adicional a la supervivencia cortoplacista, y es la reconversión del modelo que debe afrontar. Sin ella, su peso en el PIB caerá desde el 12,5% actual hasta niveles que se podrían acercar al 8% o al 9%. Será un sector en todo caso más consolidado porque muchas empresas no podrán aguantar el envite, pero los jugadores que sí lo hagan, tendrá que reposicionar activos, con un turismo de más valor añadido, con tarifas más altas, respetuoso con el medio ambiente y en el que las ocupaciones no tengan tanto impacto. Es un reto que ronda a la industria turística española desde hace años y que ahora, la pandemia, ha de acelerar.