Tierra de caballeros

Malta es el resultado de la ecuación perfecta que combina un destino de buen clima, cultura, paisajes
y a dos horas de España. En poco más de 300 km2 reúne todos esos ingredientes, a los que se suma una historia de 7.000 años, el carácter abierto de los malteses y opciones para divertirse hasta el amanecer. Es decir, lo justo y necesario para haberse convertido en uno de los destinos de moda en el Mediterráneo
Fotos: iStock

Malta en números: 316 km2, un archipiélago de 11 islas -tres habitadas-, 300 días de sol al año, 7.000 años de historia, casi medio millón de malteses dispuestos a agradar y el 12-1 de la Selección Española. Un país tan pequeño como apetecible, con cientos de rincones sorprendentes que atrae tanto a los que buscan hotelazos de lujo como a los que prefieren unas vacaciones, mochila en mano.

Este pequeño -gran- país cuenta cada año con más adeptos que deciden poner rumbo a las costas maltesas para descubrir el que, dicen, es el secreto mejor guardado del Mediterráneo. La fórmula de su éxito es a priori tan sencilla como complicada: tiene todo lo que se podría esperar para una escapada con pretensiones. Tanto es así que desde hace miles de años ha atraído a civilizaciones de todos los tiempos: cartagineses, griegos, romanos, árabes, españoles, franceses, italianos e ingleses, entre otros. Los malteses están tan acostumbrados a recibir a gente de fuera que hacen que te sientas como en casa nada más llegar. De hecho, tiene todo el sentido que Malta fuera el escenario escogido para poner en negro sobre blanco el fin de la Guerra Fría. Después de tantas invasiones y guerras, en las islas maltesas se respira un ambiente zen del que no puede escapar cualquiera.

Desde hace unos años Malta también se ha convertido en uno de los escenarios preferidos para rodar producciones hollywoodienses. Solo hay que revisar títulos como Troya, El expreso de medianoche, Gladiator, Ágora o Guerra Mundial Z, para reconocer las localizaciones maltesas. Aunque sin lugar a dudas es en Juego de Tronos donde más y mejor se ha lucido el país.

Hay muchos que descubren Malta desde la cubierta de un barco. Aunque unas horas de escala ya dan para hacerse una idea de los que se puede encontrar, las islas maltesas dan de sí para varios días. En la más grande, Malta, se encuentra la capital y es la más concurrida de las tres habitadas. Gozo es su isla hermana y el sitio preferido de los malteses para desconectar. Comino, como su nombre indica, es la más pequeña de las tres -famosa por su cristalina Laguna Azul- y donde de forma permanente viven cuatro personas para dar servicio a un mini hotel. En el resto de los ocho islotes, ni un alma.

Eso sí, quien más y quien menos en las islas maltesas cumple con el té de las cuatro de la tarde. Todos conducen por la izquierda, una costumbre tan british como las cabinas y los buzones rojos que todavía se encuentran en calles y plazas. Y para entenderse con los malteses se agradece que también hayan conservado el inglés como lengua cooficial. Porque con la mezcla de árabe, francés e inglés, el maltés -más trabalenguas que idioma- no hay nadie de fuera que lo comprenda. Moverse por Malta también es relativamente fácil precisamente porque las calles llevan el nombre en maltés y en inglés.

Qué ver en Malta

Malta en general es a la Orden de los Caballeros de San Juan como un buen tomate de huerto al pan de pueblo: no tiene sentido separarlos. Fueron los dueños y señores de las islas maltesas durante algo más de dos siglos. También quienes fundaron las Tres Ciudades -Birgu, Senglea y Copiscua- que forman la Cottonera. Merece la pena empezar el paseo por aquí y relajarse por las calles estrechas y de piedra caliza con las ventanas de colores hasta llegar a la capital actual, La Valeta.

Que una ciudad sea parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco ya da una pista del interés que puede despertar. La capital maltesa no decepciona y acumula más de 300 monumentos en 55 hectáreas, lo que viene a ser una de las áreas históricas más densamente pobladas del mundo. La calle principal, Republic Street es peatonal, está a rebosar de tiendas y lleva al monumento más top de la isla: la concatedral de San Juan. Fue la joya de la corona de la Orden de los Caballeros y como tal, no hay un centímetro libre de ornamentación barroca.

No muy lejos de la concatedral, en una calle perpendicular a Triq ir-Repubblika –el nombre maltés de Republic Street- está el palacio del Gran Maestre. Se puede visitar y, además, tiene su punto saber que es la oficina del presidente de Malta. Tal vez tengamos la suerte de poder ver el cambio de guardia que hay en la explanada exterior una vez al mes.

La capital está plagada de iglesias y palacetes, aunque tampoco faltan los edificios para defenderla. Por ejemplo, el fuerte de San Telmo, el de Sant Angelo o el bastión de San Pedro y San Pablo. Los jardines Upper Barraka de este último regalan una bonita panorámica del puerto y de las Tres Ciudades. Conviene hacer coincidir la visita con las 12 del mediodía o las 16 h, momento en el que personajes de época disparan los cañones -sin balas- desde la Salutting Battery. Es un particular saludo maltés a los visitantes.

Otra de las fortalezas que merece la pena visitar es Fort Manoel, construida, cómo no, por la Orden de los Caballeros. Con un estilo barroco militar del siglo XVIII en estado puro, dicen que es el modelo de fortificación perfecta. Al menos lo fue para una mítica decapitación: la de Ned Stark en Juego de Tronos.

Mdina

Igual es más reconocible para los fans de la serie una de las puertas más famosas de la televisión, la que daba acceso a Desembarco del Rey, que es también una de las entradas a Mdina. Eso sí, por allí no entra ni un solo vehículo privado, por lo que esta ciudad -que ocupó el rango de capital del país- es conocida por su silencio. Y por ser una de las villas medievales fortificadas mejor conservadas de Europa. No faltan, por lo tanto, palacios, caserones nobles ni muralla. Ni nobles, ya que para hacerse con una vivienda hay que acreditar pedigrí nobiliario del bueno.

Gozo

En la isla hermana de Malta lo que más llama la atención son los paisajes, que invitan a olvidarse de todo y de todos. De hecho, a los propios malteses les encanta cruzar por mar -en ferry o en lancha rápida- los 6 kilómetros que separan ambas islas para desconectar del mundo y conectarse con la naturaleza.

Ya solo quedan los restos de la gran atracción de la isla, la Ventana Azul, el gran arco de roca que descansa sobre el fondo de la bahía de Dwerja. Al lado está el Blue Hole, un enorme agujero de 26 metros de profundidad solo para los buceadores más atrevidos -y experimentados-.

El buceo es, de hecho, una de las actividades que más atrae a quienes van a Gozo. También las salinas de origen romano de Marsalforn, las iglesias de tamaño catedral de San Pedro y San Pablo o la basílica de San Jorge. Donde hay que perderse y dejar pasar el tiempo es por las calles de la Ciudadela, en la capital de la isla, Victoria. Si se quiere retroceder unos cuantos miles de años, hay que ir a los templos de Ggantija, construidos entre el 3.600 y el 3.200 a.C y anteriores, por lo tanto, al conjunto de Stonehenge.