Turismo: salir de la crisis, ganar el futuro

A nadie se le escapa que la pandemia del Covid-19 está suponiendo en todo el planeta un punto de inflexión tremendo e inesperado. El mundo entero sufre o ha sufrido las consecuencias de salud pública, de afectados y de fallecimientos, que han llevado al límite, de una u otra forma, a nuestros sistemas sanitarios, pero también a nuestros sistemas económicos productivos y de protección social. El frenazo abrupto del consumo y de la conectividad ha dañado a muchísimos sectores productivos, pero es la industria turística seguramente la más afectada y, desgraciadamente, la que más tardará en recuperarse. Y es que el turismo no fabrica, no almacena para vender más tarde. La industria turística genera y vende experiencias, descanso, sueños, etc. Y eso no puede producirse para lanzarlo al mercado después.

Para España, la industria del turismo es absolutamente clave. Daremos algunos datos que no por conocidos, pueden soslayarse: genera ya el 12,3 del PIB de nuestro país, y más del 12,7% del empleo directo. Es por tanto la primera industria nacional por su importancia. En 2019 fueron más de 92.000 millones de euros el gasto generado por los turistas no residentes en las más de 1,1 millones de plazas turísticas que atesoramos. Son datos que hablan bien a las claras de un conjunto de destinos turísticos que recibieron en 2019 casi 84 millones de turistas no residentes.

Sin duda, y en momentos de dificultad máxima como éstos, hemos de valorar las ventajas de nuestro sector, que se desarrolla sobre el terreno, y que por ello necesita de la complicidad y del trabajo conjunto de todas las administraciones: el Gobierno de España, las CCAA y las entidades locales. La colaboración entre lo público no sólo es conveniente sino necesaria. Por eso los municipios insistimos en que queremos estar en la solución. Son los territorios los marcos de la actividad turística, y los territorios, son municipios. Y queremos estar no sólo con las competencias llamadas más propias: limpieza, seguridad, residuos, mantenimiento, etc., queremos estar también colaborando en la generación de producto, en la innovación de los procesos y la promoción, en la mejora de la calidad de todos los servicios, y en momentos como éste, en las ayudas directas y bonificaciones fiscales de carácter municipal que permitan la preservación del tejido económico y el mantenimiento del empleo de nuestros ciudadanos. No parece haber mejor ocasión para invertir nuestros superávits, que ésta. Y lo digo desde Calvià, municipio con más plazas turísticas (62.000) que habitantes (51.000), y que duplica sus afiliaciones a la Seguridad Social en temporada alta, y que, por lo tanto, sabe de la necesidad de protección social y empresarial en estos momentos.

Por ello, desde la Comisión de Turismo de la FEMP consensuamos unas propuestas que se elevaron al Gobierno de España tras el acuerdo de la Junta de Gobierno de la Federación de Municipios y Provincias, el pasado 22 de mayo. La necesidad de un gran Pacto Nacional de impulso al sector turístico se trazó como hito irrenunciable para proteger y relanzar a nuestro maltrecho sector. Pero había que hacerlo con el consenso de todas las administraciones y con el apoyo de los agentes sociales, sindicatos y asociaciones empresariales.

El Plan de Impulso del Sector Turístico presentado por el presidente del Gobierno el pasado 17 de junio en La Moncloa, trazaba unos ejes de actuación que sumaban un total de 4.200 millones de euros, añadidos al esfuerzo ya desplegado por el propio gobierno desde el inicio del estado de alarma hasta el mes de junio por valor de más de 15.000 millones de euros, y que beneficiaron a trabajadores y trabajadoras, autónomos y empresas del sector turístico, vía ERTES, prestaciones por cese de actividad a autónomos y líneas de avales ICO. Con ello se pretendía “parar el golpe”, y ahora hay que diseñar la reactivación, el impulso a un sector clave y duramente golpeado. Un aspecto sobrevenido y fundamental ahora como es la seguridad sanitaria necesitaba de la confección de unos protocolos de seguridad para toda la cadena de valor turística, y conseguir ser un destino “360º seguro”. Generar confianza y garantizar seguridad a los mercados emisores, a nuestros trabajadores y a los propios residentes de nuestros destinos resulta crucial en este momento. Hemos de compartir esa confianza y seguridad recíprocamente, para mostrarnos como destinos seguros y seguir siendo acogedores.

La formación, nuevas líneas de créditos ICO preferentes para el sector, incentivos comerciales a las compañías aéreas para estimular su actividad y ayudar en su recuperación, apuesta por la digitalización y la innovación, o programas de ayudas a la reconversión de los destinos maduros o los de interior, son aspectos de este Plan que también mira a largo plazo con la creación de un Observatorio de Inteligencia Turística, y a corto plazo intensificando la promoción del destino “España” en el propio mercado interior. Pero no podemos pensar ni diseñar un futuro inmediato para nuestro turismo sin comprender que debemos hacer de la crisis una oportunidad. Se presentan más necesarios que nunca los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 para nuestra industria. Hemos de alinear esta deseada reactivación con estos objetivos que hablan, fundamentalmente, de sostenibilidad. Pero sostenibilidad no sólo económica y medioambiental, sino también social. Apostar por la calidad frente a la cantidad, medir en términos de competitividad a medio y largo plazo, más que en clave de rentabilidad a corto, no hablar sólo de volumen de ocupación, sino de calidad de la misma, incorporar la innovación como palanca de cambio para el conocimiento y el liderazgo, seguir generando producto, pero saber que son experiencias lo que buscan los nuevos turistas, todo ello dibujará nuestro futuro como industria.

Hemos de diseñar una industria que siga dando oportunidades a su entorno, y generando más y mejor cohesión social. Y no es una opción, es una necesidad. El turismo del futuro será aquel que sea capaz de devolver al entorno lo que el entorno le ofrece. Y eso significa defensa a ultranza del territorio y protección medioambiental, sabiendo que tenemos en la innovación una palanca aliada para conseguir gestionar mejor los recursos naturales, proteger mejor los espacios y su biodiversidad, y ser mucho más eficientes en nuestro consumo energético. Y hacerlo por responsabilidad con las generaciones futuras, pero también, por qué no, para dotar de un sello distintivo a nuestros destinos.

Y esa responsabilidad con el destino, ha de colocar la cohesión social del entorno como fin en sí mismo. Un destino generador de empleo de calidad, respetuoso con el territorio y protector del entorno natural que le acoge y le hace, en gran medida, ser lo que es.

Todo ello ha de contener la carta de navegación de la industria turística en tiempos de tempestad intensa como la que ahora vivimos. Si es así, seguiremos en el liderazgo renovado que merecemos.