Cuando tu casa es el mundo entero

Ya han pasado varias semanas desde que el mundo viera cómo una alerta sanitaria creada por el COVID-19 haya sido capaz de paralizar todos los sistemas que hacen funcionar a un país con normalidad. Si echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que el virus ha avanzado de este a oeste como si hubiera seguido la senda del sol a una velocidad más rápida que la luz.

Su ágil propagación nos ha cogido tan desprevenidos que, en todos y cada uno de los territorios en los que el coronavirus ha hecho una parada, ha exigido que sus gentes cambien de vida de un día para otro. Lo ha hecho sin pedir permiso, alterando hábitos y costumbres y lo que a priori nos hacía sentir protagonistas de una nueva película sobre un mundo distópico, una vez que nos ha hecho tomar consciencia del momento que estamos viviendo, nos ha convertido en seres más solidarios y responsables.

Un comportamiento que el lingüista, filósofo y politólogo Noam Chomsky vaticinaba en uno de sus libros, donde alegaba que, ante una catástrofe, la responsabilidad y las oportunidades están en nuestras manos. Y así es, precisamente, como la sociedad ha respondido en un momento de crisis global, situando la colaboración, la ayuda y el bienestar común frente al individual como una prioridad inquebrantable.

Afortunadamente, estos valores se anteponen al silencio y la incertidumbre que en muchas ocasiones genera el no saber cuándo vamos a poder retomar nuestros paseos o viajes cotidianos. Por eso, ahora más que nunca, un aplauso desde el balcón y un cruce de mirada con tus vecinos de enfrente, a quienes sonríes al saber que todo sigue bien, vale más que el tesoro más preciado; porque esta situación también nos trae lecciones y mensajes que siempre deberíamos recordar.

Quedarse en casa es lo más responsable en este momento y, aunque nos cueste, debemos pensar que este esfuerzo le está dando margen a lugares masificados por el turismo como Venecia, así como un soplo de aire fresco a ciudades en las que la contaminación es uno de sus principales problemas diarios. También está ayudando a reducir el consumo energético, a apoyar a productores locales que continúan afanándose por traernos lo mejor del campo y a reinventar nuestra conciencia social y medioambiental. Esto ha favorecido que desde hace semanas asistamos a conciertos desde nuestro salón, saboreemos más que nunca los alimentos que comemos o dediquemos más tiempo a leer.

Un antes y un después

En el plano empresarial, las casas también están jugando un papel fundamental porque un sofá, la cocina o cualquiera de las estancias se están convirtiendo en el centro de operaciones desde el que algunas compañías han creado campañas específicas para animar a las familias a redescubrir el placer de quedarse en el hogar. Un ejemplo de ellas es HomeExchange que, además de promover un modelo de turismo responsable mediante el intercambio de casas, invita a las personas a seguir su propuesta de descubrir, cuidar y compartir experiencias con sus allegados desde casa.

Realmente es una corriente colaborativa a la que se han unido muchos sectores y en la que el turismo ha jugado un papel fundamental. Porque quienes viven de ello directa o indirectamente, no solo han trabajado sin descanso en las últimas semanas para buscar fórmulas con las que arrancar de nuevo el motor, es que han tenido un comportamiento ejemplar al poner diferentes instalaciones a disposición de autoridades y personas que necesitasen un plato de comida caliente o un espacio para el descanso donde los trabajadores pudieran sentirse protegidos y, a su vez, salvaguardasen a sus familias de posibles contagios.

Y aunque eso parezca que ahora es lo normal y lo que nos sale del corazón, hace dos meses era totalmente impensable. No porque antes no fuéramos solidarios, que ya lo éramos, sino porque en un periodo en el que nuestra actividad se ha visto frenada en seco, hemos sido capaces de plantear grandes soluciones a partir de los recursos existentes. El COVID-19 nos ha hecho valorar aún más lo que teníamos a nuestro alcance, dándole una nueva utilidad de la que estoy segura de que, sin esta crisis sanitaria, jamás se nos hubiera ocurrido. Es como si de repente cada elemento que forma parte de este mundo hubiera cobrado una segunda vida para ayudarnos a hacer mejor las cosas.

En este sentido, los expertos aseguran que va a haber un antes y un después del inicio de esta nueva década, donde el coronavirus ha arrasado con más vidas que las que Albert Camus nos narraba en La Peste. Pero aún podemos apoyarnos en la claridad que desprenden los aprendizajes que hemos ido guardando día a tras día desde nuestra casa para retomar el camino en el punto exacto en el que nos paramos. Nuestros objetivos siguen esperándonos para ser cumplidos y aunque algunos hayan cambiado y otros, simplemente, madurado, tenemos una nueva oportunidad para conquistar lo que nos propongamos.

Por eso, cuando superemos la situación, tendremos tiempo de cumplir esa lista de planes ideados durante el confinamiento y visitar físicamente aquellos destinos locales a los que hemos viajado a través de nuestros pensamientos. Eso sí, siempre siendo responsables y siguiendo las recomendaciones oficiales que nos acompañarán en la nueva normalidad, no solo por el propio beneficio individual, sino por el bien de la colectividad.

Y recordando que ser responsable también es reflexionar ahora sobre nuestros hábitos y formas de viajar, para ser consecuente en el futuro, y llegado el momento, apostar por un turismo interno del que depende la economía de muchas familias. Gracias a su trabajo y a que conocen mejor que nadie nuestras costumbres, hacen que en cada estancia nos sintamos como en casa. Una sensación que tras esta crisis valoraremos más que nunca, viajemos donde viajemos, y que los HomeExchangers conocemos muy bien.