Destinos inteligentes, turismo inteligente

Hace ya algún tiempo que la inteligencia ha devenido en adjetivo, casi todo tiene una versión “Smart”. En el campo de la gestión pública el término tuvo gran éxito al presentarse como solución tecnológica a los graves problemas sociales, medioambientales y de viabilidad económica a los que las ciudades se enfrentarían al concentrarse la población en grandes urbes. La capacidad de los servicios públicos, según se preveía, se vería sobrepasada por una demanda explosiva no acompasada con el incremento de los recursos fiscales.

La hipótesis de partida presentaba la tecnología como “solución” a estos problemas. La digitalización permitiría una reducción del coste por unidad producida, automatizar servicios públicos, etc. Resultaba plausible: la tecnología ayuda a detectar fugas de agua, apagar o atenuar farolas que no prestan servicio u optimizar la recogida de residuos, etc. Industria y ciudades se aplicaron a modernizar servicios públicos desplegando sobre el territorio competencias “tecnologizadas”.

Esta concepción de la inteligencia adolecía de una insuficiencia central: el despliegue de los distintos verticales no contemplaba la coordinación entre los mismos, ni medía los resultados ante problemas complejos. De esta circunstancia surgió la idea de “plataforma”, un “sistema operativo de la ciudad” que superaba el mero despliegue de competencias sobre el territorio dando paso a la coordinación de aquellas capacidades de intervención públicas necesarias para resolver un problema, estuvieran donde estuvieran alojadas las competencias administrativas. La idea de plataforma se abrió paso con dificultades, con todo España lideró su definición mundial; la norma UNE 178104 fue base de la normativa promulgada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

¿Dónde están los Destinos Turísticos Inteligentes? Si muchas ciudades inteligentes en España han emprendido políticas de “turismo inteligente”, se debe a que el turismo, fuente de riqueza y empleo, obliga a las ciudades a prestar servicios a un número de vecinos muy superior al de los residentes habituales; debe atenderse a dos tipos de ciudadanos con presencia, necesidades y urgencias no siempre coincidentes. No se trata solo de gestionar su impacto en los servicios públicos; una ciudad es una identidad, un proyecto que persigue atraer personas que valoren el destino aspirando, finalmente, a que los turistas se conviertan en embajadores del destino y los ciudadanos en gustosos anfitriones.

Administraciones turísticas de todos los niveles territoriales llevamos años trabajando en un nuevo modelo que cuenta con 38 destinos en nuestro país y dos en el extranjero. El modelo de destinos turísticos inteligentes es pionero a nivel mundial y cuenta con el reconocimiento de organismos internacionales como: la Organización Mundial del Turismo (OMT), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Comisión Europea o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esto debe hacernos sentir orgullosos, España se ha posicionado como referente en el mundo en materia de destinos inteligentes contando con varias normas UNE que lo acreditan: UNE 178501, “Sistema de Gestión de los Destinos Turísticos Inteligentes”, UNE 178504, “Hotel digital, inteligente y conectado (HDIC)” y UNE 178503, “Destinos turísticos inteligentes. Semántica aplicada a turismo”.

Gobernanza, Tecnología, Innovación, Sostenibilidad y Accesibilidad son las áreas clave que enmarcan la gestión de un destino inteligente mediante la evaluación de más de 400 requisitos. Este análisis ofrece una radiografía global del destino, que resulta de gran ayuda para mejorar la gestión y superar la visión tradicional de las políticas turísticas, obsesivamente centradas en la promoción. Las mejores puntuaciones de los destinos españoles, en su conjunto, se alcanzan en el área de sostenibilidad, siendo la tecnología -junto con la accesibilidad- el conjunto de indicadores que más necesitamos mejorar. Eso no quiere decir que no se haya trabajado en ese ámbito; el turismo ha sido uno de los sectores que mejor y más rápido ha sabido adoptar los avances tecnológicos; como pudieron ser, en su momento, la portales promoción, las apps, la comercialización online o, en la actualidad, la inteligencia artificial o la realidad virtual.

De la pujanza de la tecnología turística puede dar fe la rápida respuesta a necesidades inéditas derivadas de la pandemia. Nadie había pensado en gestionar aforos en las playas y, en pocas semanas, la industria ha sido capaz de combinar tecnologías -wifi, drones, cámaras, aplicaciones, códigos QR, chatbots- para proporcionar soluciones complejas, redefinir soluciones pensadas para otros propósitos -modificando aplicaciones de gestión de espectáculos o parking- o crear en tiempo récord aplicaciones de nueva planta para controlar playas o piscinas. La crisis del Covid-19 ha dejado claro que los atributos esenciales de un destino son la seguridad y la resiliencia; esto es, la capacidad para estar atento a las señales y anticipar la respuesta a los riesgos antes de que nos afecten; minimizar los efectos de lo que no se ha podido evitar; y ser capaces de emprender una pronta recuperación. Por ello, se está revisando la metodología de Destinos Turísticos Inteligentes para fortalecer la capacidad de respuesta a estas necesidades.

Decenas de informes diagnóstico a los destinos nos han permitido medir, comparar e identificar patrones dominantes, áreas de mejora o insuficiencias comunes. Una fortaleza de los destinos turísticos españoles que pueden compartir con instituciones, empresas y otros destinos en el marco de la Red de Destinos Turísticos Inteligentes (Red DTI); que actualmente cuenta con más de 120 miembros, sumando organismos públicos, empresas colaboradoras y cerca de 90 destinos. Desde la Red trabajamos para contribuir a consolidar el liderazgo turístico que España, gracias a su industria turística, ostenta en competitividad; debemos destacar nuestra aportación para mejorar las políticas públicas turísticas, basadas en el buen hacer de nuestros gestores públicos; y subrayar, finalmente, la existencia de una sólida industria tecnológica que provee de soluciones al sector. España debe seguir esforzándose para ostentar ese triple liderazgo.