Un baño de adrenalina en aguas bravas

Una balsa y un río de aguas un poco revueltas: es lo único que se necesita para practicar el ‘rafting’, una experiencia muy cercana a la aventura en plena naturaleza

Como casi cualquier anglicismo, hemos asumido tanto la palabra rafting que es complicado encontrar su equivalente en español. Aunque no nos engañemos, lo de balseo -o “acción de montar en una balsa”- parece que le quita emoción a esta actividad, a la que ahora llamamos deporte, pero que se lleva practicando desde hace siglos. Al menos por todos aquellos que a lo largo de la Historia han tenido la necesidad de cruzar alguna corriente de río con una balsa de troncos.

Sí que algunos sitúan al teniente John Fremont del ejército americano de 1842 como el primero que organizó una expedición de rafting por el río Platte de Nebraska. Hasta un siglo después no se empezaría a desarrollar esta actividad deportiva organizada sobre todo con fines turísticos. En concreto, para disfrutar del entorno del Gran Cañón del Colorado. Tuvo tanto éxito en los años 50 que no tardó en saltar a Europa, hasta encumbrarse como deporte olímpico en los juegos de Múnich de 1972. A partir de ahí cada vez atrae a más gente lo de subirse a una balsa neumática por ríos con rápidos. Y con más perfeccionamiento tanto en la técnica como en las medidas de seguridad, tan necesarias en cualquier actividad que implique algo de riesgo.

En los años ochenta las balsas de goma se empezaron a ver en los ríos del Pirineo leridano, concretamente en el Noguera Pallaresa. Hoy en día se considera uno de los mejores destinos europeos para practicar el rafting.

¿Qué hace falta para practicar ‘rafting’?

Ganas de pasar un buen rato, de que fluya la adrenalina a raudales y algunas dosis de esfuerzo y sentido común. Por lo demás, las empresas que se dedican a organizar la actividad también proveen de los elementos básicos de seguridad: un chaleco salvavidas, un casco y una pala para remar. En ocasiones también material de neopreno y escarpines para los pies. Cabe recordar que es una actividad para practicar en ríos y, por lo tanto, la probabilidad de mojarse es bastante alta. Es muy recomendable llevar ropa de baño y calzado viejo que se pueda mojar. Y obviamente ropa para cambiarse después.

¿Cuándo es la mejor temporada?

Al depender del líquido elemento, la respuesta a esta pregunta sería a la gallega: depende. Por lo general, de mayo a finales de julio, para aprovechar las aguas del deshielo y la crecida de los ríos -cuanto más caudal, más divertido- así como un clima agradable. Pero cada año varía en función de la meteorología y las precipitaciones de la primavera.

Lo que hay que tener en cuenta

Estamos hablando de una actividad que implica riesgo, por lo que a la hora de escoger un destino para practicar rafting no hay que olvidar el sentido común. Y elegir alguno que se adapte a nuestras habilidades y experiencia. La clasificación internacional de aguas bravas, que mide el desnivel, así como la dificultad de pasos y obstáculos, puede ser una ayuda. Va desde el 0 -para ríos como platos- hasta el nivel VI, tan complicado que ni siquiera es aconsejable para la práctica del rafting.

‘Rafting’ en el Pirineo

Tanto la vertiente catalana como la aragonesa son dos de los destinos preferidos por los aficionados al rafting. Con niveles para todos, el entorno de los pueblos de montaña del norte de Huesca son la base ideal para dejarse llevar por las corrientes de los ríos Gállego y Ara -este último con tramos extremos- al norte de Huesca. En el Pirineo leridano, Llavorsí, Sort o Rialp son los destinos más demandados para disfrutar del rafting en el Pallars.

‘Rafting’ en el sur

Los ríos Genil y Guadalquivir son la opción idónea para iniciarse en el rafting. En el caso del primero en el tramo de 9 kilómetros entre Agustines y Puerto Ortega, en la zona de Jaén. En cuanto al Genil, los meses de mayo a septiembre -coincidiendo con la suelta del embalse de Iznajar- son los más apropiados para disfrutar de sus aguas. Sobre todo, en el tramo entre Palenciana y Benamejí.

Zona centro

En los últimos años se está poniendo de moda el río Cabriel, a medio camino entre Madrid y Valencia. El caudal de sus aguas permite la práctica del rafting, al menos de nivel II, durante todo el año. También a poco más de dos horas de la capital, el río Tormes ofrece diferentes dificultades en su recorrido: las más emocionantes son las que se pueden disfrutar a su paso por Barco de Ávila.