Como diría Shakespeare, “distressed or not distressed?”

Ésta podrÍa ser la pregunta a la que el sector hotelero en particular y turÍstico en general desearÍa responder lo antes posible. Para hacerlo, muchas de las actuales incertidumbres a las que se enfrenta el sector deberÍan estar despejadas y, lamentablemente, no es el caso. Los operadores hoteleros se enfrentan al espinoso dilema de mantener sus hoteles abiertos, o cerrarlos de nuevo en las próximas semanas o meses.

El sector hotelero español ha demostrado su resiliencia a lo largo del tiempo, pero jamás habÍa afrontado una situación como la actual: no hay clientes que alojar en sus hoteles y, por tanto, no hay ingresos. En un destino como España, fuertemente dependiente de la demanda internacional, la demanda interna no es suficiente para insuflar el oxÍgeno necesario para mantener los hoteles abiertos a lo largo del tiempo. El verano ha sido dispar en función de las zonas y ahora las restricciones impuestas para controlar el crecimiento de los contagios están oscureciendo notablemente las perspectivas de futuro. Canarias empieza ahora su temporada alta, con la esperanza de que los corredores seguros se pongan en marcha y puedan salvar la temporada lo mejor posible.

El segmento urbano está sufriendo la segunda ola de la pandemia justo cuando esperaba poder reabrir y el segmento MICE será el que experimentará una recuperación más tardÍa. Se prevé que los establecimientos más enfocados a una población joven, como los hostels o los hoteles económicos, vean mejorar antes sus resultados, puesto que los milenials pueden ser los primeros en empezar a viajar en cuanto les sea posible. Existe un cierto consenso sobre que, si la vacuna está disponible en el 2021, el 2022 sea el inicio de una recuperación, y que ésta pueda consolidarse en un plazo de 3 o 4 años.

Pero los empresarios no pueden permitirse esperar a que llegue el inicio de la recuperación para tomar ahora algunas decisiones relacionadas con su situación financiera y de tesorerÍa. La incertidumbre en relación con la ampliación de las carencias de los ICO, la relacionada con la posible extensión de los ERTE o la esperada rebaja del IVA, junto con otras medidas como las relacionadas con el pago de los alquileres, les complican la toma de decisiones destinadas a salvar sus negocios.

El peso del sector hotelero en la economÍa española no parece verse compensado, como en otros paÍses de nuestro entorno, con medidas de apoyo que permitan su supervivencia. Los fondos de inversión, con mucha liquidez y ansias por comprar, están a la espera de que los potenciales vendedores rebajen sus expectativas de precio, mientras que los vendedores potenciales, por su parte, se resisten a obtener liquidez vendiendo activos a precios que no se correspondan con la evolución de los KPI’s en el Último quinquenio, conscientes de que la recuperación llegará tarde o temprano, por lo que no ven incentivos para erosionar el valor de dichos activos vendiéndolos con grandes descuentos de valor.

Para que España no se convierta de nuevo en el “paÍs de las oportunidades”, es imprescindible que el gobierno le otorgue al sector hotelero la importancia que merece, aprovechando la actual crisis para ayudar a llevar a cabo las diversas transiciones que lo harán un sector más competitivo en la arena internacional, con la digitalización y la sostenibilidad medioambiental como pivotes principales.

La falta de coordinación entre los paÍses europeos está teniendo también nefastas consecuencias para un destino, Europa, el más visitado a nivel mundial, en el que cada paÍs impone sus restricciones sin ningÚn tipo de consenso con el resto de paÍses de la UE. Es lógico pensar que cada cual intenta salvar su economÍa, pero es ilógico hacerlo en un contexto cada vez más globalizado, pasando por alto unas interdependencias que la pandemia no ha hecho más que evidenciar. Sin embargo, cuando se inicie la recuperación del sector en Europa, es legÍtimo pensar que España será capaz de reconquistar su posición predominante dentro del continente, saliendo incluso reforzada de este trance, especialmente en un segmento distinto al tradicional “sol y playa”, ya que el sector urbano, particularmente castigado por la crisis, se habrá visto obligado a reinventarse, impulsando las transformaciones que le permitirÍan competir con otras capitales europeas de larga tradición turÍstica, como ParÍs, Londres o Ámsterdam.

En resumen: tenemos un sector hotelero profesionalizado, que ha hecho sus deberes de mejorar su planta hotelera en los últimos años, con el correspondiente apalancamiento financiero, que puede verse obligado a recurrir a financiación alternativa (a doble dígito) o a la venta de activos si no se ponen en marcha las oportunas medidas de apoyo por parte de la administración.

Pero, dicho eso, que a nadie le quepa ninguna duda de que el sector sigue luchando para recuperar su posición y prestigio a nivel mundial. Es un sector que merece un reconocimiento mucho mayor del que se le está dando, con una contribución al PIB que va mucho más allá de las cifras que se le atribuyen, y que sustenta la economÍa de muchas familias y empresarios que han hecho todos los esfuerzos de adaptación que se les han exigido durante la pandemia. Y es, sin ningÚn tipo de duda, un sector que nos seguirá dando alegrÍas cuando podamos volver a disfrutar de su hospitalidad y de su buen hacer.