Parques arqueológicos de Castilla-La Mancha

Las cinco provincias de Castilla-La Mancha atesoran yacimientos arqueológicos en los que es posible viajar desde la Edad del Bronce hasta la Edad Media

Ahora que las vacaciones de verano están a la vuelta de la esquina es un buen momento para ponernos el sombrero de Indiana Jones y embarcarnos en toda una aventura en Castilla-La Mancha. Un recorrido por todas sus provincias nos puede convertir en los reyes de la Historia con la visita a la Red de Parques Arqueológicos que depende de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y que gestiona la empresa pública Tragsa. Tras el periodo de confinamiento, estos espacios han reabierto sus puertas con todas las medidas de seguridad y vuelven a ofrecer a sus visitantes la posibilidad de disfrutar de una escapada única. Sin duda, un paseo por cualquiera de ellos es una ventana hacia las formas de vida de hace siglos y una manera de disfrutar de un entorno natural de gran riqueza histórica y cultural. Eso sí, un paseo con mascarilla y cita previa -a través de la web de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha- pues se han reducido los aforos de las visitas.

Tolmo de Minateda

Al sureste de Albacete, casi bordeando con la Región de Murcia, el Parque Arqueológico del Tolmo de Minateda en Hellín se encumbra sobre un cerro amesetado. Esta situación favoreció que, desde los tiempos de la Edad del Bronce, haya sido un enclave estratégico para todas las civilizaciones que pasaron por allí. Y que lo siga siendo, porque a Minateda se le considera una ciudad entre caminos. Hace algo más de cien años se descubrieron las pinturas rupestres del Abrigo Grande de Minateda, al otro lado del valle, declaradas Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Las más de 500 figuras pintadas sobre la pared rocosa son uno de los mejores ejemplos de arte rupestre de Levante. Lo más antiguo de este parque y lo que más se tardó en descubrir, pues desde los siglos XVII y XVIII había constancia que en el Tolmo de Minateda había una ciudad abandonada, aunque seguramente no se sabía desde qué momento de la Historia había empezado a ocuparse. Los restos que se han encontrado señalan que los romanos ya pusieron este enclave en el mapa, en los tiempos de Augusto, con el nombre de Ilunum, donde destaca el descubrimiento de la muralla romana con una inscripción monumental, construida en el año 9 a.C. De los tiempos de los visigodos, destaca el descubrimiento de la iglesia, el edificio más importante de los hasta el momento excavados, y que podría relacionar el Tolmo de Minateda que la antigua sede episcopal visigoda conocida como Elo, ciudad que, a partir de la época islámica, sería conocida como como Madînat Iyih.

Alarcos

La gran extensión -22 hectáreas- que hoy ocupa el parque arqueológico de Alarcos, a menos de diez kilómetros de Ciudad Real, se conoció durante siglos como el “valle de la sangre”. No fueron pocas las batallas que tuvieron lugar en este enclave, sobre todo entre cristianos y musulmanes de la Edad Media. Aunque se han encontrado restos que cuentan el paso de habitantes de la Edad de Bronce por estas tierras, destacan sobre todo los de la ciudad íbera que construyó el pueblo oretano, a la que parece ser que llamaron Lacuris y que incluso citó Ptolomeo. Los trabajos arqueológicos comenzaron en los años ochenta del siglo pasado y empezaron a dejar al descubierto el entramado urbano del barrio ibérico que se construyó sobre el cerro de Alarcos. No falta, como suele ser habitual en estos casos, la necrópolis, con esculturas zoomorfas que hablan de la importancia del lugar desde los siglos VII y VI a.C. al I d.C. Más tarde, las idas y venidas entre cristianos y musulmanes arrasaron el lugar en la Edad Media. Alfonso X el Sabio trasladaría los privilegios de la ciudad a una aldea cercana que, con el tiempo, se convertiría en Ciudad Real. De aquella época queda en pie el santuario de Nuestra Señora de Alarcos, dentro de las murallas de la ciudad, así como los restos del castillo.

Recópolis

De una ciudad íbera nos vamos a una visigoda. El parque arqueológico de Recópolis está formado por los yacimientos de la ciudad que construyó el rey Leovigildo en el año 578 con el nombre de su hijo y heredero Recaredo y la ciudad andalusí de Zorita. Se encuentra en Zorita de los Canes, a 40 kilómetros de Guadalajara. Antiguamente se construían ciudades para celebrar acontecimientos y Recópolis llegó después de la unificación de los reinos visigodos en Toledo. De paso, se conquistaba un enclave estratégico sobre un cerro a la vera del Tajo, en aquellos tiempos navegable. Hasta nuestros días ha llegado uno de los mejores ejemplos de ciudad visigoda, que hereda bastante de la de sus antepasados romanos: con dos calles principales que se cortan perpendicularmente y un palacio basílica, el más antiguo de esta época de los que se conservan en Europa. La ciudad también tenía sitio para una zona comercial, residencial y para los arrabales, todo rodeado por una muralla para protegerse. Cuando se abandonó la ciudad, ya a mediados del siglo IX, los restos se utilizaron para construir la nueva ciudad de Zorita. De la fortificación andalusí quedan los restos de la alcazaba -luego reconvertida en castillo- y la medina rodeada por una muralla. Las visitas al parque arqueológico contemplan tres recorridos: el Yacimiento Arqueológico de la Ciudad de Recópolis, el Castillo de Zorita y el itinerario por la senda medioambiental ‘El paisaje Visigodo’.

Carranque

En Arqueología, la casualidad es un componente casi imprescindible que forma parte de la mayoría de los descubrimientos. La villa romana de Carranque no fue una excepción y gracias a que un vecino encontró unas pequeñas teselas de un mosaico empezaron a ver la luz 1.500 años de historia en la provincia de Toledo, a pocos kilómetros de los límites con Madrid. Estamos ante un conjunto residencial de algún romano con posibles, por las dimensiones tanto de la Villa Materno (1.000 m2) como el resto de edificios que se han encontrado: el edificio palacial y el mausoleo. Lo que más llama la atención, además de los materiales -rico mármol de la época- son los mosaicos, siendo uno de los conjuntos más importantes de la península. Sobre una superficie de 600 m2 el juego de teselas recrea escenas mitológicas protagonizadas por Neptuno y Animona, personajes de la Iliada, Diana y Acteón, etc.

Segóbriga

Para descubrir cómo vivían los romanos nos vamos al parque arqueológico de Segóbriga, en Saelices (Cuenca). En sus tiempos fue una de las ciudades importantes de la Hispania romana -de nuevo sobre un cerro y en un cruce de caminos- que hasta acuñó su propia moneda. En su estrellato tuvo bastante que ver estar rodeada de minas de yeso translúcido y de las huertas de sus alrededores. El parque arqueológico de Segóbriga permite sumergirse en el día a día de los romanos de la época de Augusto: desde las termas -se conservan dos recintos- al templo, pasando por el foro y la basílica. El edificio más grande y mejor conservado es el anfiteatro, construido entre el siglo I y II de nuestra era. En conjunto, el parque arqueológico de Segóbriga es un imprescindible para entender la forma la vida de los romanos en la Península Ibérica.