Este año toca campo

El turismo rural se perfila como una de las opciones preferidas para este verano, por la necesidad de disfrutar en espacios abiertos y la posibilidad de desconectar de meses encerrados.

La posibilidad de desconectar de meses de confinamiento en contacto con la naturaleza y la de disfrutar de esta experiencia, en principio, sin masificaciones, hacen del turismo rural una de las tendencias top para este verano. Una oportunidad para redescubrir o conocer por primera vez lo que tenemos más a mano, pero que muchas veces por proximidad nos pasa más inadvertido. Y con la crisis económica como compañera de viaje, también puede ser una opción a priori más económica para disfrutar de unos días de vacaciones.

En España hay tantos rincones por explorar como posibilidades para disfrutar del concepto de turismo rural. Con más o menos lujos o comodidades, según el grado de inmersión que se quiera. Las opciones clásicas de alojamientos -hoteles, apartamentos y casas- rurales se van reinventando con los años. Incluso muchos campings ofrecen la posibilidad de estar en contacto directo con la naturaleza, sí, pero sin las incomodidades de dormir con la espalda clavada en el suelo. El glamping -el concepto de camping chic o de lujo- es la vuelta de tuerca a las cabañas o bungalows un poco más toscos y habituales en los campings desde hace años. Por ejemplo, la plataforma Glamping Hub ofrece 30.000 alojamientos -casas-árbol, iglúes o tiendas-safari con mayordomo- en 115 países entre los que destacan Estados Unidos Canadá, Australia, Nueva Zelanda y España. En el otro extremo, el agroturismo. Una vuelta a las raíces y costumbres, sin fuegos artificiales, que permite disfrutar de un desayuno casero recién hecho y muy auténtico, después de ordeñar una vaca y recoger los huevos del corral. En cuanto a dónde, sería mejor preguntarse dónde no ir. Porque no estamos hablando solo de ir a un pueblo y esperar a que pase el verano. El concepto de turismo rural también abarca conocer más de cerca cultura en el amplio sentido de la palabra, desde costumbres y formas distintas de vida a la de las grandes ciudades a una amplia variedad de patrimonio artístico. Del que siempre ha estado ahí y que ahora a los urbanitas nos encanta por su variedad y sobre todo, autenticidad.

Maravillas rurales

Si hablamos de maravillas rurales, desde hace ocho años la plataforma de alquiler vacacional Vrbo elabora un ranking con siete a partir de las opiniones de sus usuarios. En la última edición Cehegín, en la región de Murcia, se llevó el primer puesto. Su casco histórico, en el que no faltan villas palaciegas, iglesias, ermitas, etc., y hasta casino de los de antes, ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico. Para descubrir todo este encantador batiburrillo de callejuelas hay que hacer un poco de piernas, ya que, como buena plaza defensiva, está situado sobre una colina. Quienes lleguen hasta aquí pueden seguir explorando los alrededores y descubrir, a pocos kilómetros, la Ciudad Perdida de Begastri, un asentamiento con mucha historia e interés en otros tiempos para íberos, romanos y visigodos. Mucho más antiguas son las cuevas y pinturas rupestres de Peña Rubia, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1998. No muy lejos está la vía verde que comunica Ceheguín con Caravaca de la Cruz, para rematar por todo lo alto la escapada con una excursión de senderismo de seis kilómetros.

En la otra punta, la sierra de Gata es un continuo descubrimiento de rincones de los que se quedan en la retina. De hecho, Robledillo de Gata, en Cáceres, lideró la clasificación de las Maravillas Rurales en 2018, pero es un pueblo que siempre atrapa precisamente por ser un pueblo de los de siempre. El típico de calles empedradas en el que no se necesitan mapas porque ni aun queriendo te pierdes. Con una arquitectura muy extremeña, no faltan las casas de piedra y balcones con flores, su ermita del Humilladero ni un río -el Árrago- que se reparte en saltos de agua y manantiales que brincan entre las calles. Hasta tiene un museo del Aceite, ubicado junto a un antiguo molino de agua que se utilizaba precisamente para sacarle el jugo a las aceitunas. Lo que no tiene este pueblo son prisas, ni ruidos. Tampoco hay sitio para el stress en la aldea medieval de Trevejo. Ni en las calles de Santibañez el Alto, que como su propio nombre indica, está situado sobre un cerro con las mejores vistas de la sierra.

De capitales rurales al Camino

Hay diez pueblos para los que el 3 de julio puede ser una fecha para enmarcar en este año tan peculiar. Ese día se decide cuál de ellos se convierte en Capital del Turismo Rural de 2020, un reconocimiento promovido por el portal Escapada Rural. En la edición de este año se han presentado hasta 205 candidaturas y al ganador le cederá el testigo la villa cántabra de las tres mentiras, Santillana del Mar: ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Pero sí los bisontes más famosos de España, plasmados hace miles de años sobre la piedra de las cuevas de Altamira. Merece la pena visitar la neo cueva -la reproducción de la caverna original- para hacerse una idea de cómo se vivía en tiempos del Paleolítico. Para seguir viendo arte solo hace falta asomarse a las calles de Santillana; de pasado medieval, renacentista y barroco. Eso sí, sería imperdonable perderse la Colegiata de Santa Juliana. Otra villa cántabra, en la comarca de Liébana, aspira a convertirse en la próxima Capital del Turismo Rural: Potes. Entre puentes y torres se puede disfrutar del encanto de unas calles por las que parece que no ha pasado el tiempo. Y apretarse un cocido lebaniego, la mejor opción para tener energía de sobra con la que hacer frente a las rutas de senderismo o a caballo que se pueden hacer desde aquí.

Todos los caminos llevan a Roma... o a Santiago. Para conseguir la Compostela hay que recorrer a pie al menos, 100 kilómetros a pie -o a caballo- o 200 en bicicleta, por las rutas jacobeas dentro de Galicia. No obstante, el mejor caminante es el que se da permiso para desviarse un poco de la ruta y descubrir un poco más allá. Porque el recorrido de cualquier ruta a Santiago -y hay unas cuantas por España- no solo es llegar de punto a punto, sino que da la oportunidad de conocer muy de cerca costumbres, tradiciones y, sobre todo, pueblos en los que vamos a encontrar siempre algo interesante para ver. Restos de castillos o iglesias que salen en pocas guías de turismo, paisajes que quedarán en la memoria por lo duro que ha sido llegar a conquistarlos. A través de 200 kilómetros de contrastes entre la meseta castellana, los picos cántabros y los gallegos, el Camino Francés atraviesa León de este a oeste. Una ruta en la que alternan catedrales imponentes como las de León o Astorga; castillos medievales como el Ponferrada y aldeas que se habrían perdido en el olvido si no fuera por el Camino como El Acebo de San Miguel. También nos podemos perder por la imponente panorámica de Las Médulas, las antiguas minas romanas que hoy forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El itinerario se junta en Melide, ya en Galicia, con el Camino Primitivo, el primero que se recorrió como peregrinaje para llegar hasta Santiago. Es una de las rutas menos masificadas, pero también más exigentes, con subidas y bajadas que llevan hasta la misma catedral de Oviedo, pasando por Lugo y sus murallas.